OPINIÓN

El buen revolucionario

por Danilo Arbilla Danilo Arbilla

Nicaragua, Colombia, Venezuela, Ecuador, Chile, Argentina, Bolivia. “La situación de (hispano) América es tan singular y tan horrible, que no es posible que ningún hombre se lisonjee conservar el orden largo tiempo ni en siquiera una ciudad ….(nunca) se vio…un cuadro tan espantoso como el que ofrece (hispano) América ( y) más para el futuro que para el presente, porque ¿dónde se ha imaginado nadie que un mundo entero cayera en frenesí y devorase su propia raza como antropófagos?…Esto es único en los anales de los crímenes y lo que es peor, irremediable”…“Casi toda la población de Caracas huyó”…“espantada por las atrocidades que venia cometiendo el bando…” dominante. “ Ud. se encontrará en Caracas como un duende que viene de la otra vida, y observará que nada es de lo que fue. Ud. dejó una dilatada y hermosa familia: ella ha sido segada por una hoz sanguinaria; …” “… y Ud. lo encuentra todo en escombros…”“…¿Dónde está Caracas?  Se preguntará Ud. Caracas no existe…”.

Podría decirse que se trata de un refrito de historias de enviados especiales de recorrida en estos días por distintos  países de Hispanoamérica. Pero no. Todo lo transcrito al principio fue escrito hace dos siglos, y más.  Y por Simón Bolívar.

Esas páginas del Libertador son recogidas por Carlos Rangel en su libro Del buen salvaje al buen revolucionario, que escribió en 1976. Ha pasado casi medio siglo pero su obra no ha perdido vigencia, como parece que tampoco lo de Bolívar, a la luz de lo que acontece en el continente desde hace unos meses. O del discurso del flamante presidente peronista argentino, Alberto Fernández, quien a lo largo de “su” relato rescató, con su propuesta de un nuevo “contrato social ciudadano”, al suizo Juan Jacobo Rousseau, que fue uno de los mentores del mito del buen salvaje que degeneró luego en el del buen revolucionario.

Carlos Rangel, fallecido hace ya 31 años, fue un notable profesor, escritor y periodista venezolano con una impresionante contribución al estudio de la realidad latinoamericana y cuyo mayor aporte es sin duda la obra que nos ocupa.

“El presente libro –dice Jean-Francois Revel en el prólogo– es el primer ensayo contemporáneo sobre la civilización latinoamericana que aporta una interpretación verdaderamente nueva y probablemente exacta”, en el que se comienzan por disipar “interpretaciones falsas”, “descripciones mentirosas” y “ excusas complacientes”.

Del buen salvaje al buen revolucionario es un libro indispensable no solo para la comprensión de Latinoamérica sino de una buena parte del mundo contemporáneo, donde se reproducen los mismos fracasos, las mismas impotencias, las mismas ilusiones”. Lo resaltaba Revel hace casi 50 años, y parece quizás más indicado a nuestros días. Más cuando los hechos a medida que pasan las décadas van empujando en la caída. Hacia el lado errado abrazando a los mitos alimentados y reforzados por los nuevos relatos: los ordinarios y groseros que pretendieron imponer las dictaduras militares, y los sofisticados y casi mágicos ideados por intelectuales al servicio de los regímenes populistas-progresistas que al influjo de Chávez y de Lula y con el patrocinio y conducción siempre de Fidel, florecieron en los últimos 20 años.

El nuevo relato continental, retocando en lo que fuere necesario los mitos de siempre, se ha sumado, con entusiasmo y con más efectividad hoy, quizás, a lo que Revel señala como una gran fabulación europea. Europa igual no se queda atrás, basta ver lo que dice la prensa de ese continente, en particular alguna prensa española, de lo que ocurre por estos días por estos lares.

El paso del tiempo podrá poner algún “pero” sobre algún momento específico o valoración de algunos personajes que son parte de ese libro, pero en su esencia, en su fuerza para abrir los ojos adormecidos, para efectivamente  comprender qué es lo que nos está y nos sigue pasando, resulta imprescindible. Se dice allí que “la historia del siglo XX prolonga la contradicción original de Latinoamérica. Sigue rebotando entre las falsas revoluciones y las dictaduras anárquicas, entre la corrupción y la miseria, entre la ineficacia y el nacionalismo exacerbado”. Y en lo que va del XXI quizás más, todavía.

Vale la pena desempolvarlo. Y más vale leerlo o releerlo y estudiarlo y editarlo o reeditarlo.