Un día como mañana (27 de mayo) pero de 1941 el acorazado Bismarck fue hundido gracias a una operación que llevaron a cabo más de 40 barcos (el historiador Antohny Beevor habla de cien) de la Royal Navy en la Segunda Guerra Mundial. El papel protagónico lo tuvieron los aviones torpederos Swordfish de los portaviones Victorius y Ark Royal, al lograr dañar su timón y dejarlo dando círculos. La tarea de los acorazados fue facilitada y al final el mayor barco de la historia alemana fue acribillado. Resistió más de dos horas y no se hundía lo que hace pensar que fue su propia tripulación colocando cargas de explosivos la que terminó por llevarlo a las profundidades del Atlántico. Era una forma de decir que los británicos no hicieran el último disparo, aunque sigue siendo un tema de debate en la historia militar. El informe del almirante John Tovey (comandante de la Home Fleet) con gran nobleza expresó: “El Bismarck libró un combate extraordinariamente valeroso contra un adversario muy superior. Digno de las tradiciones de la antigua marina imperial, se hundió con la bandera en alto”.
La semana pasada habíamos dejado la historia en el hundimiento del HMS Hood por parte del Bismarck el 24 de mayo. En segundos 1.316 marineros británicos habían muerto y la amenaza del acorazado germano para el abastecimiento de Gran Bretaña se había comprobado. El primer ministro sir Winston Churchill dio la orden de intensificar su persecución y cazarlo, no solo representaba un peligro sino que se debía restablecer el honor de la Armada inglesa (por no hablar de venganza). El comandante de la Home Fleet desviará naves que protegían convoyes e incluso solicitó la ayuda de la Fuerza H de Gibraltar. Los daños que había recibido el Bismarck en la Batalla del Estrecho de Dinamarca se agravaron al esquivar el primer ataque de los Swordfish los cuales solo acertaron un torpedo que no hizo gran daño. Tuvo que reducir su velocidad y de esa forma el Prince of Wales lo volvería a atacar pero sin herirlo.
Al día siguiente (26 de mayo) la Royal Navy le perdería la pista pero la vigilancia de dos hidroaviones Catalinas del Comando Costero con base en Islandia lo conseguirían. Desde el portaviones Ark Royal salió otro escuadrón de torpederos que lograron “detener” al Bismarck al dañar su timón. Tiempo después se sabría que el despegue de los Swordfish fue observado desde el periscopio del U-556, pero este no tenía torpedos y por tanto no pudo cambiar la historia. La noche del 26 al 27 de mayo el Bismarck será acosado por cinco destructores (entre ellos el polaco Piuran) que le lanzaron 16 torpedos pero ninguno dio en el blanco. El efecto sobre los artilleros alemanes fue un gran agotamiento y no iban a poder descansar, porque de inmediato – desde las 8:47 am a las 10:15 am de la mañana -comenzaron los cañonazos de los acorazados King George V y Rodney, y a las 9:00 am dispararon también los cruceros pesados Dorsetshire y Norfolk. Desde 22 kilómetros llovieron más de dos mil proyectiles de diverso calibre (los mayores eran obuses de 907 kg de un diámetro de 406 mm) y desde casi todas las direcciones. Los primeros dieron en la torreta de mando donde capitaneaban el almirante Gunther Lütjens y el comandante Ernst Lindemann, después – a medida que se acercaban los británicos y podían precisar la puntería – irían silenciándose cada una de sus torretas que respondían al ataque en medio de los destrozos y la muerte. La cubierta ardía pero sus salas de máquinas estaban intactas, cuando ya nada podría hacerse su tripulación lo hundió para que no cayera en manos del enemigo.
Al mismo tiempo que los alemanes ponían las cargas de TNT, entre las 10:20 am y 10:40 am el Dorsetshire - según la versión inglesa que se puede ver en la película ¡Hundid el Bismarck! (Lewis Gilbert, 1960) – le dispara tres torpedos de los cuales dos dan en el blanco. A los minutos le ven girar y hundirse. De su tripulación de 2.200 solo sobrevivirán 114 rescatados la mayoría por la Royal Navy. La expedición del oceanógrafo Robert Ballard que encontró su pecio en 1989 sostiene la tesis alemana al no conseguir perforaciones bajo su línea de flotación en su cinturón acorazado (1990, Bismarck: Germany’s Greatest Battleship Gives Up its Secrets). En el año 2002 dos marineros alemanes que sobrevivieron acompañarán al director de cine James Cameron a una nueva expedición para visitar el acorazado. Vuelven a testificar sobre el hundimiento por parte de la tripulación y las nuevas observaciones lo corroboran (Documental de NatGeo: Una expedición de James Cameron: el acorazado Bismarck). Ante estos hallazgos y la injusta representación cinematográfica que hicieron los británicos (por solo dar un ejemplo: el almirante Lütjens se muestra como un fanático nazi cuando se sabe que criticó la persecución contra los judíos), sería ideal que los alemanes junto a otros países muestren el otro lado de los hechos.
El primer impacto (moral) en Alemania se puede leer en la entrada del 29 de mayo de 1941 del Diario de Victor Klemperer el cual escucha por la calle decir: “La pérdida alemana es más grave que la inglesa (se refiere al Hood), porque era insustituible. (…) Es una semana bien triste”. Una segunda consecuencia es la confirmación que el Atlántico, a pesar de las amenazas de la Kriegsmarine, seguía siendo dominado por la Royal Navy; y el presidente Franklin Delano Roosevelt consideró ese mismo día ampliar el patrullaje estadounidense y declarar una “emergencia nacional ilimitada” (Winston Churchill, 1948-56, “Capítulo XVII. La Batalla del Atlántico” en La Segunda Guerra Mundial, Tomo II “Solos”). La tercera fue el fin práctico de la flota de superficie alemana que desde ese entonces no se alejaría de sus puertos y la Batalla del Atlántico quedaría casi definitivamente en manos de sus submarinos. Y por último quedó demostrado que el protagonismo en la guerra naval había pasado de los acorazados a los portaviones, lo cual se consolidará al año siguiente en el Pacífico con la Batalla de Midway.
En lo relativo a la historiografía, además de la ya señalada la semana pasada, debemos agregar: Miroslaw Zbigniew Skwiot y Elzbieta Teresa Prusinowska, 2004, Hunting the Bismarck: y la editorial Osprey que nunca deja de sorprendernos: Stefan Draminski, 2018, The Battleship Bismarck. Anatomy of the ship; obra llena de láminas (más de 1.000) que representan fotos de una claridad sorprendente y con vistas en 3D a todo color. La semana que viene comenzamos una larga serie que esperamos desarrollar hasta septiembre (en su primera parte), dedicada al Frente más importante de la Segunda Guerra Mundial: el que se abrió con la “Operación Barbarroja” cuando Alemania invadió la Unión Soviética el 22 de junio de 1941.