OPINIÓN

El cambio tras la bruma kirchnerista y madurista

por Antonio de la Cruz Antonio de la Cruz

El triunfo de Javier Milei en las elecciones Primarias, Abiertas, Simultáneas y Obligatorias (PASO) de Argentina amenaza los veinte años de kirchnerismo que, para mantenerse en el poder, ha usado la corrupción, la intervención estatal en la economía, el control de los medios de comunicación, el control cambiario, la polarización y confrontación, el control de los poderes del Estado y el enfrentamiento con el campo.

Los recientes comicios en Santa Cruz, cuna del kirchnerismo y bastión político de esta corriente durante más de tres décadas, muestran su ocaso. Perdió el candidato oficialista, Javier Belloni. Por más de 32 años, desde que Néstor Kirchner asumió la primera gobernación, esta provincia había estado bajo el control de la corriente política que lideraron primero él y luego su esposa Cristina. La derrota del domingo no es solo simbólica, es una clara señal del fin de una era.

Milei, quien se define «anarcocapitalista», propone la eliminación del Estado y se opone al aborto, obtuvo 30,1% de los votos sin aparato de partido ni suficientes fiscales para asegurar los votos.

El 31% de abstención, sumado al respaldo significativo que obtuvo el espacio libertario, nos presenta una imagen reveladora: estamos presenciando «una explosión de la agotada democracia argentina». Es un grito de hartazgo ante la vieja política que resuena en las urnas.

Es un claro reflejo del rechazo a los partidos políticos de Mauricio Macri y Cristina Fernández, que han sido vistos por la mayoría de los argentinos como incapaces de abordar los problemas socioeconómicos persistentes en la nación.

En una vuelta inesperada de acontecimientos en las PASO argentinas, Milei no solo sorprendió con su victoria, sino que también le quitó la iniciativa al macrismo y kirchnerismo con la narrativa de “la casta” –por cierto tomada de Podemos, España–, “la dolarización”, «juntos por el cargo», «la camporonga” y “el frente de choros”.

El fenómeno del voto libertario, encabezado por Milei, nos ofrece una lectura particular. No se trata simplemente de una adhesión ideológica hacia el candidato, sino que es más bien un voto de protesta “en contra del sistema”. Como afirman algunos analistas: “Los votantes de Milei no votan por él, votan por enojo y no por opción ideológica”.

Lo que muchos no notaron, y lo que finalmente quedó claro, fue que Milei no solo estaba capitalizando el “voto bronca” –nueva identidad política–, sino que también estaba canalizando un cambio cultural. Su visión implica una confianza renovada en las fuerzas del mercado más que en el Estado benefactor.

Los resultados de las PASO han dicho que la mayoría de los argentinos busca un cambio. Quiere ser el gestor de su felicidad. Por lo que espera de los políticos acciones, resultados, y soluciones que les permitan superar el nivel de pobreza y el caos en el que viven.

Hoy, esta esperanza la encarna Milei, quien pudo sintonizar con el deseo de shock y reseteo profundo de la sociedad, con el “hasta acá llegamos”.

Por ello, su triunfo fue transversal. El apoyo proviene de un espectro de votantes amplio y diverso. Además de la frustración social generalizada, muchos ven en el fundador del partido La Libertad Avanza una figura que representa un cambio radical, una especie de «reinicio» en la política argentina. Un verdadero agente de cambio.

Su partido ganó en los lugares más pobres del país. Obtuvo el triunfo en 16 de 24 provincias donde logró malos resultados en las elecciones provinciales previas, evidenciando que los gobernadores e intendentes peronistas electos no buscaron el voto para su candidato presidencial, Sergio Massa.

Los paralelismos entre Milei y figuras como Perón y Kirchner son evidentes. Ambos lideraron Argentina en momentos de cambio y transformación. Si Milei sigue su trayectoria, es probable que Argentina se embarque en una nueva era, alejada de las sombras del kirchnerismo.

El fenómeno Milei encuentra ecos en Venezuela con María Corina Machado. Al igual que Argentina, Venezuela busca superar el yugo del chavismo-madurismo. Las tácticas políticas del kirchnerismo y del madurismo han generado frustración, desesperanza y pobreza.

En ambos casos, el clamor es el mismo: un deseo de cambio y una salida de la oscuridad política que ha eclipsado a estos países durante décadas. La esperanza es que, bajo nuevos líderes como Milei y María Corina, Argentina y Venezuela puedan renacer como naciones prósperas y libres, donde la felicidad y la libertad de sus ciudadanos estén garantizadas.

En conclusión, los recientes resultados electorales en Argentina son un recordatorio del deseo innato de cambio y renovación. Después de años de kirchnerismo y madurismo, la esperanza de un futuro mejor está más viva que nunca. Las naciones están al borde de una nueva era, en la que el poder vuelve a la gente y el futuro es prometedor.