OPINIÓN

El agua del coco

por Antonio Guevara Antonio Guevara

El coco de una investigación

En una investigación las casualidades pueden resultar extrañas y, por ende, despiertan sospechas legítimas. Es natural en quien investiga. Cada vez que se descubre una serie de coincidencias inusuales en estos ámbitos, se plantea la necesidad de examinar cuidadosamente las circunstancias para determinar si hay algo más que simples accidentes fortuitos. En la duda se cuelga generalmente cualquier conclusión.

Las casualidades pueden ser el resultado de una cadena de eventos impredecibles o pueden ser utilizadas estratégicamente para ocultar la verdad. En ocasiones, los investigadores (policías, periodistas, militares, fiscales, científicos, escritores, etc.) encuentran demasiadas coincidencias que parecen favorecer a ciertos intereses o encubrir información crucial que mantiene encubierta la verdad o una parte. Estas situaciones generan dudas sobre la integridad del proceso de investigación y la objetividad de las conclusiones. En el tiempo eso se asienta y contribuye a descubrir la realidad. Cuestión de paciencia y perseverancia en seguir el rastro. Luis Miquelena en el entorno original y más cerrado del entonces candidato a la presidencia Hugo Chávez no fue un evento surgido de una contingencia. No fue una casualidad.

En lugar de ignorar o descartar las casualidades, es esencial que se analicen detenidamente. La conexión entre los diversos eventos aparentemente aleatorios puede proporcionar pistas importantes y enhebrar la narrativa de conclusiones creíbles. Los investigadores deben considerar todas las posibilidades, evaluar cuidadosamente la evidencia y seguir las pistas que surjan de estas casualidades sospechosas. La presencia del general Alberto Müller Rojas en el primer anillo de la revolución no fue una circunstancia fortuita. Fue un diseño.

Es importante que la investigación se lleve a cabo de manera imparcial y transparente, para evitar que las casualidades sean utilizadas como herramientas de manipulación o encubrimiento. La búsqueda de la verdad debe ser siempre el objetivo principal, y las casualidades deben ser tratadas con la seriedad que merecen. La designación del coronel Luis Alfonso Dávila como jefe de la campaña electoral del 6 de diciembre de 1998 no surgió como secuela de una inspiración onírica de Chávez la noche anterior de su primer contacto en 1995. Se trató de un plan.

En resumen, las casualidades en una investigación política, policial, periodística, judicial o militar pueden ser extrañas y deben ser consideradas con cautela. Al analizar y enhebrar cuidadosamente la narrativa de las conclusiones creíbles, se garantiza una investigación sólida y justa que cumpla con los más altos estándares de integridad y transparencia. Al final la profundidad de haber metido el escalpelo en el lugar indicado aproxima, pone cerca y arrima a la verdad. Y siempre queda un margen al que no se llega por distintas circunstancias. Ese saldo antes de la meta de la exactitud generalmente es cubierto con la imaginación del autor cuando se trata de textos periodísticos o literarios; cuando es de policías e investigadores judiciales allí está la duda razonable donde se escabullen y se diluyen las sindicaciones de inocencia o de culpabilidad, según sea el caso. El coloquial derecho al pataleo. Allí se empieza a pasar de la casualidad a la causalidad.

La flor del coco

La política en general pone en la misma mesa a gente de honor y pillos, a ovejas y zorros. En esta infeliz coincidencia de alineación astronómica del equipo de campaña original de Hugo Chávez durante la campaña electoral en la primera elección del 6 de diciembre de 1998 ¿por dónde creen ustedes que le entró el agua al coco en eso de los dineros extraños a las finanzas electorales? Estos eran los integrantes iniciales. El coronel (Ej.) Luis Alfonso Dávila, jefe de la campaña; el señor Luis Miquelena, administrador y jefe de las finanzas; y el general de división (Ej.) Alberto Müller Rojas, jefe de las operaciones. Dávila entra al equipo de Chávez a partir de 1995, su vinculación con el comandante, a la fecha, había sido eminentemente profesional. Ambos del arma de caballería y blindados; y con contactos mientras aquel había sido comandante de algunas unidades con jurisdicción en Apure y Guárico. Después del retiro se dedicó a sus negocios de la ganadería en su finca. Cuando hacen contacto ya este había salido de la cárcel el 26 de marzo de 1994, y en ese paréntesis le llega la confirmación de la invitación que le hacía Fidel Castro para visitarlo en Cuba. Después de ser recibido al pie de la escalerilla por el propio barbiespeso en persona y de los discursos en la Universidad de La Habana, el 17 de diciembre estaba en Santa Marta para rendir un homenaje personal a Simón Bolívar El Libertador en la quinta San Pedro Alejandrino. El historiador de La Habana, Eusebio Leal reseñó así la visita “Fidel descubrió en Chávez a un diamante que alcanzaría las cotas más altas en el discurso político, revolucionario e internacionalista”. Mire usted, fue un perfecto diamante en bruto que se pulió en el tiempo para ventura económica y política de Cuba y para desgracia de los venezolanos. Eran los tiempos del periodo especial en la isla y las penurias económicas se expresaban en la mayoría del pueblo. Ese Chávez de safari crema claro y con ambiciones políticas había que colocarlo en el poder en el Palacio de Miraflores. La oportunidad petrolera perdida ante la rotunda negativa del entonces presidente electo Rómulo Betancourt en la reunión de 1959, estaba allí, descendiendo del avión de Viasa. Solo había que manipularlo y convencerlo de convertir en votos la enorme simpatía que se había capitalizado después del famoso “Por ahora”. A esta altura del texto en el trío del comando de campaña ¿dónde está precisado el poro germinal del coco de la campaña? Ese por donde le entra el agua de las finanzas no muy santas.

