Sobra la especulación sobre los motivos de la detención de Genaro García Luna en Estados Unidos. Asimismo, afloran rumores y acusaciones veladas en torno a su posible comportamiento al ser presentado ya ante un juez en Brooklyn. Abundan, por último, los chismes sobre la identidad de sus principales colaboradores, cómplices o colegas en México. Trataré de poner un poco de orden en todo esto.
La pregunta en labios de todos es obvia: ¿por qué cambió de opinión el gobierno de Estados Unidos en relativamente poco tiempo? García Luna pasó de ser el secretario o policía consentido de las agencias norteamericanas, hasta 2012 como funcionario en activo, y hasta hace pocos meses como residente permanente en pleno proceso de naturalización. Se ofrecen varias explicaciones.
La primera, seguramente cierta, pero no suficiente, consiste en concluir que las acusaciones surgidas en el juicio del Chapo en Nueva York, sobre las cantidades de dinero que recibió García Luna, no habían aparecido antes. Tal vez los fiscales que hablaron con el hermano o con el hijo del Mayo Zambada las habían escuchado antes, pero no escalaron en la jerarquía del aparato estatal estadounidense. Empezaron a investigar esas acusaciones y brincaron muchas más; comenzó una vigilancia estrecha a García Luna, y cuando se hallaron conformes los fiscales del Eastern District de Nueva York, solicitaron una orden de aprensión a un gran jurado. Esta es la fácil, y no debe descartarse en vista del caos que es el gobierno de Trump y de la mecánica infernal del sistema de justicia de Estados Unidos. No todo viene desde arriba.
Una segunda explicación radica en una maniobra electoral de Trump. ¿Habría decidido volver a la cargada con su antimexicanismo de 2016, buscando movilizar a su base a través de las denuncias de una invasión migratoria, de una inundación de drogas, sobre todo fentanilo y heroína procedentes de México, y de la corrupción generalizada en el país vecino? Qué mejor ejemplo y caso que el de García Luna. A esta se le puede agregar una variante: encarcelar y juzgar a García Luna equivaldría a condenar al gobierno de Obama. ¿Quiénes eran los amigos de García Luna? Eric Holder, Hillary Clinton, la directora de la DEA, el embajador en México, y desde luego, el vicepresidente Biden. ¿No es para tanto? Visto el papel del tema de la corrupción en el caso de Ucrania y el impeachment de Trump, nada se puede descartar.
Sobre la decisión de García Luna ante la justicia norteamericana, ya sabemos, según lo declaró uno de sus abogados, que por ahora, por lo menos, la opción de declararse culpable y negociar una sentencia está descartada. Esto encierra varias implicaciones, pero entre otras, figura la casi inevitabilidad de un juicio público, de una ofensiva de los fiscales de EDNY, de la necesidad de llamar a testigos de defensa. Puede resultar en un juicio del sistema político y administración de justicia de México, mucho más demoledor que el del Chapo. Es algo que nunca hemos visto.
Por último, el tema de los amigos de García Luna en México puede también revestir implicaciones graves para el sexenio de Calderón (y en menor medida de Fox). Ya empiezan la congelación de cuentas, las filtraciones, las versiones de corrupción desvinculadas del caso estadounidense. Allí hay mucha gente implicada, en el aparato de seguridad y el gobierno de Calderón desde luego, pero también en las fuerzas armadas y en el empresariado. El alcance del ventilador se puede volver incontrolable.