Las navidades del año 1941 en medio de la Segunda Guerra Mundial; además del importante encuentro entre los máximos líderes de los Aliados, en la Conferencia de Arcadia en Washington del 22 de diciembre de 1941 al 14 de enero de 1942 entre el presidente Franklin Delano Roosevelt y el primer ministro Winston Churchill, se mantuvieron los inevitables combates entre los cuales hemos querido describir seguidamente una hazaña fundamental que ocurrió durante el mes de diciembre y que fue opacada por los determinantes sucesos de Pearl Harbour y Moscú (ver nuestros artículos respectivos de finales de noviembre y la primera mitad del presente mes). Finalizamos con algunas anécdotas de Navidad, lo central en lo relativo al Discurso de Nochebuena del Papa Pío XII y lo que ocurrió el día de Año Nuevo de 1942.
La gran hazaña a la que nos referimos es una prueba más de la valentía del soldado italiano en la Segunda Guerra Mundial, valentía que ha sido menospreciada por el cine generando una mala fama que hasta el momento no ha logrado superar del todo. De este hecho hay referencias en dos películas británicas (The Silent Enemy de 1958 y The Valiant de 1962), y solo una película italiana se le dedica: I sette dell’Orsa Maggiore. Esperamos que muy pronto Hollywood llene este vacío. Es otra de las historias que leí con gran fascinación en mi adolescencia gracias a Reader’s Digest en su traducción al castellano Selecciones, J. D. Ratcliff, 1963: “Los valientes hombres-rana italianos” en Historias Secretas de la Última Guerra. Después de un minucioso estudio y preparación, la famosa unidad de comando de la Regia Marina (armada italiana), Decima Flottiglia MAS bajo el liderazgo del teniente Junio Valerio Borghese (un convencido fascista y militar que merece un estudio aparte) llevaron a cabo el hundimiento de dos de los principales buques (y un tanquero) de la Royal Navy estacionados en el puerto de Alejandría, los acorazados HMS Queen Elizabeth y HMS Valiant el 19 de diciembre de 1941.
Los hombres-rana en parejas que dirigían cada torpedo tripulado llamado “cerdo” fueron: Luigi Durand de la Penne y Emilio Bianchi, quienes hundieron el Valiant; Antonio Marceglia y Spartaco Schergat el Queen Elizabeth y Vincenzo Martellotta y Mario Marino el petrolero. La incursión fue audaz al tener que entrar al puerto cuando las redes de seguridad se abrían para dar entrada a otros buques, aunque por diversos problemas terminarían siendo capturados después de colocar las cargas, De La Penne avisó del peligro al comandante por lo que se pudo salvar toda la tripulación del Valiant: ¡1.700 vidas! El plan inicial era que en Nochebuena fueran rescatados pero ya eran prisioneros de sus enemigos, aunque muy probablemente De La Penne la pasaría en paz por ser un “hombre de buena voluntad”. Años después, cuando Italia abandonó el Eje, este marinero se uniría a los Aliados y combatió contra las tropas nazis que había invadido su patria. Hoy en día una clase de destructores lleva su nombre y al finalizar la guerra cuando iba a ser condecorado con la máxima distinción italiana por el príncipe heredero Humberto, el antiguo capitán del Valiant, sir Charles Morgan (comandante de las fuerzas navales británicas del Mediterráneo) estaba presente, y él mismo se adelantó diciendo: “¿Me permite el honor de prender la condecoración sobre el pecho de este valeroso caballero?”.
La Segunda Guerra Mundial fue un tiempo de sufrimiento y crueldad; el 25 cayó Hong Kong y al día siguiente Manila sería declarada ciudad abierta ante la ofensiva japonesa en Asia, en la Batalla de Moscú se combatía como en el resto de los frentes y lo peor de todo eran los guetos, los campos de concentración (entre los que el primer campo de exterminio, Chelmno, ya se había establecido el 7 de diciembre de 1941), los campos de prisioneros y el hambre y la opresión. Pero no dudo que todos los que la padecieron –¡y más en Navidad y en la víspera de Año Nuevo!– sintieron esperanzas ante sucesos como los que acabamos de relatar. Todos los que eran cristianos imploraron al Niño Dios en el pesebre o de alguna u otra forma al absoluto bien, para que 1942 la guerra se acercara a su fin y ellos junto a su familia pudieran sobrevivir.
