Con el debido respeto para todos los lectores, esta semana vamos a trasladarnos a la historia reciente de Venezuela, aquella misma que albergó no a miles, sino a millones de extranjeros, donde todos tenían las posibilidades de rehacer sus vidas, en igualdad de oportunidades.
Antes de comenzar, quiero hacer público que la vida viene enseñando las lecciones más grandes, que ninguna escuela ni universidad tiene forma de enseñar, aprendizaje que toca aprender solo o acompañado. Con este preámbulo no pretendo ser maestro, menos filósofo; aprovecho para enviar mi más afectuoso saludos y perdón para todos en especial a los que de alguna manera he ofendido.
Retomando la idea sobre el bienestar de las naciones, se hace imprescindible remontarnos a los años sin experiencia de 1989, cuando la población venezolana no tenía conocimiento de lo que significaba la supresión o reducción de los aranceles al comercio internacional.
Aquel golpe de timón de programa de shock a la política de fiscalización de la economía, en tan sólo 15 días le costó a Venezuela un golpe de Estado por desacuerdos políticos, que aún no acaban, en debates, junto al paulatino desmoronamiento de la frágil democracia que se tenía y que aún padece.
Una semejante política económica de shock, que en algunos puntos convergen, por ejemplo, con las políticas en Chile del dictador Pinochet, por los servicios del teórico Milton Friedman, como parte de un programa de desarrollo de libertad económica, que la historia revela, claros avances que se dieron en Chile, como prueba hoy alberga a miles de venezolanos, huyendo de las peores políticas económicas que tienen sumergida a la nación en la pérdida de la gobernanza, pérdida de la soberanía, desequilibrio social, éxodo de la mano de obra calificada, la no concordia, incitación a no haber paz, entre las personas por medio de la dialéctica, narrativa de luchas de clases sociales en rivalidad, en especial entre el trabajador y el empresario, que no permiten evolucionar; factores contrarios todos al amor y el respeto que causan el desabastecimiento, la inseguridad, limitaciones al derecho de libertad de pensamiento, supresión de la libertad de expresión, censura y autocensura a la libertad de medios de prensa, entre otros males, quiebre de la economía con altos impuestos y por ende de la democracia, a través de la inflación, sumado al irrespeto por los principios y valores del derecho y de la justicia universal, todo esto como política de Estado, en los que no discrimina tal modelo el éxodo de ninguna de las ideas políticas.
Vale recordar que en la dictadura de Chile, como en cualquier régimen totalitario, fueron también restringidos los derechos y libertades de expresión y todo lo que implican estos pilares del amor, la paz y la democracia.
A todas estas, diez años después de ese fatídico, episodio de 1989, teníamos en los albores del siglo XXI en Venezuela la peor tragedia sobre la política económica de la historia, retrotrayéndose a la secesión de la Independencia de América, vale decir, producto de las históricas vendettas coloniales de América; situación que sigue dejando hoy, en vilo el Esequibo, que muy bien con una Venezuela productiva y de libertades económicas, hace muchos años se hubiera podido rescatar ese territorio de forma económica y pacífica, sin tener que convertir ese territorio en otra injusta y desgarradora franja de Gaza.
En aquel entonces, finales del siglo XX, se le reprochaba al presidente Pérez, en tan sólo dos semanas de gobierno, liberal las tasas de interés, junto a la liberación del control de cambio, la devaluación de la moneda, la creación de un plan gradual para la privatización de empresas públicas, que sólo representan gasto, la eliminación gradual de los aranceles al comercio internacional, entre otras medidas sobre la política económica, que si bien no eran del todo políticas económicas liberales, representan, algunas un gran adelanto de reformas, como medida para la búsqueda de capitales de inversión nacional y extranjero, en las que se pudo aprovechar la explotación petrolera antes que Guyana y como resultado la generación de mayor empleo de calidad y un creciente desarrollo de la clase media, que es lo que requieren las naciones prósperas.
En ese sentido, la venta de empresas públicas improductivas que siguen representando un verdadero gasto burocrático e inútil, muchas sin rédito, que aún siguen siendo las cadenas que arrastran las políticas de economías fiscalizadoras, opuestas al libre intercambio comercial, principal fuente de la riqueza de las naciones.
Se cometieron errores, en ese entonces, para evitar una crisis severa en los estratos más pobres de la población, que sirvieron de argumento para que la antítesis política al liberalismo económico lograra el punto de inflexión que desembocó en el quiebre de la frágil democracia liberal que se tenía y por ende, la sociedad retrocedió a los sistemas anticapitalistas actuales de la Venezuela del exilio, basados muchos de esos errores en el keynesianismo, importado del desmoronamiento del antilibre mercado.
Todo esto generó el quiebre de la democracia, lo cual terminó siendo desfavorable hasta estos días para la sociedad, incluso para los partidarios de las conducción estatista de la economía. Para terminar, el conocimiento, contribuye como pilar fundamental para la libertad y desarrollo de todos.
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