No hay duda. El camino para comenzar una nueva etapa política, económica y social, que conlleve a la reconstrucción integral de Venezuela, está repleto de dificultades de toda índole.
El poder establecido se aferra al continuismo, por encima de la voluntad popular, y aprovecha algunos decorados de la seudodemocracia para tratar de justificar una pretendida legitimidad, dentro y fuera del país.
Mientras tanto su despotismo sigue por la libre, en especial cuando se avecinan unas votaciones, también bajo el control de ese poder. La conformación del organismo comicial lo confirma.
Además, han logrado montar un tinglado de complicidades que les resulta oportuno y beneficioso a sus intereses. En nuestro país estas realidades son públicas y notorias. Pero hay que llover sobre mojado, para que no se termine de secar la conciencia de muchos «tranquilizados».
Camino repleto de dificultades, ciertamente. Y la Constitución formalmente vigente debe ser un fundamento para despejar ese camino.
No nos dejemos amilanar por el proceder despótico. Nuestro objetivo no sólo es superarlo, sino mucho más importante, recorrer el camino de una Venezuela posible.