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El Bosque Sagrado

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Edmundo González reivindica a Feijóo como «presidente electo de España» tras reunirse con él en el Congreso’ (@elmundotoday, 17 septiembre 2024)

Hola, buenos días. Me llamo Eugenio Fouz y soy @twitter/@X adicto. Me gustan las letras, las palabras, los adagios. Pertenezco a una generación educada, culta y creyente en valores tradicionales como el respeto, el esfuerzo y la aceptación de derrotas. Pertenezco a una generación que tomaba apuntes a mano en clase, estudiaba en libros de papel, utilizaba máquinas de escribir, esperaba impaciente el revelado de las fotos del carrete, consultaba diccionarios y estudiaba enciclopedias de las bibliotecas. Yo soy integrante de esa generación sufrida que no faltaba a la escuela ni al instituto y que guardaba silencio en clase cuando entraba un profesor. Los buenos modales formaban parte de la instrucción paternal y escolar. Teníamos diccionarios de Lengua Española, y quienes nos aventuramos a la lengua de Enid Blyton llevábamos un diccionario Collins bilingüe a todos lados. Algunos de nosotros quisimos seguir a los clásicos y añadimos en la mochila otro diccionario más, el pequeño Spes de latín. Ya por entonces escribíamos con los bolígrafos Bic en cuadernos cosidos y también en libretas A4. Los días previos a un examen andábamos nerviosos y tensos. No queríamos fracasar. Si suspendíamos, que sucedía de vez en cuando, nos aguantábamos la rabia y no le echábamos la culpa al profesor. No pedíamos una copia del examen porque eso significaba solo desconfianza hacia el docente y, quizás, un miserable aprovechamiento de contenidos para la próxima prueba. En caso de suspender un examen lo contábamos en casa y nos echaban un discurso disciplinario, a veces nos gritaban, y otras veces nos consolaban con un abrazo y un beso. Volvíamos a intentarlo y no pasaba nada. 

Pasaron los años. Y al igual que sucedió con la imprenta en el siglo XV, a finales del siglo pasado alguien tuvo la idea de crear una línea invisible de cobre, un cable o algo parecido, para que toda la humanidad estuviese conectada. Vimos aparecer la @, el correo electrónico, las páginas web y los blogs. El periódico se volvió digital, hubo archivos de datos, teléfono móvil, Whatsapp y @YouTube. Más adelante surgieron las redes sociales en las cuales todo aquel que quisiera decir algo al mundo podía hacerlo si contaba con un dispositivo electrónico, conexión a internet y una cuenta en @Facebook, @Instagram y @Twitter/@X. Internet transformó la sociedad y la Era de las Comunicaciones conquistó el globo terrestre. Podríamos decir que las redes sociales democratizaron las relaciones entre los hombres y mujeres colocando a los desconocidos en la misma plataforma que las celebridades: actores, políticos, presidentes de gobierno, cantantes, periodistas, humoristas, viñetistas, etcétera. 

Yo estoy enganchado a las redes. De ahí esta confesión. No pasa un día sin que lea o escriba una línea- nulla dies sine línea-. Me gusta leer la prensa, me gusta interactuar con otros internautas, saber qué pasa en Europa o América, Australia, Japón, Sudáfrica. En esta red quien quiere deja su huella. @Twitter/@X ha originado una especie de Bosque Sagrado de mensajes universales y eléctricos a disposición de quien quiera entrar con la condición de no ser analfabeto. 

Ahora, a inicios del siglo XXI existe la prosa, el ensayo, la novela, el diario, la sentencia latina y la cita del sabio. El tweet es un verso soberbio y contundente que unas veces nos arruina la vida y otra la engrandece

 

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