En Colombia, Chávez hace ¿coincidencias? con algunos factores de la guerrilla y con Gustavo Petro, el actual presidente de Colombia, quien venía de desmovilizarse del movimiento guerrillero M-19. De esa época lo acompañaron en Santa Marta el teniente Rafael Isea y el señor Angiolillo, padre del actual mayor general (Ej.) Pascual Angiolillo Fernández. Mientras el comandante discurseaba y peleaba con los generales y almirantes colombianos que se oponían a su presencia en el sitio histórico; Dávila no había aparecido en el entorno, pero el general Müller si desde los tiempos previos al 4F en que formó parte del gabinete de sombra del general Fernando Ochoa Antich y en sus momentos políticos como gobernador del Territorio Federal Amazonas durante el gobierno del presidente Jaime Lusinchi y en su curul del parlamento donde hizo llave con (a) Fausto; él como senador y Alí Rodríguez Araque como diputado, ambos por La Causa R. No es necesario abundar en detalles que el hombre de Fidel en Caracas desde los años 60 lo fue el exguerrillero y factor intelectual colegiado en el secuestro del industrial norteamericano William Frank Niehous. Y Miquelena, la estrella rutilante de los sindicatos durante la época del general Pérez Jiménez, a quien la prisión y las torturas curtió en una gran amistad con mucha gente, especialmente con José Vicente Rangel desde los tiempos de URD y el periódico Clarín. Un largo paréntesis desde 1964 en la política para dedicarse a los negocios solo fue interrumpido con la aparición de Carlos Andrés Pérez en cadena de radio y televisión, en la madrugada, denunciando el golpe del 4 de febrero de 1992.

El 2 de febrero de 1999, con la información suscribiendo el decreto llamando a referendo para una Asamblea Nacional Constituyente, ese mismo impulso del nuevo presidente de la república anuncia parte del equipo que le acompañaría en la gestión. Luis Alfonso Dávila había sido electo senador con Luis Miquelena en las elecciones de 1998. Aquel se va a presidir el Congreso y este ocupa cargo en el Ministerio de Relaciones Interiores, desde donde pasa a presidir la Asamblea Nacional Constituyente que originó la actual Constitución de 1999. Müller fue enviado como embajador de Venezuela en Chile. Después vino una fractura conveniente y nada casual. A Dávila lo distanciaron de Chávez sus históricas convicciones y solo le conoció a este una cara de las mil que le atribuyò después. A Miquelena la corrupción de las impresiones de la Constitución Nacional con Micabu se lo llevó antes del 11 de abril de 2002 y a Müller el codo imprudente y su incompetencia. José Vicente Rangel designado ministro de Relaciones Exteriores y Alí Rodríguez Araque en el Ministerio de Energía y Petróleo en ese primer gabinete, ocuparon el protagonismo del entorno político a partir de ese entonces y al final murieron en sus propios honores rojos dentro de la revolución bolivariana. Solo esperan la hora de la oportunidad para entrar al Panteón Nacional. ¿Se tiene una noción en este momento de la vía de entrada del agua blanca al coco rojo de la campaña presidencial de 1998?

La fuente del agua del coco

El Chávez que fue a La Habana en 1994 era un diamante en bruto, opaco e irregular en sus formas, distinto del que llegó a Colombia a finales de ese año y que ya había sido dividido en la parte que le interesó al líder cubano trabajarle. El ego. Tallarlo y darle la forma revolucionaria en la que solo medió en la oferta del financiamiento a través de la triangulación con los dólares de las FARC-EP que estaba calificada en ese momento como el más grande cartel de cocaína del mundo, con un montante por servicios de financiamiento que sería asumido en el tiempo futuro con cargo a Venezuela y… su futuro. El corte y la pulitura de las facetas del brillante iría agarrando esplendor en el desarrollo político. Ya ven ustedes cómo lo agarra después de 25 años de revolución bolivariana y con total dependencia política de La Habana.

La factura por la campaña electoral estaba en mora desde el día uno del nuevo régimen, pero con este horizonte del equipo ejecutivo designado, y de cara a esa nomenclatura y sus intrincados rollos de relaciones políticas, y con ese panorama de relaciones más claro. ¿Por dónde creen ustedes que se le metió el agua de las finanzas del Caguán para las movilizaciones del coco del equipo de campaña?

En el intermedio se decía que la política –en todo el mundo– convoca en casualidades distanciadas de causalidades, a pícaros con gente de bien que tiene la ingenuidad como bandera personal. El tiempo se encarga de segregarlos y separarlos como cuando se mezcla el agua con el aceite. O como cuando se cometen errores y se asumen en integridad públicamente. Eso ocurrió con 56% de los venezolanos que vota por Hugo Chávez en la campaña electoral de 1998. El otro 44% votó contra las 999 caras que no se le conocían y acertó en la diana. La separación del agua con el aceite en la política son el paso de la casualidad a la causalidad.

Armas inicialmente, participación política después como factores beligerantes, proceso de paz en La Habana y el despeje del camino hacia la Presidencia de la República en Colombia. Gustavo Petro está en la Casa de Nariño. Todo eso lo obtuvieron las FARC-EP desde las montañas del Caguán alentadas por las causalidades de una fina estrategia política montada en el Palacio de Miraflores y alineada por los dictados de La Habana. Como si terminaran de pasarle un trapito al diamante ya pulido que llegó bruto y recién sacado de la entraña política venezolana al aeropuerto cubano una tarde de diciembre de 1994.

Diferenciando casualidades de causalidades… ¿Por dónde creen ustedes avispados lectores que le entra el agua al coco en 1998? ¡Porque esa factura había que pagarla y los venezolanos aún la están honrando a costa de su miseria y su destrucción!