Con brillantes escenas de acción, pero un argumento blando y desordenado, El Agente Invisible de los hermanos Russo para Netflix es una mezcla confusa de géneros. Por un lado, pretende ser una película de acción y un thriller de alto calibre. Pero al otro extremo, ser el inicio de algo mayor, mucho más ambicioso que lo que el argumento de la película muestra. El resultado es una historia dispareja, irregular y sin alicientes, pero también, con un apartado visual notable.
Uno de los puntos más desconcertantes del film El Agente Invisible de Netflix es la incapacidad del argumento para abarcar todas sus ambiciones. Por un lado, se trata de un thriller en que un héroe a regañadientes, debe enfrentarse a un hábil villano. Al otro extremo, una estructura que analiza el poder y sus ramificaciones como parte de un contexto inquietante. Pero en realidad, la nueva película de los hermanos Russo es poco más que una instantánea correcta del género de acción. Y lo es, en la medida que el argumento es incapaz de sostener sus mejores puntos. O, en cualquier caso, de profundizar en sus sutilezas.
El Agente Invisible, como premisa, parece sólo atravesar dos puntos. El extremo visual, en que las piruetas visuales resultan apabullantes, es una combinación de técnica e ingenio de considerable valor. Al otro lado, los momentos en que trata de justificar el comportamiento de sus personajes. O al menos, hacerlos creíbles. Pero el guion no tiene la suficiente densidad para lograrlo, de modo que el film parece flotar en sus interminables escenas de acción. Con problemas para relatar una historia que intentar profundizar en maquinaciones, estrategias y decisiones basadas en la experiencia técnica, el film decae en su primer tramo. En específico, cuando lucha por adentrarse en la psicología de personajes planos, torpes y la mayoría de las veces, más concentrados en mostrarse atléticos que brillantes.
De hecho, la película encuentra sus mejores momentos cuando sus dos personajes principales deben enfrentarse entre sí. Court Gentry (Ryan Gosling) es un asesino a sueldo de la CIA en fuga. Y es la forma en que la película narra la eventualidad de la osadía y arrojo de Gentry lo que sostiene al personaje. Más allá de su reflejo como elemento independiente de un cruel y eficiente mecanismo mayor, la premisa a su alrededor tiene poco que decir. Los hermanos Russo, que han demostrado una habilidad más que convincente para narrar historias a gran escala, tienen dificultades para lo específico. En particular, cuando deben profundizar y analizar el motivo que impulsa a su personaje hacia regiones nuevas.
Al otro extremo, se encuentra Lloyd Hansen (Chris Evans), un asesino psicópata que parece resumir todos los clichés del género. Sonriente, siniestro e implacable, el Hansen de Evans es una combinación festiva y poco convincente de algo más siniestro. De hecho, los hermanos Russo (que también escriben el guion), parecen incapaces de analizar y construir una idea acerca de esta figura imparable y cruel. ¿Su propósito es sólo matar? ¿O hay algo más oculto y más sugerente en su salvaje ferocidad? No hay mucho que decir de un personaje que al parecer es una versión genérica del usual sicario sin nada que perder y todo que ganar. Pero para una película que intenta demostrar que el asesinato es un punto de valor — o al menos, reviste significado — la idea es complicada y dura.
Un recorrido extravagante hacia una historia plana
Después de un prometedor primer tramo, El Agente Invisible se queda pronto sin mucho qué decir. O al menos, más allá de este juego del gato y el ratón que se sostiene sobre poco e intenta mostrar mucho. Desconcierta que la película sea tan vacía, con tantos elementos a su favor. Los hermanos Russo convierten el espectáculo visual en una línea de condiciones y versiones sobre la acción competente y sólida. Los actores enfrentan el dilema de dotar de identidad a personajes inverosímiles, que flotan en medio de un mar de clichés cada vez más exagerados.
Uno de los puntos más bajos de El Agente Invisible es construir el enfrentamiento entre dos hombres peligrosos, en un dilema de decisiones incorrectas. Ninguno de los personajes centrales tiene una verdadera solidez. Y mientras el atormentado Gentry de Gosling intenta detener al sicario que tiene por misión asesinarle, la sensación es de confusión. La de motivos, al no estar claro del todo como Gentry terminó en una situación semejante o en cualquier caso, como fue su única opción. La de la capacidad tanto de asesino como presa para utilizar la violencia con fines más refinados que estallar objetos o protagonizar balaceras coreográficamente perfectas. Poco a poco, la película se debate entre dos regiones por completo distintas que no logra reconciliar. La violencia como último recurso y a la vez, el camino idóneo e inevitable, para ambos personajes.
Por su parte, el Hansen de Evans es una combinación desordenada de lugares comunes de personajes semejantes. Es evidente el intento del actor por crear algo por completo nuevo a sus papeles más conocidos. Pero falla no en planteamiento, sino en la solidez de sus motivaciones. Cruel, irónico y cada vez más retorcido, este sicario que sólo debe cumplir una misión, parece dejar claro lo hará de la manera que sea. También, que sus recursos son amplios, enrevesados y cada vez más complicados. Pero ninguna de esas visiones sobre la habilidad del asesino, se muestran del todo. El argumento no las tiene todas consigo para sostener la condición del mal como una decisión inevitable. Pero mucho más complicado aún, de la forma en que este asesino opta por ser cruel de una manera refinada e incluso burlona. El recurso solo funciona cuando Evans se permite ser algo más que un estereotipo y eso no sucede con frecuencia.
El Agente Invisible, mucho ruido, pocas nueces
Con 200 millones de dólares de inversión, El Agente Invisible es una de las películas más costosas de Netflix. También, la destinada a abrir la puerta quizás a una secuela o ser el origen de un universo mayor. La historia, basada en el libro homónimo de Mark Greaney, tiene todas las papeletas para ser algo más que un film genérico de balaceras y persecuciones. Y en varios puntos, casi logra rebasar esa línea del espectáculo chirriante en favor de algo más profundo. Pero son pocos los momentos, en que los Russo asimilan la idea de un trasfondo complicado más allá del clásico enfrentamiento entre dos asesinos con objetivos dispares.
Una idea preocupante, si se tiene en cuenta que todo el guion se basa en la premisa de crear las condiciones para mirada más amplia al sustrato. Ya sea a través del ambiguo personaje interpretado por Ryan Gosling o el villano siniestro de Chris Evans, hay el anuncio de un universo mayor. De una mitología acerca de un submundo peligroso y temible, que correctamente explotada, podría de enorme interés.
Pero los Russo, veteranos en películas de alto presupuesto destinadas a sorprender antes que conmover, cometen un error básico. La película está construida para narrar una historia contrarreloj de un enfrentamiento violento entre dos fuerzas opuestas. Pero no para dotar de personalidad a sus personajes. Mucho menos, al subtexto que se anuncia, pero jamás se muestra del todo. Quizás, el mayor error de El Agente Invisible como premisa.
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