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El 80 aniversario del día D: “un viaje personal”

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“Nuestros desembarcos en el área Cherburg-Havre han fallado en ganar una satisfactoria cabeza de playa y he decidido retirar las tropas. Mi decisión de atacar en ese tiempo y lugar estuvo basada en la mejor información disponible. Las tropas, la aviación y la marina hicieron todo lo que la bravura y la devoción al deber pudieran hacer. Si alguna culpa o fallo ha ocurrido en este intento es solo mío” (General Dwight D. Eisenhower, comandante supremo de la Fuerza Expedicionaria Aliada).

Una vez más hay que decir una verdad que la mayoría, e incluso los historiadores, no terminamos de aceptar o asumir: en el momento que ocurren los hechos el final nunca está escrito. Es verdad que los Aliados poseían una gran ventaja en el desembarco en Normandía el 6 de junio de 1944: el dominio de los cielos (10 veces más aviones que la Luftwaffe), la abrumadora acumulación de tropas (4 veces mayor que la alemana) y armas (5 veces mayor en lo referente a los tanques); pero era una pequeña franja de tierra (menos de 70 kilómetros) que no poseía puertos con la capacidad para desembarcar todos estos recursos. ¡Muchas cosas podían salir mal! Los alemanes, bajo el liderazgo de uno de sus mejores generales (el mariscal Erwin Rommel), se habían preparado con importantes defensas para que así ocurriera. Estaba el terrible clima que obligó al comandante supremo Aliado general Dwight D. Eisenhower (“Ike”) a retrasar el inicio de la “Operación Overlord” en un día. Y el siguiente tampoco ofrecía alguna seguridad porque podían ocurrir sorpresas: los testimonios señalan que el mar estuvo muy picado la mañana del día D. Ni hablar de toda la experiencia de la Campaña Italiana desde el año anterior, la cual había coronado ciertamente con la conquista de Roma el 4 de junio de 1944 pero a un costo altísimo en vidas, por no hablar de un fracasado desembarco en Anzio (estancado durante 6 meses). Por esta razón, “Ike” preparó un texto alternativo con el cual iniciamos nuestro artículo. La guerra como parte de la vida está llena de imprevistos, que dan al traste con cualquier planificación.

Al iniciar nuestra serie de artículos semanales sobre el 80 aniversario de la Segunda Guerra Mundial por allá en el lejano 2019, había soñado ¡casi vivido!, la llegada de esta celebración “redonda” de los desembarcos Aliados en el norte de Francia. El gran paso del inicio de la liberación de la Europa ocupada por los nazis. Aquella “gran cruzada” de la cual su máximo comandante habló previamente en su “orden del día” a las tropas que iniciarían el fin definitivo de la “tiranía nazi” y su “maquinaria de guerra”. Montones de películas y documentales alimentaron mi memoria durante toda mi vida, pero probablemente lo más importante fue haber visitado el lugar de los hechos. Es una fecha que no puede ser comparada con otras del gran conflicto, por solo pensar en las importantísimas campañas y batallas del frente oriental. Nadie recuerda un día específico. Lamentablemente el tiempo que dedico a la docencia le ha restado muchísimas horas a la investigación que requiere este proyecto. Lo planificado se fue al traste, pero no nos rendimos.

A diferencia de las artes e incluso de las ciencias, el estudio de la historia lleva a una profunda unión con el objeto de estudio. No olvidemos que son seres humanos iguales que nosotros, padeciendo el peso de los acontecimientos. La primera vez que supe del Día D fue gracias a una imagen que me quedó grabada profundamente, y dos décadas después la recordé al estar frente a las playas de Normandía. Un oficial alemán mira el horizonte desde su bunker, como todas las mañanas en su puesto de vigilancia en el llamado “Muro del Atlántico” y ve la flota de invasión ocupando todo el horizonte marino, la impresión le hace gritar: “¡La invasión!” La misma pertenece al famoso clásico del cine bélico que es The longest day (Ken Annakin, Andres Marton y Berjard Wicki;1962), una verdadera joya que se enmarca en una tradición cinematográfica que dominó el cine bélico de las décadas de los sesenta y setenta, tradición que buscaba superar el fuerte peso de la propaganda anterior valorando ahora la veracidad de los hechos. El guion se adaptó de un trabajo historiográfico del mismo nombre del filme redactado en clave periodística (su autor: Cornelius Ryan, fue corresponsal de guerra) fruto de la entrevista a más de mil protagonistas y testigos del desembarco; y al filmarse tuvo la asesoría de muchos militares de diversas nacionalidades que vivieron la gran batalla. Por esta razón parece un docudrama (con subtítulos que identifican a los protagonistas), pero no escatimó recursos al permitir la participación de los mejores actores de la época (muchos hicieron brevísimos cameos, como una manera quizás de ser parte de la reconstrucción de la historia; pero también varios estuvieron realmente: Henry Fonda, Richard Todd; y otros en otros frentes de la guerra) y desarrollando los mejores efectos especiales (ganó el Óscar por ello, además del correspondiente a la fotografía).

