OPINIÓN

El cambio en Colombia apunta al de menor riesgo: Rodolfo Hernández

por Antonio de la Cruz Antonio de la Cruz

Los colombianos decidirán en tres semanas quién regirá los destinos de su país. Los candidatos que se medirán en la segunda vuelta, el 19 de junio, son el exguerrillero izquierdista Gustavo Petro y el populista independiente Rodolfo Hernández, quienes representaron las opciones antisistema durante la campaña electoral presidencial.

En la elección de este domingo, las dos terceras partes de los votantes rompieron con una clase política que consideran corrupta e ineficaz, asestándole un golpe a los partidos tradicionales que han gobernado el país neogranadino durante la mayor parte de su historia.

La fuerza que ha aupado a la presidencia a los mandatarios de las últimas dos décadas pierde. El candidato con el apoyo de todos los partidos tradicionales ―desde el uribismo a los dos grandes partidos tradicionales, el Conservador y el Liberal―, Federico Gutiérrez, quedó en tercer lugar, 900.000 votos por debajo del populista Hernández.

La propuesta de Petro busca cambiar el modelo económico colombiano. Propone “la economía social de mercado, con derechos universales, pero con respeto a la propiedad privada y la libre iniciativa empresarial con responsabilidad social y sobre todo a la democratización de las condiciones de producción en manos de toda la sociedad”. Por supuesto, es el Estado, ergo el Poder Ejecutivo, el que vela por “la democratización de las condiciones de producción en manos de toda la sociedad”.

En la economía social de mercado, el mercado libre y competitivo debe subordinarse, como medio al fin, al aspecto más alto de la economía, cual es la creación del bienestar. Aquí encontramos el conector del exguerrillero con el castrochavismo. La felicidad (bienestar) del pueblo descansa en las manos del que ocupa la Casa Nariño en Colombia, Miraflores en Venezuela, el Palacio de la Revolución en Cuba y no en la de los individuos.

El cambio de Petro incluye la estatización, usando la mampara de la justicia social. Es el canto de sirenas para captar el voto de los disconformes que manifestaron en 2019 y 2021 por el mal manejo por parte de la administración de Iván Duque de la reforma tributaria, y la crisis económica derivada de la pandemia de coronavirus que creó una de las peores crisis de empleo en Colombia en más de un siglo, dejando a millones en la pobreza o a las puertas de ella.

Los jóvenes, sobre todo, demandan un cambio, más oportunidades de educación y de empleo, y una democracia y un sistema económico social más inclusivo y equitativo.

Por su parte, Hernández se presenta como el candidato antisistema, un outsider, al no pertenecer a la casta política colombiana. Su propuesta de cambio está basada en el fin de la politiquería para atacar algunas de las causas estructurales del descontento social: la corrupción, la exclusión política y social de sectores de la población, la pobreza y la desigualdad.

La noche que ganó el derecho a disputar la presidencia, Hernández usó las redes sociales desde la cocina de su casa para enviar su mensaje: “Hoy sabemos que hay una voluntad ciudadana firme para acabar con la corrupción como sistema de gobierno. Hoy perdió el país de la politiquería y de la corrupción. Hoy perdieron las gavillas que creían que serían gobierno eternamente. Hoy ganó la ciudadanía, hoy ganó Colombia”. Solo le falto decir el eslogan de “Hagamos de Colombia un gran país” ―al mejor estilo de Donald Trump en Estados Unidos― para profundizar el vínculo emocional con sus seguidores. Porque el populismo se basa en mover las fibras, en tocar las emociones, más allá de las promesas y los programas de gobierno. Por ello, la importancia del manejo de las redes sociales, Facebook, Instagram, TikTok, Twitter.

Si bien es cierto que el exguerrillero triunfó en la primera vuelta, el populista es el favorito para la vuelta definitiva. Petro solo ha crecido 6% su votación con respecto a la segunda vuelta de 2018. Mientras que Hernández tiene una gran oportunidad para captar los votos anti-Petro el 19 de junio. Un escenario que se elige entre dos maneras de cambio.

La encuesta de Invamer arrojaba un empate técnico entre Petro y Hernández para esta segunda vuelta. Es decir, que en este momento los dos salen empatados, por lo que vuelve a barajar y se comienza de nuevo la contienda electoral.

Pero los resultados del domingo le dan una ventaja a Hernández por los votos obtenidos por Federico Gutiérrez, que es un voto anti-Petro duro.

Si las condiciones de la primera vuelta se mantienen y 85% de los sufragios de los partidos tradicionales (Federico Gutiérrez) son contra Petro, de acuerdo con la estimación del gerente de Invamer, Martín Orozco, Hernández requeriría 350.000 votos para obtener la victoria. Mientras que Petro requiere 2 millones de votos para alzarse con el triunfo.

En consecuencia, los resultados muestran que Colombia es un país que rechaza la izquierda representada por Petro. Se mueve al centro, buscando en Hernández una solución creativa a la pobreza, la desigualdad, el aborto, las drogas, el cambio climático, la relación comercial con Venezuela, entre otros. Además, el mensaje de cambio que expresaron los colombianos convierte a Petro ante Hernández en el candidato conocido, el tradicional, el de siempre, del continuismo. Tercera vez que aspira a la presidencia.

Por supuesto, la izquierda carnívora de Petro desmotivará el cambio que representa Hernández, alimentando la abstención y buscando la “compra de votos”. El día que aceptó los resultados electorales dijo: “Hay cambios que son al vacío, que no son cambios, son suicidios”.

En este momento, Hernández es el favorito para ganar la contienda presidencial el 19 de junio, porque su cambio es el de menor riesgo para la democracia colombiana.