Apóyanos

El 80 aniversario de Estados Unidos como “gran arsenal de la democracia” (II)

    • X
    • Facebook
    • Whatsapp
    • Telegram
    • Linkedin
    • Email
  • X
  • Facebook
  • Whatsapp
  • Telegram
  • Linkedin
  • Email

Un día como mañana (11 de marzo) pero de 1941 el presidente de Estados Unidos, Franklin Delano Roosevelt, firmó la Ley de Préstamo y Arriendo (Lend Lease). De ella diría al día siguiente el primer ministro del Reino Unido, Winston Churchill: “Es como una nueva carta magna” y “el acto más desinteresado de la historia de cualquier país”. La historiografía es clara: fue determinante para la victoria Aliada porque le daba al Reino Unido el potencial industrial para vencer al Tercer Reich a largo plazo y haría inevitable la participación militar de Estados Unidos, pero también a largo plazo. A menos que ocurriera un ataque o una declaración de guerra por parte del Eje al “gran arsenal de la democracia”. La victoria en la Segunda Guerra Mundial se le escapaba de las manos a Adolf Hitler. El Reino Unido ya no negociaría la paz y por ello había llegado el momento para los nazis de arriesgarlo todo en adquirir los recursos e industrias de la Unión Soviética. Lo cierto es que la guerra se había hecho mundial y no iba a terminar pronto.

Franklin Delano Roosevelt firmó la ley el 11 de marzo de 1941

En nuestra primera entrega de esta serie sobre el camino de Estados Unidos hacia la Segunda Guerra Mundial publicado el 6 de enero pasado, explicamos cómo una vez que Roosevelt ganó la reelección (5 de noviembre de 1940) se dedicó a desmontar “el aislacionismo”. El término de su influencia se logrará con la aprobación por el Congreso de la ley que permitiría facilitar todos los recursos que necesitaba el Reino Unido (y cualquier miembro de los Aliados que lo solicitara: la URSS desde junio y la China nacionalista especialmente) sin exigir el pago inmediato. Su aprobación significó a su vez el viraje de la economía y las Fuerzas Armadas para asumir la entrada en la guerra que tarde o temprano ocurriría. Sir Winston Churchill le da tal importancia que le dedica un capítulo entero en su obra monumental (que a su vez marca el camino de la historiografía sobre el conflicto): La Segunda Guerra Mundial. Libro II. “Solos”, 1948-56, “capítulo XIV. “Préstamo y Arriendo”. Y no era para menos porque la Ley Lend Lease llegó cuando a los británicos se les acababan las reservas para seguir pagando las armas (y todo tipo de suministros incluyendo comida) que les compraban, y es lo que motivó a escribirle la carta donde planteaba la idea a Roosevelt. Aunque desde un tiempo se venía buscando una solución en los ministerios de la economía de ambas naciones.

El historiador militar J. F. C. Fuller, 1961, Batallas decisivas del mundo occidental; en su obra titula el capítulo 11 de su tercer volumen: “Operación ‘Barbarroja’ y Ley de Préstamos y Arriendos” y en el mismo afirma que “fue un acontecimiento tan importante en la historia mundial como la declaración de guerra americana el 6 de abril de 1917” (p. 472). Los historiadores estadounidenses Williamson Murray y Allan R. Millett, 2000, La guerra que había que ganar; la describen como esencial no solo para las operaciones militares de los Aliados sino para el funcionamiento de sus economías de guerra. Sin el apoyo en recursos que facilitó dicha ley para la Unión Soviética (URSS) esta le habría sido casi imposible obtener las victorias de finales de 1942 y todo el año 1943. Afirmación que apoya el historiador británico Richard Evans en su obra de 2008: El Tercer Reich en guerra. Dato curioso: los rusos nunca terminaron de pagar la deuda adquirida. Y ya señalamos en nuestro primer artículo de esta serie que Ian Kershaw la incluye entre sus Decisiones trascendentales (2007).

El historiador Antony Beevor (2002, La Segunda Guerra Mundial) aclara que no todo era desinterés como dijo Churchill, porque dicha ley “obligaba a realizar una auditoría de todos los activos de Gran Bretaña e insistía en que no se daría ningún subsidio hasta que no se hubieran utilizado y agotado todas las reservas en oro y en divisas extranjeras. Se envió a Ciudad del Cabo un buque de guerra estadounidense para recoger el último cargamento de oro inglés almacenado allí”. Y sus empresas en Estados Unidos fueron obligadas a ser vendidas a bajo precio (p. 294). James Holland (2015, The War in the West. Volume I: Germany Ascendant, 1939-1941) por su lado le da gran importancia en íntima relación a esta ley a los tratados militares secretos “ABC-1” (American-British Conversations-1) aprobados el 27 de marzo siguiente. Estos acordaban la protección conjunta de los convoyes que trasladaban todos los recursos hasta las islas británicas, lo que inevitablemente llevaría a que submarinos alemanes y destructores americanos se enfrentaran. Pero algo más importante de cara al futuro: de iniciar una guerra con Alemania y el Japón (por ser parte ambos del Eje) la prioridad sería la derrota de los nazis. Volveremos a este tema cuando tratemos la Batalla del Atlántico en la primera mitad del año 1941.

A partir de su gran valoración por la historiografía nos preguntamos ¿por qué no se ha hecho ninguna película al respecto? La respuesta es casi evidente. La relación entre historiografía y cinematografía es poco fluida y un filme sobre el largo camino hasta la aprobación de una ley no parece muy atractivo. Pero se han dado casos como Amazing Grace (Michael Apted, 2006) sobre la Ley contra la Esclavitud defendida en el parlamento británico: William Wilberforce. Además, podría ser incluso otro buen biopic sobre Roosevelt. Como podemos ver, la Segunda Guerra Mundial está llena de temas que pueden ser llevados a la pantalla y que nos permiten explicar por qué ganaron los Aliados. La semana que viene retomamos el Frente Mediterráneo pero ahora desde la perspectiva alemana.

El periodismo independiente necesita del apoyo de sus lectores para continuar y garantizar que las noticias incómodas que no quieren que leas, sigan estando a tu alcance. ¡Hoy, con tu apoyo, seguiremos trabajando arduamente por un periodismo libre de censuras!

Apoya a El Nacional