OPINIÓN

El accidentado camino de la Filosofía en Venezuela (II)

por Corina Yoris-Villasana Corina Yoris-Villasana

Ernesto Mayz Vallenilla

Continúo con el recorrido de la Filosofía en Venezuela. El siglo XX entra en nuestro país tardíamente. Una férrea dictadura de 27 años, 1908-1935, cierra la Universidad Central de Venezuela y con ella la de muchas manifestaciones culturales. Solo a partir de los años cuarenta comienza a “normalizarse” la actividad filosófica en el país. Se fundan las Escuelas de Filosofía de la Universidad Central de Venezuela, Universidad Católica Andrés Bello, Universidad Católica Santa Rosa, Universidad Monteávila, Universidad del Zulia; también se fundan los estudios de postgrado en Filosofía. Surgen publicaciones periódicas, se organizan seminarios, simposios y congresos; en 1962 nace la Sociedad Venezolana de Filosofía. Hay figuras muy importantes en el ámbito filosófico, como Juan David García Bacca, Juan Nuño, Ernesto Mayz Vallenilla, Alberto Rosales, Eduardo Vázquez, entre otros, quienes le dieron un gran empuje a la Filosofía en Venezuela.

El aporte de Mayz en el aspecto concerniente a la Filosofía en América Latina resulta muy importante, si se quiere estudiar cómo se ha desarrollado la Filosofía en el país. Dediquemos unos párrafos a su libro titulado El problema de América.

El problema de América es una obra esencial para adentrarnos en el empeño de Mayz para construir ese pensamiento filosófico original del que tanto se ha hablado en este lado del mundo.  Dentro de nuestro medio intelectual latinoamericano, ha existido una permanente pregunta que se ha manifestado tanto en la literatura como en el quehacer filosófico. Esa pregunta está referida a la “originalidad” de nuestra producción intelectual, y Mayz sustenta, en este pequeño ensayo, “que el único recurso al que pueden recurrir los latinoamericanos para ser originales y originarios en sus creaciones es entregarse a vivir lo más auténticamente posible su propio modo de ser… habitantes de un Nuevo Mundo”.

En El escritor argentino y la tradición, dice Jorge Luis Borges que «la idea de que una literatura debe definirse por los rasgos diferenciales del país que la produce es una idea relativamente nueva; también es nueva y arbitraria la idea de que los escritores deben buscar temas de sus países’. No sólo es nueva la idea, sino obsesiva. Cuando se estudia algún autor latinoamericano o caribeño parece obligatorio plantearse el problema de su representatividad y de arraigo en la cultura de la región. A ningún francés se le hubiera ocurrido preguntarse o discutir sobre la pertenencia o no de Sartre o Simone de Beauvoir a las letras francesas. Sin embargo, entre nosotros, incluso se maneja -en forma más o menos explícita- un cierto repertorio de características deseables en un autor para darle o negarle carta plena de ciudadanía literaria y filosófica. Se ha discutido, por ejemplo, sobre la representatividad de Borges en las letras latinoamericanas, porque no escribía sobre determinados temas o situaciones sociopolíticas.

En el estudio citado en el párrafo anterior, para burlarse de ese tipo de reproche, Borges dice que Mahoma no necesitó describir camellos en el Alcorán para que se supiese que era árabe. Sugiere así que ese género de obsesión tiene su origen en una percepción insegura de la propia identidad. El problema planteado se vincula, pues, con otra pregunta también obsesiva en nuestro ámbito latinoamericano, la que se formula a propósito de la identidad cultural.

La pregunta por la identidad de América Latina ha sido de las más frecuentes que se han formulado en el pensamiento latinoamericano, desde el siglo pasado hasta el presente; pero además ha sido intensa, en el sentido de manifestarse en las respuestas, o al menos en el tratamiento del tema, una particular fuerza emocional, tal como si se estuviese frente a una preocupación obsesiva.

