Salvo mejor opinión, el personaje del asesino a sueldo lo inaugura Alan Ladd en 1942 con la adaptación de una novela de Graham Greene: This gun for hire, algo así como “Esta pistola está en venta”. En rigor, más que el personaje del asesino a sueldo, la trama y las que lo seguirían no tratan del asesino a sueldo sino del asesino a sueldo traicionado por los que lo contrataron. Otro clásico del género sería El samurai (1967) con el cual Jean Pierre Melville inauguraba la trilogía de personajes gélidos que encarnaría Alain Delon, en uno de sus papeles memorables. Mucho más comercial fue Charles Bronson en The Mechanic (1972), revisitado por Jason Statham en 2011. Hay más ejemplos, pero la situación es previsiblemente la misma. Lo que atrae no es el trabajo, fuera de la norma pero rutinario al fin y al cabo, del gatillo a sueldo. Lo que justifica la trama es aquel trabajo, probablemente final, que se sale del patrón y obliga al protagonista a tomar medidas ad hoc.
David Fincher es uno de los nombres importantes del cine contemporáneo. Después de una carrera dilatada en la publicidad y los videos musicales dirige la tercera entrega de la ya cansada saga de Alien en 1992. Pero la película que despertará interés será -3 años y 8 videos musicales más tarde- la maldita Seven sobre un asesino serial metafísico en una desconocida ciudad gris en la cual siempre llueve. A partir de allí Fincher desarrollaría una obra desigual aunque interesante en un universo ominoso, siempre bordeando el policial pero atendiendo más a las personalidades y los juegos de poder que a las intrigas propiamente dichas. Más que estas tramas Fincher parece interesado en el gran tema del poder de un ser humano sobre otro, y no en vano es la mano maestra tras las primeras entregas de House of Cards, juego de poder si los hay.
Esta última entrega, financiada por Netflix, parte de un cómic y el primer rasgo a saludar es este apego a la imagen y a un estilo parsimonioso, complementado por una inicial voz en off. Las escenas describen la minuciosidad con la cual el asesino prepara el terreno y el golpe hasta un desenlace que precipita la huida y la acción en un periplo que abarca París, República Dominicana, Nueva Orleans, Miami y Chicago. El segundo rasgo es la elipsis. No sabemos ni sabremos nada del asesino ni de su circunstancia. Tal vez porque nunca deja de ser una historieta gráfica, los personajes actúan en el vacío y las acciones se despliegan arbitrariamente. Pero esto no hace menos atrapante la trama y la meticulosidad que rige los actos del protagonista. Apenas tenemos indicios de quién lo contrató y presentimos que no puede darse el lujo de dejar algún testigo vivo. Pero en la película no hay contexto, apenas unas virutas de lo que deben haber sido trabajos y lealtades anteriores que, en el mundo frágil de los asesinos a sueldo, se dan vuelta con la facilidad de un naipe. El personaje cambia de escenario, también de identidad o de fisonomía externa, pero siempre respeta una regla. Su apariencia debe ser la de un hombre común, porque como lo explica al principio, en el siglo XXI no hay forma de no ser fotografiado, entonces solo puedes pasar inadvertido si tu apariencia corresponde a un tipo que no llame la atención. No es ocioso que en general la apariencia sea la de un turista y que como tal visite lugares emblemáticos del planeta y se mueva en ambientes sociales varios que van desde un casino en Miami, hasta un club de alta gama en Chicago, pasando por paisajes caribeños en República Dominicana. Pero el logro mayor de Fincher está en hacer de unos jirones psicológicos y narrativos una película que pasea su terso suspenso de principio a fin y, al final, no deja más que interrogantes. No sabemos el móvil del asesinato fallido al principio, no sabemos quién era el contratante final, apenas si sabemos de una tenue relación con una mujer en el que parece ser su lugar seguro en República Dominicana. Fincher ha construido un maravilloso castillo de naipes con algunos trazos gruesos de una historia que se nos escapa y de la que asoman solo las emergencias, generalmente violentas. Tal vez esa sea la clave de las letras que faltan en su título. Probablemente porque en términos delictivos no hay crimen más abstracto que el asesinato por encargo. Volviendo a los antecedentes mencionados al principio, Alan Ladd, Alain Delon y Charles Bronson, trío disímil si los hay, están hermanados en sus filmes respectivos por la frialdad, el desapego y la distancia. Esta entrega se agrega a ese paradigma de forma magistral y atrapante.
El ase..no (The Kil..er). EE UU, 2023. Director: David Fincher. Con Michael Fassbender, Tilda Swinton, Arliss Howard.
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