OPINIÓN

El bárbaro ofende adrede y sin parar porque tiene sesos

por Alberto Jiménez Ure Alberto Jiménez Ure

No se trata de que conformemos un grupo [«global»] de individuos lúcidos, cultos y capaces de garantizarle al mundo que permaneceremos en sistemática puja por imponer el racionalismo frente al bárbaro: ese sujeto temible que se recicla y ofende adrede [alevoso] porque tiene sesos. No subestimemos su capacidad para urdir e impactar. No se trata de relevarlo en la conducción de cualquier nación desahuciada virtud al medalaganismo doctrinal, ni ajusticiarlo con propósitos publicitarios o aleccionadores. Todo salvaje debe morir conforme a su esencialismo, enfrentado a su merecido destino, y su fustigador -sin duda epistemólogo- inmortalizado sin previa praxis de verdugo. En tanto finita sea la percepción tribal de quienes somos nómadas activos o en fase de hibernación, dispersos por el planeta, así acaecerá cíclicamente. Pareciera no interesar a nadie, pero el filósofo aporta yesca al fuego que en todas partes los hombres encienden una e infinitas veces.

No se trata de superiores y mediocres en agobiante pugilato, sudorosos hacia lo que en días no aciagos y por venir podría instaurarse como el reinado del juicio. El bárbaro ofende adrede [alevoso y sin freno] porque tiene sesos, de eso se trata. Te gobierna y se reproduce, mira más allá de su aborrecible inmediatismo. Jugamos ajedrez con él, siempre desconociéndolo como formidable oponente. Nos desnuda y sodomiza envalentonado, gracias a su parque de armas letales y el silencio de la humanidad. Cuando, apartados del bullicio, divulgamos frases geniales que no conciliarán ni serán cosas distintas a discordias destinadas a purificar polémicas, ejercemos nuestra profiláctica función universal de purgar pasiones e incitar rebeliones. El oprimido lo está sin que a su lamentable condición pueda exhibirse la firma de un prorrogable contrato de tortura expedita.

No se trata de sabihondos esclavizados ni indoctos sometiéndolos a vejámenes. De pueblos resignados a vivir y morir en la miseria inducida, fortuita, castigadora de no se sabe [con claridad] qué pecados. No se trata de un purgatorio que aguarda al malo presunto, de una eternidad paradisíaca prometida por teólogos y vicarios a creyentes-fieles de palabras santas o mesianismo.

Se trata de criaturas expuestas a iniquidades, sin unciones divinas, sin juicios públicos o sumariales, que irán una tras la otra hacia sepulturas por ellos cavadas. De lo que se trata es que no existen «tratos», que estamos en el borde y ello significa límite o ultimátum. Es un duelo a muerte entre partes irreconciliables. Desafía y preséntate en campo de tiro. Mata o muere intentándolo. Es [a]hora.

@jurescritor