¿Cuántas ilusiones están puestas en este año nuevecito? Siempre el fin de año y el inicio del siguiente es una oportunidad para plantearse y soñar metas, personales, familiares, empresariales, deportivas. Todos deseamos que el año que comienza traiga aun mejores cosas que las muy buenas vividas en el que expira. En ocasiones, como esta que nos engloba a los venezolanos, hay una aspiración colectiva que una vez resuelta, satisfecha, concretada, hará que otras resurjan, vibren y nos alegren a todos, y todas, los días y la vida.
Es una aspiración colectiva porque la inmensa mayoría así lo ha decidido. Hay un punto de unión mágico en el que los venezolanos, por encima de las penurias y las estrecheces, confluimos. Si lo pensamos bien, y estos días se prestan para tal cosa, es una situación extraordinaria: en cualquier parte del país, en la casa más encopetada, o en la humilde entre las humildes, hay un sentimiento similar, un deseo compartido. En todos, incluso en más que los que votaron el 28J, o que ese histórico domingo escogieron la opción contraria a la mayoría, anida el sueño de la libertad, el valor más preciado de nuestra existencia.
La RAE define la libertad como la “facultad natural que tiene el hombre (el ser humano) de obrar de una manera o de otra, y de no obrar, por lo que es responsable de sus actos”. Es, también, el estado o condición de quien no es esclavo, ni está preso. En los sistemas democráticos —sigue la RAE —, es el derecho de valor superior que asegura la libre determinación de las personas.
Nosotros, los seres humanos, estamos concebidos para vivir y crecer en libertad. Nosotros, los venezolanos, por nuestra historia libertaria, por lo que fuimos hasta hace muy poco, nación abierta a gente venida de cualquier parte, tenemos el derecho a vivir y disfrutar la libertad. Es más: nos la merecemos porque hemos luchado incansablemente por ella.
Después de que la alcancemos, porque lo haremos, que no quede ni una pizca de duda de tal convicción compartida, tendremos que saber qué hacer con ella. Regarla, mimarla, apreciarla como ese bien intangible más valioso que la casa y el auto o cualquier otra pertenencia. Como la energía que nos ilusiona y nos mueve, capaz de derribar barreras de cualquier tipo para el crecimiento personal y colectivo, para que nos sintamos orgullosos del país al que pertenecemos, porque en nuestro país se respeta la forma de pensar, de vivir, de amar, de trabajar, de desplazarse, de vestirse; porque nuestro país es justo y solidario, es abierto y curioso, es firme y a la vez compasivo.
Compartamos este sueño y hagámoslo realidad. Nada puede detenernos si mantenemos, con coraje indomable, la esperanza de la libertad. Quienes se oponen representan un patético pasado, sin vida, sin ilusión, sin fuerza ni razón. Así que reforcemos la convicción de que podemos hacer de 2025 un año verdaderamente feliz. Muy feliz. El más feliz.
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