OPINIÓN

El Canal es de Panamá

por Trino Márquez Trino Márquez

Canal de Panamá

Donald Trump no ha asumido aún la presidencia de Estados Unidos y ya ha tenido problemas con algunos de los países del continente. A Canadá pretende convertirla en el estado número 51 de la Unión; a México, además de proyectar aplicarle aranceles cercanos a 100% a numerosos productos que exporta a su vecino del norte, aspira a cambiarle el nombre al Golfo de México para que pase a llamarse Golfo de América. 

Donde la cuerda se tensa más es con Panamá. Ha amenazado en varias oportunidades con que Estados Unidos puede volver a asumir el control del Canal, incluso por la fuerza, colocando a un lado la soberanía que el gobierno y el Estado del país del istmo ejercen sobre ese prodigio de la ingeniería moderna. Trump sugiere reeditar los tiempos del imperialismo más agresivo.

El dominio de Estados Unidos sobre el Canal de Panamá y la existencia de la Zona del Canal, con su propio gobierno, fue motivo de conflictos con Latinoamérica desde la inauguración formal de ese paso marítimo en 1914. Cuando se hablaba del “imperialismo yanqui”, era inevitable referirse a la arrogante presencia norteamericana en el enclave panameño. Son célebres los acontecimientos ocurridos en la Zona del Canal el 9 de enero de 1964, conocido como el Día de los Mártires, cuando un grupo de estudiantes izó la bandera panameña en el área. Las autoridades norteamericanas interpretaron la incursión como un desafío inaceptable, que debía castigarse sin misericordia. Producto de la represión murieron al menos 22 panameños. El episodio se convirtió en símbolo de la resistencia y de las aspiraciones del pueblo panameño.

A lo largo del siglo XX, gran parte de los gobiernos latinoamericanos se solidarizaron con Panamá, comenzando a exigir que Estados Unidos reconociera la soberanía del país sobre el Canal. Quien asumió las banderas de esa defensa con mayor claridad fue Omar Torrijos, un gobernante carismático y tenaz que decidió enfrentar el reto de recuperar el Canal. Por fortuna, a mediado de los años setenta del siglo pasado, Torrijos y los panameños encontraron en la Casa Blanca al recientemente fallecido Jimmy Carter, un político que entendió que para mejorar las relaciones con Latinoamérica y quitarle a la izquierda las banderas contra el “imperialismo norteamericano”, era necesario resolver el tema del Canal, otorgándole a Panamá el dominio total sobre ese territorio.

Las negociaciones entre Panamá y Estados Unidos condujeron, en 1977, a lo que se conoce como los Tratados Torrijos-Carter, mediante los cuales se le reconocía a Panamá la plena soberanía sobre el Canal a partir del 1º de enero de 2000. De esta manera, se le daba forma y fondo al Tratado Hay-Bunau-Varilla de 1903, en el que Panamá le otorgó a Estados Unidos el control y la administración del Canal hasta el 31 de diciembre de 1999.  

Ahora, veinticinco años después de haber entrado en vigencia lo establecido en el Tratado Hay-Bunau-Varilla y en los Tratados Torrijos-Carter, el señor Trump pretende ignorarlos. La excusa inventada es que China se ha apoderado del Canal, lo controla, obteniendo el máximo provecho de forma excluyente y perjudicando a Estados Unidos y a muchos otros países. No ha sido suficiente para calmar al magnate, los razonamientos de destacados investigadores universitarios, ni las aclaraciones del gobierno panameño, que han demostrado con claridad cómo se fijan las tarifas pagadas por los barcos que cruzan el Canal, y cómo funcionan sus órganos de supervisión y administración. 

La actitud de Trump probablemente constituye una de esas provocaciones a las que acostumbra, de las cuales más tarde se olvida o queda eclipsada por otra fanfarronada igual o más estridente que la anterior. Sin embargo, como se trata de una materia tan sensible para los latinoamericanos, lo más conveniente es salirle al paso desde temprano. Ya lo han hecho con total claridad el presidente José Raúl Mulino y otros miembros de su gabinete ministerial 

Tal bravuconada y desacierto podría perjudicar las relaciones de la Casa Blanca con Latinoamérica desde los inicios de la nueva gestión de Donald Trump. Desde México hasta Chile, posiblemente con las únicas excepciones de Argentina y El Salvador, la región podría unirse para condenar y oponerse a semejante agresión. El deterioro de los vínculos no les conviene ni a Estados Unidos ni a América Latina en medio de la actual reconfiguración de la geopolítica mundial.

Hay que esperar que míster Trump recapacite y entienda que Estados Unidos y América Latina deben trabajar juntos y que el Canal es de Panamá.

@trinomarquezc