OPINIÓN

El Canal de Panamá y Trump

por Luis Ochoa Terán Luis Ochoa Terán

 

Foto: El Tiempo de Colombia

 

Las recientes opiniones vertidas por el presidente Donald Trump en un mitin de simpatizantes, el primero que hace después de ser electo, embriagado de emoción y como provocador profesional que ha aprendido en la práctica con sus negocios, disparó juegos artificiales a sus amigos y aliados políticos como son Panamá, Canadá y Dinamarca (Groenlandia), que poseen zonas geopolíticas estratégicas, esta última por su riqueza en petróleo, gas, minerales como el uranio que le quitaría el monopolio comercial a China y futuras rutas comerciales por el Ártico, el Canal de Panamá por ser el paso interoceánico por donde trasiega más de 40% de contenedores y 6% del comercio mundial, a su vez, sirve a la humanidad y al comercio de manera neutral y abierta a todos las naciones,  además de su valor militar estratégico, y Canadá que lo tomó a guasa, eso de anexar a Canadá como el 51 Estado, tal vez, porque conoce más de cerca a su vecino.

La verdad es escribir sobre mojado sobre las luchas de Panamá y los países latinoamericanos por hacer justicia y execrar del continente americano el último enclave colonial que desgarraba a América Latina y al país istmeño como una espada clava en su corazón, que partía en dos a la República de Panamá.

Ésta fue una lucha por su soberanía herida, la dignidad y el reconocimiento de las capacidades del panameño de manejar mejor y más eficiente el canal que los amigos del norte, que después de 25 años lo han refutado y certificado, esa especie de que los latinos no tenemos la experticia de los del primer mundo para asumir tamañas responsabilidades. La respuesta del presidente Mulino al presidente Trump ante tal pretensión fue tajante: “Cada metro cuadrado del canal pertenece a Panamá y seguirá siendo así”.

Con la firma de los Acuerdos del Canal de Panamá, Estados Unidos reconoció la soberanía total de la zona y la entrega del Canal, tratados que también establecieron la neutralidad permanente del mismo y garantizaron un funcionamiento pleno y seguro para todas las naciones, con la adhesión de más de 40 Estados, además de garantizar a la comunidad internacional no tomar ni ser parte activa en conflicto alguno, es decir, garantiza neutralidad total.

Las críticas de Trump a las tarifas del Canal son incorrectas porque ellas se establecen de manera pública y en audiencia abierta tomando en consideración el mercado, la competencia internacional, los costos operativos y las necesidades del mantenimiento y modernización del Canal para su perfecto funcionamiento, servicio al comercio y a la humanidad.

Esta alharaca que ha armado Trump con sus aliados estratégicos y de la región, en un acto político, pareciera que fue dirigido más para restablecer la unidad interna a su alrededor después de que sectores de su partido en la Cámara de Representantes rechazaron un acuerdo bipartidista donde los defensores de la disciplina presupuestaria desoyeron la solicitud de Trump de elevar al tope la deuda nacional, así como para restablecer su autoridad resquebrajada por la invasión de memes insinuando que “Trump ha cedido la presidencia a Elon Musk” y al que ha tenido que salir al paso diciendo “él no va a ser presidente”.

Da la impresión que, en esta oportunidad, su intento de poner un costo alto en sus estrategias para alcanzar sus objetivos a bajo costo, como siempre ha hecho en sus negocios, no le ha sido favorable en esta circunstancia, sobre todo, cuando en política internacional se tocan temas tan sensibles como son los de la soberanía nacional, porque allí la solidaridad se hace automática en el país y la comunidad internacional.

La soberanía es un principio fundamental sensible que no se puede vulnerar por cuanto genera conflictos, que es lo que precisamente el derecho internacional y los organismos internacionales tratan de evitar, que el país grande se coma o atropelle al chico y al vulnerable, pero, además con esta actitud logró una respuesta automática de un igual como China en defensa de sus intereses, que precisamente Trump quiere frenar en América Latina, con lo cual, hizo un efecto totalmente contrario.

Las estrategias en política exterior se deben reflexionar y evitar mezclarla con la política interna y partidista y menos aún para confrontar con sus aliados, por el contrario, se deben desarrollar dirigidas a estrechar esas relaciones y acercarse a nuevos aliados como deben ser los objetivos de un Estado que quiere conservar y ampliar su liderazgo en un mundo global competitivo.