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El cambio de paisaje

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Tal parece que Hispanoamérica, que ahora se bambolea de un lado para su contrario con curiosa frecuencia, va  hacia lo que podríamos llamar –no sea inventado un nombre para sustituirla eficazmente- el  costado de izquierda, así  ésta  sea más que nunca un verdadero saco de gatos. Saque usted la cuenta: México, Argentina,  Bolivia, Chile, Honduras, Perú, Venezuela, Cuba, Bolivia, Nicaragua…y lo que parece venir con enorme probabilidad, Brasil y Colombia. Ya Vargas Llosa, un privilegiado olfato para estas cosas, puso el grito en el cielo.

Habría que ver el asunto con perspicacia. Nuestros neomacartistas o ultraderechistas opositores no deberían prevalecer, mal que  bien en ese entorno habremos de vivir. Ahora bien, estamos seguros que  mucho cambiará, de suyo ha cambiando, con respecto a los parámetros payasescos del chavismo, de la construcción del socialismo del siglo XXI,  que tuvo una influencia cierta en situación superficialmente similar a ésta,  primera ola que fue sustituida por un casi  copamiento  y luego fracaso de la derecha –perdonen de nuevo la opacidad de las viejas denominaciones.

Paradójicamente es ese mismo chavismo el que ahora funciona como límite de estos nuevos gobernantes. Más concretamente la tragedia insondable de Venezuela, el país fallido, la nación saqueada por hordas corruptas  que se pretendían socialistas y que devoraron el maná petrolero, más generoso que nunca, en unas dimensiones nunca conocidas. Y  los millones de migrantes, la reducción del PIB hasta casi su desaparición,  la agonía de los servicios, la pobreza casi total de la población y, por otra parte los militares dueños de la nación, los derechos humanos pisoteados o la libertad de expresión y la institucionalidad estranguladas, etc. La mejor prueba de esto es que Maduro se convirtió en una bandera  de la derecha para  aterrar el voto izquierdista en casi todos los países en trance electoral.

Y esto está pasando: los países ya conquistados por la “izquierda” han guardado una sindéresis económica loable con las variables del caso y formas democráticas muy mejoradas. Quedan problemas, por supuesto. Vaya usted a saber en dónde va a parar la comedia absurda de Castillo y su sombrero en Perú. O cuándo será la deseable desaparición de la escena del ignorante y bocón de Evo Morales. O las siniestras  artes de Cristina. Pero en general los países están luchando con sus crisis económicas, agravadas por la pandemia y la guerra ucraniana y manteniendo sus precarias estructuras constitucionales. Boric en Chile sueña con la socialdemocracia europea, buena apuesta. Salvo, claro, la Nicaragua en manos de la pareja diabólica.  Venezuela, el paradigma, ha intentando alejarse del socialismo y reconciliarse con el capital privado que ayer pisoteó en una especie de liberalismo putinesco e improductivo, sin renunciar a su cruel despotismo. Hasta Cuba ha tomado medidas chinescas cada vez más avanzadas y Biden les ha sonreído en días recientes, a pesar de los jóvenes condenados por manifestar. De Colombia y de Lula, si han de ganar, habrá que esperar mucho, bueno o malo, para nosotros; el primero porque somos siameses y del acaecido Lula por la importancia de su país, el imperio del Sur, y sus capacidades de liderazgo en la región.

Habría demasiado que decir, pero esto puede bastar. Yo quiero advertir a nuestra zarandeada oposición que va a tener que mirar el entorno de una nueva forma, dada su conservadora actitud que hasta una vez fue apadrinada por Trump, Bolsonaro y Uribe, monstruos del siglo XXI. No hay vuelta, si no actuamos con sagacidad podemos convertirnos en el llanero  solitario, después de ser la pieza más preciada y protegida.

 

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