Pero la obsesión no es casual o injustificada. Proviene de la historia misma de los pueblos asentados en la región. Negadas las posibilidades de autodeterminación y desarrollo, se hizo inevitable el reiterado interrogar sobre quiénes somos (Yoris: 2004, 88).

Esa pregunta referida a la originalidad es el leiv motiv que mueve a Ernesto Mayz Vallenilla en este ensayo titulado El problema de América, publicado por primera vez en 1959. Comienza así la Introducción:

Por todas partes se oye repetidamente expresar el deseo de crear una cultura americana que acuse rasgos de originalidad. En este programa se postula casi siempre que la cultura de América debe ser autóctona. Que debe buscarse lo original americano. Que debe desecharse todo patrón, modelo o paradigma que pueda velar, ocultar o desvirtuar lo originario.

Lo que hace grande a una cultura son las manifestaciones artísticas, literarias y filosóficas. Y la identidad la conseguirá un pueblo, en tanto logre expresarse en términos de sus realizaciones propias. Pero el americano parece sentirse inseguro de dichas realizaciones y sigue en su vehemente búsqueda por lo original. Ahí, en ese punto, Mayz trata de buscar una primera respuesta a esa inquietud, y nos dice:

¿No nos está diciendo, acaso, esa desesperada búsqueda de la originalidad en el hombre americano, que éste ha comenzado por sentirse como un ser indefinido dentro de la Historia Universal y busca afanosamente asegurarse de aquello que considera un requisito indispensable para empezar a ser?

Para empezar a ser. Tal descripción del hombre americano es sobrecogedora. Empezar a ser, porque no-se-es-todavía. Si esa afirmación se toma con el sentido de un complejo de inferioridad histórica, sería absolutamente negativo, dice Mayz. Sin embargo, tomado en un sentido de verdadera autenticidad en el propio vivir de nuestros pueblos, esa autenticidad de vida nos conduciría ineluctablemente a la tan ansiada originalidad. Es asumirnos como seres de un Nuevo Mundo.

Mayz produce otro texto excelente Los Fundamentos de la Metatécnica. No puedo detenerme en cada una de sus obras, pues me alejaría del propósito inicial de esta ponencia, pero para cerrar esta mención a Mayz Vallenilla, cito unas palabras de Alfredo Vallota, quizá el mayor estudioso de la vida y obra de Mayz,

La obra fundamental de Mayz Vallenilla, hacia la cual conduce el camino iniciado en Del Hombre y su Alienación, e incluso antes, son sus Fundamentos de la Meta-Técnica (1990). Esta obra es, sin duda alguna, tanto por la originalidad de sus planteamientos filosóficos, como por sus proyecciones científicas, culturales y antropológicas, la más importante y fundamental de Mayz Vallenilla”.

Pero, los conflictos políticos desarrollados en los últimos veinte años, 1998-2018, han afectado seriamente a la Filosofía. Aun así, se realizaron dos Congresos Nacionales de Filosofía, el de 2005 y el de 2010, pero el éxodo de estudiantes y profesores ha reducido drásticamente tanto la investigación como la enseñanza. La muerte prematura de algunos, la jubilación de otros ha mermado considerablemente el mundo filosófico venezolano.

Habida cuenta, entonces, de todo lo dicho y a pesar de su inevitable y aún llamativo carácter telegráfico, creo que recuperar los avances conseguidos, la vuelta de publicaciones bien posicionadas y la presencia de nuestros filósofos en las actividades internacionales, forma el gran reto para quienes luchamos por impedir la desaparición de la Filosofía en Venezuela.

Quizás más de uno me dirá que el régimen imperante en Venezuela realizó algunos encuentros internacionales de Filosofía. No seré yo quien lo niegue. A pesar de ello, y por decirlo brevemente, tan solo les aconsejo que lean las listas de asistentes, ponentes e invitados internacionales a esos “Congresos” y me indiquen quiénes de ellos eran filósofos.

@yorisvillasana