Celebramos el 79 aniversario del periódico El Nacional porque desde su fundación, el 3 de agosto de 1943, ha sido una genuina expresión de la venezolanidad y los principios de la nación. Su fundador, Miguel Otero Silva, no fue un eunuco político. Por el contrario, fue un extraordinario militante de causas e ideas políticas definidas y sin duda un hombre comprometido con su tiempo. El Nacional ha podido ser un amplificador de las ideas políticas de Otero Silva, sin sacrificar la calidad del producto editorial como ya lo había demostrado exitosamente con otros proyectos tales como El Morrocoy Azul y ¡Aquí Está!
Sin embargo, Miguel Otero Silva tuvo la visión de construir un periódico inclusivo de la diversidad que conforma la nación venezolana, sin renunciar a sus causas e ideas políticas. ¿Cómo hacer un periódico que no sucumba ante las opiniones o intereses particulares de sus dueños pero aun así pueda participar libremente en el debate nacional con ideas propias? Sospecho que esta ha podido ser una de las preguntas que rondaba en la cabeza de Otero Silva en esa época y quizás la razón por la cual escogió para ese proyecto el nombre El Nacional y no otro.
En la visión de su fundador, El Nacional debería tener la disciplina para no ser la expresión particular de sus dueños y la fortaleza para resistir las presiones de intereses políticos, económicos o de cualquier otra índole para influir en su línea editorial. Más que un falso equilibrismo o una pretendida neutralidad periodística que se limita tan solo a narrar eventos sin contexto ni perspectiva la propuesta editorial de Miguel Otero Silva apuntaba a la búsqueda permanente de justicia como un valor que no se agota en un solo acto sino como un ejercicio constante que se repite a diario y cuya praxis no está exenta de errores.
Por supuesto, el ejercicio de un periodismo con voz propia siempre pondrá a quienes lo practican en el centro del debate político para ser criticados o alabados según sea el caso. Este ha sido el caso de El Nacional que en sus 79 años nunca se ha ahorrado cuestionamientos o reconocimientos sobre eventos que le han dado forma a la nación venezolana y por esto ha sido severamente criticado por unos y lisonjeramente alabado por otros.
El precio de practicar un periodismo con voz propia es el sabotaje, la represalia y la represión por aquellos cuyos intereses se ven expuestos. En tiempos del general Marcos Pérez Jiménez El Nacional fue cerrado varias veces por difundir ideas contrarias a ese régimen político. Sin entrar a considerar los detalles de esos eventos se puede decir que El Nacional ni ningún otro periódico podía esconderse tras las sombras de una supuesta objetividad periodística cuando el momento nacional exigía por el contrario participar en el debate con ideas y enfoques propios. Y es que no habrá jamás mejor mecanismo de control ciudadano que una prensa libre opuesta por definición y sin cortapisas al poder político en cualquiera de sus formas.
En los últimos años El Nacional ha sido el objeto de la furia chavista que lo quiere destruir a toda costa. En un proceso amañado y controlado por el corrupto poder judicial chavista Diosdado Cabello demandó a El Nacional y fue beneficiado con una sentencia en la que le expropian la sede y la maquinaria al periódico. La causa parece ser la publicación de una información donde el operador chavista Leamsy Salazar implicaba a Cabello por presuntas conexiones con el narcotráfico y el conocido Cartel de los Soles. Esta información fue difundida por otros medios venezolanos algunos de los cuales también fueron demandados. Pero solo a El Nacional le expropiaron sus instalaciones y equipos para tratar de paralizar la actividad del periódico.
Esto no es casual y como casi todas las acciones que emprende el chavismo siempre buscan un propósito ulterior. El régimen chavista sabe que el robo de la sede y las rotativas de El Nacional no impedirán que este se siga difundiendo por otros medios. El Nacional seguirá existiendo mientras sus dueños sigan comprometidos en mantener vivo el legado de Miguel Otero Silva y eso ya es de por sí un empeño de entidad histórica que supera con creces los caprichos chavistas. Lo que pretende el chavismo es eliminar a El Nacional como parte del patrimonio cultural y político de Venezuela en su obsesión por destruir instituciones y valores que han conformado a la nación venezolana.
Mi reconocimiento a los directivos y dueños de El Nacional por tratar de mantener intacta, todos los días, la línea editorial que trazó su fundador Miguel Otero Silva. Mi agradecimiento por permitirme escribir en sus páginas en los últimos años sin más limitaciones que mis convicciones e ideas que a veces están enfrentadas a la de sus editores.
Finalmente, una sugerencia en la perspectiva de los próximos 80 años de El Nacional. Para este periódico no ha sido fácil sortear casi en forma simultánea desafíos tecnológicos, cambios en el mercado editorial y las presiones del régimen chavista. Todo esto combinado ha obligado a suspender la edición impresa de El Nacional aunque sigue saliendo en su versión digital.
Regresar a la versión impresa de El Nacional, aun en las circunstancias más difíciles, es en mi opinión la mejor forma de reivindicar la visión de su fundador Miguel Otero Silva, quien sin duda habría preferido el papel a los electrones como parte de la experiencia material de hacer una nación. A la sensación incomparable de sostener y hojear el periódico con nuestras propias manos se podría agregar el profundo significado de hacerlo circular en toda Venezuela, aunque sea en forma clandestina, como arma cultural y política contra la barbarie chavista y por la preservación de los valores de la nación venezolana.
@humbertotweets