Después vimos montones de documentales ya citados en muchos artículos de nuestra serie; en los cuales pueden faltar algunas batallas o darles menos importancia, pero los desembarcos en Normandía siempre tienen el papel dominante a la hora de explicar el inicio del fin de la Segunda Guerra Mundial. Un buen ejemplo son las más recientes series documentales de Netflix en las que hacen una selección de batallas o campañas, y nunca falta el Día D. Recuerdo las celebraciones redondas desde 1984 en adelante, las cuales tenían hasta mayor relevancia que las correspondientes con el inicio o fin de la guerra. La conmemoración del 80 aniversario se inició el primero de junio y me atrevería a afirmar que es la más apoteósica de todos los tiempos. Las redes sociales han logrado unir a todos los fanáticos, aficionados y profesionales de la historia, y han permitido reunir a los protagonistas que todavía están vivos. Pareciera que todos son conscientes que esta celebración redonda será la última que nos permita tenerlos entre nosotros. Considero que se debería mantener este ritmo en los siguientes años para aprovechar a los sobrevivientes hasta su último aliento. A pesar de ello no me cabe la menor duda que sus hijos y nietos seguirán “dando testimonios”. No será igual pero la importancia de este evento no se perderá, y quiero pensar que la principal razón sea que la libertad ha tenido un lugar más seguro en el mundo (o por lo menos un bastión). Y ante el peligro que hoy se cierne sobre la democracia, estos momentos de repensar y celebrar los sacrificios que se hicieron por ella nos sirven de ejemplo para inspirar nuestras vidas y el empeño y cuidado que debemos tener en la actualidad ante las amenazas. El mejor ejemplo de estos días fue el encuentro del presidente de Ucrania con un veterano (Melvin Hurwitz de 99 años) que le intenta besar la mano, y Volodymyr Zelenskyy con clara vergüenza se lo impide pero le da un abrazo con lágrimas en los hojas diciéndole: “Ustedes salvaron a Europa”.

Es muy probable que otra razón de la magnitud de esta conmemoración sean dos importantes obras cinematográficas relativamente recientes: Saving private Ryan (Steven Spielberg, 1998) y la serie Band of brothers  (Tom Hanks & Steven Spielberg, 2001). Entre ambas yo tuve la suerte de poder estudiar en Europa por lo que me puse como prioridad ir a las playas de Normandía y alguno de sus museos. Mi madre dijo aquella vez que al pisar la arena, yo haría como acostumbraba hacer el Papa San Juan Pablo II cada vez que llegaba a un país. No tanto, pero no voy a negar que mi mayor obsesión no fue el ver y tocar tanques y aviones que estuvieron en la batalla, sino caminar sobre el lugar de la historia (y de donde me llevé un poquito de arena). Ver el paisaje y el cielo que contemplaron por última vez los jóvenes que murieron “el día más largo”, pero también los que sobrevivieron para llegar cada vez más lejos: Caen, el Sena, París, el Rin y Alemania. Estar dentro de un bunker del “Muro Atlántico” de la “Fortaleza Europa” y al asomarme imaginar todo lo que pasaba por la mente de los defensores al ver “esa ciudad” que se les venía encima. Les dejo el mensaje original previo a la invasión del general Eisenhower.

“¡Soldados, marineros y aviadores de la fuerza expedicionaria aliada!

Estáis a punto de embarcaros en la Gran Cruzada, por la que nos hemos esforzado durante estos meses. Los ojos del mundo están sobre ustedes. La esperanza y las oraciones de las personas amantes de la libertad en todas partes marchan con ustedes. En compañía de nuestros valientes aliados y hermanos de armas en otros frentes, lograréis la destrucción de la maquinaria de guerra alemana, la eliminación de la tiranía nazi sobre los pueblos oprimidos de Europa y la seguridad para nosotros mismos en un mundo libre.

Tu tarea no será fácil. Tu enemigo está bien entrenado, bien equipado y curtido en la batalla. Luchará salvajemente.

¡Pero este es el año 1944! Mucho ha sucedido desde los triunfos nazis de 1940-41. Las Naciones Unidas han infligido a los alemanes grandes derrotas, en batalla abierta, hombre a hombre. Nuestra ofensiva aérea ha reducido seriamente su fuerza en el aire y su capacidad para hacer la guerra en tierra. Nuestros frentes internos nos han dado una superioridad abrumadora en armas y municiones de guerra y han puesto a nuestra disposición grandes reservas de combatientes entrenados. ¡La marea ha cambiado! ¡Los hombres libres del mundo marchan juntos hacia la victoria!

Tengo plena confianza en tu coraje, devoción al deber y habilidad en la batalla. ¡No aceptaremos nada menos que la victoria total!

¡Buena suerte! Y pidamos la bendición de Dios Todopoderoso sobre esta grande y noble empresa.

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