El Papa en su discurso de Nochebuena (que muchos escucharon por radio) volvió a repetir las propuestas de volver a la ley y los principios morales en las relaciones internacionales, respetando los derechos de las minorías y afirmó que la causa de la guerra estaba en la rebelión de los hombres “contra el cristianismo verdadero y fiel a Cristo y a su doctrina; forjándose un cristianismo a su gusto, un nuevo ídolo que no salva … y genera una nueva religión sin alma o un alma sin religión, un disfraz del cristianismo muerto, sin el espíritu de Cristo”. Este es el punto 6 y en el 9 es evidente su ataque a los fascismos al decir: “En algunos países, una concepción atea o anticristiana del Estado, con sus vastos tentáculos, atrajo a sí de tal manera al individuo, que casi lo despojó de su independencia tanto en la vida privada como en la pública”. Y recordó claramente lo que se vivía en toda Navidad a pesar del infierno de la guerra:
2. La estrella indicadora de la cuna del Redentor recién nacido desde hace veinte siglos resplandece todavía maravillosa en el cielo de la Cristiandad… Ella enseña a no desesperar jamás: resplandece ante los pueblos incluso cuando sobre la tierra, como sobre un océano rugiente por la tempestad, se amontonan negros nubarrones, cargados de ruinas y de calamidades. Su luz es luz de consuelo, de esperanza, de fe inquebrantable, de vida y de seguridad en el triunfo final del Redentor…
La Conferencia de Arcadia que se desarrollaba en estos días de Navidad estableció los objetivos del año 1942 para los Aliados: coordinar los esfuerzos desde un Comité de Jefes del Estado Mayor Conjunto (aunque la Unión Soviética no estaba integrada totalmente en el mismo por ser un frente lejano e independiente), la United States Air Force apoyaría a la Royal Air Force en el bombardeo de la industria alemana y la invasión del Norte de África a finales de año, dedicando todo el esfuerzo económico de ambas potencias en la meta de la victoria. El día de Año Nuevo de 1942 en Washington: 26 Estados en guerra con las Potencias del Eje (Estados Unidos de América, el Reino Unido de la Gran Bretaña e Irlanda del Norte, la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, China, Australia, Bélgica, Canadá, Costa Rica, Checoslovaquia, El Salvador, Grecia, Guatemala, Haití, Honduras, India, Luxemburgo, Nicaragua, Noruega, Nueva Zelandia, Países Bajos, Panamá, Polonia, República Dominicana, Unión Sudafricana, Yugoslavia), subscribieron el programa común de propósitos y principios consagrados en la Carta del Atlántico (ver nuestro artículo respectivo a principios de agosto) en un documento que se denominó “Declaración de las Naciones Unidas” (primera vez que se usó este nombre propuesto por Roosevelt para definir a los que luchaban contra el Eje). Otros 21 Estados se adhirieron a la Declaración en una fecha posterior y estos fueron: México, Colombia, Iraq, Irán, Liberia, Paraguay, Chile, Uruguay, Egipto, Siria, Francia, Filipinas, Brasil, Bolivia, Etiopía, Ecuador, Perú, Venezuela, Turquía, Arabia Saudita, Líbano. Fue el núcleo de los que fundarían tres años después la Organización de las Naciones Unidas.
La guerra sería larga pero ya era imposible la victoria para los totalitarismos por el cúmulo de países que estaban en su contra y lo más importante: la ventaja industrial y militar estaba del lado de las democracias, las cuales había establecido las libertades como la meta fundamental de la lucha. Animados por el 80 aniversario de este noble compromiso, les deseamos a todos nuestros lectores y editores (y todo aquel que contribuya en este proyecto) un Feliz Año 2022 anhelando que todas las personas de buena voluntad sigamos apoyando los principios de aquella Declaración: “Defender la vida, la libertad, la independencia y la libertad religiosa para conservar los derecho humanos y la justicia en sus propios países así como también en otros».