San Juan Pablo II
Vatican Media

“No tengamos miedo, por más poder que tenga es sólo un hombre”

Karol Wojtyla (San Juan Pablo II)

Chile 1987, la barca de Pedro transportaba a su Santidad Juan Pablo II. El Pontífice bueno y cercano llegaba a una sociedad sangrante, lacerada y con heridas abiertas. Reconoce con valentía que el estadio que le sirvió de recinto para externar el mensaje tenía una oscura historia: ese estadio, lugar de competiciones, “también fue el lugar de sufrimientos en épocas pasadas” (Wojtyla, 1987). Una reflexión valiente de este santo varón de Cristo que hizo ante aquella audiencia compelida bajo los dispositivos del poder de Weber basados en el “miedo y la represión” (Weber, 1997). Aquella reflexión hecha sobre el recinto en el cual se realizaba el encuentro con la juventud levantó el dispositivo de control basado en el miedo y llevó a toda la audiencia a ponerse de pie y exigir la dignidad humana.

Especial interés causa el llamado al sentido crítico, que no puede agotarse en la denuncia simple de los males existentes, sino en el ejercicio de las virtudes cardinales que nos impone Cristo en su dimensión humana, así “el sano optimismo cristiano robará el terreno al pesimismo estéril y os dará esperanza en el señor” (Wojtyla, 1987). El llamado del vicario de Pedro es hacia la búsqueda y defensa de la dignidad humana, una dignificación que fructifique en la libertad y la lucha en contra del mal. Es imposible vencer al mal con el bien si no se tiene el sentido de Dios, el hombre ha construido un mundo que se volverá contra el hombre a causa de la connaturalidad del mal.

En aquellas y estas terribles condiciones parece utópico llamar a la reversión de la maldad con la sola acción antropológica, para ello es menester realizar un viaje de introspección hacia el ser a los fines de advertir la práctica efectiva de la libertad y de la dignidad, existen aún en medio de las adversidades las capacidades para la libertad y el desarrollo, habilidades que despiertan en la experiencia de Cristo vivo, crucificado y resucitado.

“¡No tengáis miedo en mirar a Cristo, es más que un sabio, más que un profeta y muchísimo más que un reformador social, Jesús es el logo, el verbo de Dios, que viene a compartir nuestra existencia, ante cuyo contacto despunta la vida, lejos de él reside la muerte, tenemos sed de vida eterna” (Wojtyla, 1987).

Ese comando decanta en un grito de afirmación y de aplausos en medio de una sociedad lacerada y sangrante, es un verdadero mensaje de vida: “Buscad a cristo, vivid en cristo” (Wojtyla, 1987). Juan Pablo II hace un llamado ante los jóvenes a que Jesús sea la piedra angular en la vida de los hombres: “Es imposible que exista auténtico crecimiento humano, en la justicia, en la libertad y en la paz si Cristo no se hace presente con su fuerza salvadora” (Wojtyla, 1987). Justo esa exhortación hacia la libertad produjo en la audiencia el visceral estímulo para aplaudir frenéticamente y con ojos nublados, tras los llantos comprimidos gritando a un solo coro el deseo de ¡libertad!, todos los jóvenes se volvieron hacia la construcción de un personaje colectivo, un único agente purgante y sufriente, de los atropellos, eso que es escándalo, humillar al pequeño y que en dimensión teológica supone atarse una roca al cuello y lanzarse a un pozo. El exhorto es siempre hacia la libertad y la construcción útil de la dignidad humana.

El mensaje del santo varón es interrumpido por el personaje colectivo, de los que sufren la opresión, este discurso inspirado por el paráclito que insufla valentía llega al clímax al conminar con la valentía propia de la fe, esa que nos lleva a desterrar al odio, la ira y la soberbia de nuestra cotidiana existencia. En palabras de Juan Pablo II, el mensaje se comprime en este éxtasis de liberación:

“Cristo nos está pidiendo que no permanezcamos indiferentes ante la injusticia, que nos comprometamos responsablemente en la construcción de una sociedad más cristiana, una sociedad mejor, para esto es preciso que alejemos de nuestra vida el odio, que reconozcamos, como engañosa, falsa e incompatible con su seguimiento, toda la ideología que proclame la violencia y el odio como remedios para conseguir la justicia. ¡El amor vence siempre! … ¡El amor vence siempre. Como Cristo ha vencido, el amor ha vencido, el amor vence siempre, aunque en ocasiones, ante sucesos y situaciones concretas pueda parecernos impotente, ¡Cristo parecía impotente en la Cruz! ¡Dios siempre puede más! (Wojtyla, 1987).

Luego de este mensaje, la ovación frenética del público se hace imposible de contener, pues “el lenguaje como dispositivo relacional permite construir la idea, desde el yo interior hasta la comprensión del mensaje, incardinado en el mismo marco común de pensamiento” (CK & Odgen, 1984). Encontramos en este mensaje el legado de su santidad, relacionado con la dignidad humana y la verdadera naturaleza de la necesaria progresividad del ser.

Son muchas las coincidencias de nuestra atormentada Venezuela, regida por la idolatría del mundo, por la perversión y el mal. Ante ello debemos tener una postura sólida, con las virtudes comprometidas del cristiano, nuestro país devenido fardo sangrante, Cristo atormentado, debe de reconocerse en la figura del verbo, en toda la postura pletórica de la divinidad desde una perspectiva humana.

En estos brutales 32 años, de los cuales 26 han sido del torvo ejercicio del poder, el país ha sido expoliado de verdades, de certezas y de la elemental dignidad humana, escindido de paradigmas y hasta de fe, somos una sociedad absolutamente extraviada en incertidumbre absoluta, imbuida en un insoportable estado natural. “Una sociedad brutal, violenta e insegura” (Hobbes, 1940).

El exhorto final es a que asumamos la responsabilidad social de no tener miedo, para evitar la parálisis del espíritu, detener el daño antropológico y comenzar a revertir el escollo que ha supuesto esta tiranía en nuestra sociedad; es menester rescatar la incompatibilidad del odio y la violencia como medios para el abordaje de la solución de la justicia en temas sociales, esta es la máxima enseñanza. Toda tiranía es incompatible con la dimensión ontológica del hombre, en suma, es el chavismo incompatible con la esencia humana, aviesa desde el inicio, perversa en sus planes y medios de acción, en síntesis malvada y retorcida.

Empero, no tengamos miedo y miremos en Jesús nuestros agobios y anhelos de justicia, dignidad y libertad.

Referencias

CK, R., & Odgen, I. (1984). Significado del Lenguaje. Barcelona: Paidos.

Hobbes, T. (1940). Leviatán o los asuntos del poder y el bienestar común Eclesiastico y Civil . México: Fondo de la Cultura Económica.

Weber, M. (1997). Economía y Sociedad. Santafé de Bogotá: FCE.

Wojtyla, K. J. (1987). https://www.youtube.com/watch?v=59J1PWb_DZY. Obtenido de https://www.youtube.com/watch?v=59J1PWb_DZY


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