OPINIÓN

El apoyo internacional

por Fernando Luis Egaña Fernando Luis Egaña

Cuando escucho que los asuntos venezolanos tienen que ser resueltos por los venezolanos, no puedo estar más de acuerdo. De eso se trata el ejercicio del poder democrático y participativo en un Estado independiente. Pero en Venezuela no hay poder democrático y participativo sino hegemónico, despótico y discriminatorio. Y por supuesto, no hay Estado independiente. Luego, la abrumadora mayoría de la población está excluida de tratar de resolver los graves e innumerables problemas que la afectan. Por otra parte, si por «asuntos venezolanos» entendemos las cuestiones cruciales, como debería ser, entonces no son solamente «asuntos venezolanos», porque se derivan, en gran parte, de la colonización castrista, y de las imbricaciones del poder hegemónico con la criminalidad organizada de medio mundo.

Todo ello ayuda a comprender el necesario apoyo internacional a la causa democrática de Venezuela, para que ésta pueda lograr la superación de la hegemonía y abrir una etapa de cambio para el bien común. El fanatismo de los voceros del oficialismo, y del paraoficialismo, es decir, supuestos opositores que se dedican a hacerle el juego a los mandoneros del poder, es de tal frenesí, que cuando alguien osa hablar del apoyo internacional, entonces es señalado como traidor a la patria. Pocas cosas tan absurdas y ridículas. Un demócrata venezolano debe estar orgulloso del historial de respaldo de Venezuela al establecimiento de muchos sistemas democráticos en países de América Latina y el Caribe, sojuzgados por dictaduras de derecha o de izquierda.

Por lo tanto, si un pueblo tiene plena legitimidad política para solicitar el apoyo requerido a la comunidad democrática internacional, ese pueblo es el venezolano. Nuestra lucha no se limita a rechazar un régimen opresivo y corrupto que impera en el territorio nacional. No. Nuestra lucha es para reivindicar la soberanía, ante la invasión nada silenciosa de Estados extranjeros e instancias foráneas de naturaleza político-militar-delictiva –de acuerdo con el derecho internacional– que depredan nuestros recursos y encuentran santuario e impunidad en las llamadas «autoridades» nacionales, que ni son autoridades porque son usurpadoras, ni tampoco nacionales porque los que mandan al final, hablan español con otros acentos, o chino, o ruso, o iraní, etcétera.

Lucho para que los venezolanos seamos los árbitros de nuestro destino, en democracia y desempeño soberano, en el contexto inevitable y aprovechable de la globalización. Y para que eso deje de ser una bandera de lucha y se convierta en una realidad, es indispensable el apoyo internacional; sea humanitario, sea político, sea institucional, sea económico, siempre de conformidad con la Constitución formalmente vigente, y los tratados válidamente suscritos, en especial en materia de protección de los derechos humanos. Ese apoyo internacional debe ser antes, durante y después del cambio para el bien común. Y para que sea eficaz, tiene no solo que fundamentarse en la catástrofe nacional, sino en la protesta y movilización social, conducida políticamente por dirigentes venezolanos de compromiso decidido por la reconstrucción de Venezuela.