Carter fue mucho mejor expresidente que presidente, y se ha ido este 2024 que concluye dejándonos una herencia de talante negociador, aptitud hoy más necesaria que nunca, habida cuenta de la polarización extrema que vive el mundo. Pero el año que nos deja ha sido el de Donald Trump, que vuelve a la Casa Blanca tras una victoria arrolladora y contra pronóstico, considerando que mientras que al republicano apenas le apoyaba Elon Musk, la perdedora Kamala Harris contaba con la ayuda del sistema entero: el gran dinero, las grandes corporaciones, las tecnológicas, las industrias agroalimentaria, farmacéutica y militar, y la inmensa mayoría de los medios de comunicación. Los mismos lobbies que empiezan a meter cizaña entre Musk y Trump, con la idea no confesada de provocar una guerra entre millonarios que tire por la borda la gestión de la nueva administración. Todo puede ocurrir, ciertamente. Ambos tienen demasiado dinero y demasiada personalidad, y en cualquier momento pueden saltar chispas. Acusa la prensa progresista a Trump de haberle dado poder a un multimillonario que no ha sido votado ni elegido por nadie, olvidando que a Soros, el padrino de Biden, Kamala y Obama, tampoco le eligió nadie y mandaba más que todos ellos juntos. La diferencia es que Musk da la cara mientras que Soros trabajaba en las cloacas, controlando resortes del poder tan enormes como la financiación del Partido Demócrata y algunos organismos supranacionales. Quien pone el dinero quiere cobrárselo de una u otra manera, y en eso habría poca diferencia entre los patrocinadores de los dos candidatos.
Solo que Trump es mucho Trump y sus actuaciones son imprevisibles. En su lista de nombramientos los hay de gran sensatez, pero también muchos apellidos que chirrían, por estrambóticos o antisistema. Una cosa parece clara: el primer y principal objetivo del nuevo presidente es recuperar la economía, algo que ya hizo en su anterior mandato. Parece bastante plausible que ello suceda, teniendo en cuenta los desastrosos números de Biden, amén de la acreditada experiencia del republicano en gestión. Más complicados parecen otros objetivos que ha dado a conocer en los últimos días, y que llaman la atención por su excentricidad. Recuperar el Canal de Panamá, comprar Groenlandia o incorporar Canadá a la Unión, más parecen bravuconadas que objetivos al alcance de la mano. Sabido es que a Trump le gusta extremar las situaciones para poder negociar mejor, obteniendo a la postre mayores rendimientos. Lo hizo en su anterior mandato en política internacional con Corea del Norte, y con México en materia de inmigración. Algo parecido puede ocurrir con los casos antes citados, igual que en Venezuela. Donde no cabe duda que habrá cierre de filas es en la política sobre Oriente Medio, con apoyo total a Israel. Y en Ucrania está obligado a encontrar una solución para el fin de la guerra, después de reiterar que acabaría con el conflicto en 24 horas. Escalar frente a Putin, como está haciendo Biden, no parece una gran idea, habida cuenta de que el ruso es de los que responde, y tiene un arsenal de misiles balísticos hipersónicos que da para pensar. Tanto, que son muchos los que creen que no sería ninguna mala idea volver a editar las políticas de distensión de la guerra fría.
Artículo publicado en el diario La Razón de España
Noticias Relacionadas
El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!
Apoya a El Nacional