El 21 de este mes finalizó la Cumbre Presidencial del G-7 en Japón con un apoyo determinante al presidente ucraniano en su resistencia ante la invasión de Putin que lleva más de un año y que cada día produce más muerte y destrucción en ese país sin que hasta ahora haya visos dentro de la comunidad internacional de un posible plan para lograr una tregua ni mucho menos un acuerdo que satisfaga a las partes en conflicto, revelando por una parte la inutilidad de las Naciones Unidas en cumplir con su rol de preservar la paz y seguridad internacionales y observando que dichos asuntos están siendo trasladados a otras instancias.
En este contexto, la invitación que se le hizo a Zelenski, no vía telemática como en otras oportunidades, sino presencial en la ciudad de Hiroshima, revela, o més bien, confirma el liderazgo que ejerce el presidente ucraniano tanto a lo interno de su país, con un ejército que mantiene la moral en alto a pesar de las adversidades y una población que apoya a su gobierno, como en el plano internacional donde ha ejercido una diplomacia exitosa, logrando sus objetivos y manteniendo la unidad en la coalición occidental en cuanto al apoyo logístico, suministro de armamento y ayuda humanitaria tanto para la población civil en su interior como la de la diáspora producida por la cruenta e ilegal invasión.
Destaco algunos aspectos que son parte del liderazgo demostrado en esa reunión: el aspecto sencillo en la vestimenta, con un atuendo que usan sus tropas regularmente que refleja que su pensamiento y alma se encuentra en los campos de batalla más que en los salones donde se llevan a cabo las reuniones, los gestos de sencillez y humildad en su trato con los mandatarios de los países económicamente más poderosos del planeta y su discurso directo y centrado en las necesidades de su país y del peligro que representa la invasión para el mundo occidental, especialmente Europa, fueron confirmados por la gestualidad de sus contrapartes. Las muestras corporales de afecto, amistad y solidaridad y sobre todo de receptividad a su presencia dicen mucho. En diplomacia el lenguaje corporal, su conocimiento, es una herramienta indispensable para identificar el significado dentro de un evento tanto como las palabras de un discurso. Detrás de todo ello hay unos atributos que son los que hacen un líder: visión humana, enfoque, persistencia, humildad y compromiso.
En contraposición observamos la imagen del anti líder en dos mandatarios, con sus diferencias obvias, pero con la visión en común de una errada conducción de sus políticas exteriores y aunque suene que son distantes y distintos, durante esta semana que acaba de transcurrir coincidieron en actuar como anti lideres. Empecemos con Putin.
Su comportamiento a lo interno de su país no necesita presentación. Es un dictador y punto. Su relacionamiento externo, con su diplomático Lavrov, aislado y errante en la comunidad internacional, se encuentra bajo la doctrina de considerar a occidente como su enemigo sistémico que busca la destrucción de Rusia. Esta actitud paranoica le impide buscar acuerdos, consensos, aceptar las diferencias o las opiniones, incluso de sus aliados y por tanto actúa aislando a su país y resguardándose bajo el mesianismo de volver a la época del esplendor imperial ruso, emular a Pedro el Grande, perpetuarse en el poder, imponer su proyecto personal por encima de los intereses de su país, de su bienestar y seguridad, llegando hasta el extremo de ordenar la detención del Fiscal y tres jueces de la Corte Penal Internacional y de felicitar a sus mercenarios y al ejército por la terrible destrucción de Bajmut. ¿Qué mérito tiene la destrucción total de una ciudad, su infraestructura y su población civil? Solo un antilíder lo puede ver.
Lula por su parte, bajo el lema de “Brasil ha vuelto”, viene de tropiezo en tropiezo por su posición frente a la invasión rusa. Desde que tuvo que retractarse de sus declaraciones sobre los Estados Unidos y su papel en el conflicto después de su regreso de China, ha venido manteniendo una actitud errática, de contradicciones, la más evidente la de sus declaraciones y conducta en la reunión del G-7 en la cual se le pidió se entrevistara con Zelenski y dijo no saber, luego que no había compatibilidad de agenda, luego que si pero que el ucraniano había llegado tarde y finalmente “lamentó” no haberse reunido. Un video en los medios de comunicación no puede ser más elocuente: Zelenski entra a la reunión con muestras de afecto de todos lo presentes, incluso Modi de la India, mientras Lula mira fijamente unos papeles, concentrado totalmente, como si ello fuese lo más importante del mundo, ignorando totalmente a la estrella de la cita, sin el más mínimo gesto que obliga la elemental cortesía que es la de saludar, aunque hubiera sido con la mirada. La elocuencia de su inacción no traerá nada bueno para Brasil en sus relaciones con occidente, especialmente de aquellos que hicieron el esfuerzo de invitarlo para nada.
En consecuencia, habría que preguntarse si este es el comportamiento de un líder, tal como él pretende y así ha sido el proyecto de Itamaraty de que ese país sea el primus inter pares en el subcontinente, desde Venezuela hasta la Patagonia. Evocando sus dos gobiernos anteriores: ¿Cómo va a liderar un encuentro como el de la Celac-Unión Europea este año con esa posición prorrusa tan abierta, sin tomar en cuenta que Brasil se encuentra en una región del mundo caracterizada por modelos democráticos y liberales, salvo tres excepciones? ¿Asume Lula que su comportamiento es compartido y aplaudido por la clase política brasileña e incluso iría mas lejos, por sus asesores en política exterior?
Aquí tenemos que coincidir en que Lula y Putin demuestran que son dirigentes que tienen como objetivo principal lograr sus propias metas y no las de sus países y que para ello asumen posiciones que pueden calificarse de soberbias, egoístas, deshonestas, temerosas e inseguras, justamente lo que identifica a los antilíderes.
Estos son espejos donde deben verse lo dirigentes latinoamericanos y quienes aspiran a serlo. Más importante aún es que los pueblos no se dejen convencer con discursos que son ofertas engañosas. Averiguar la trayectoria de los candidatos seguramente dará una idea de cómo será su ejercicio del poder y no caer en estas seguidillas de desaciertos que vienen ocurriendo en América Latina. Pedro Castillo quedó al descubierto. Veremos qué sucede con Lula y Petro.
«Ningún hombre será un gran líder si quiere hacerlo todo él mismo u obtener todo el mérito para sí mismo por hacerlo», Andrew Carnegie.