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El 11 de septiembre, la inutilidad del terror, la ira y la fuerza

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Marcy Borders

Foto Getty Images

A las 8:55 de la mañana de aquel martes, el repique del teléfono celular interrumpió mi modorra. Era el día de mi cumpleaños y en ese entonces la celebración -aún se podía- comenzaba con la semana. Entenderán por qué la llamada me sorprendió en la cama.

Creí que eran mis hijas para llenarme de alegría con sus felicitaciones, deseos y parabienes, pero todavía adormecido recordé que lo habían hecho a las 12:00 en punto de la noche, como solían.

Se trataba de mi buen amigo «Negro Blanco», siempre entre los primeros en llamar, esta vez no para felicitarme sino para pedirme, con voz agitada y nerviosa, encender el televisor y enterarme de lo que sucedía en Nueva York.

Me pregunté en ese momento qué podía estar pasando tan lejos que fuera de mi interés y sin alcanzar a interrogarlo vino la respuesta:

—Un avión acaba de estrellarse contra las Torres Gemelas.

Sin dar crédito a sus palabras, sintonice CNN en Español -su señal todavía era posible por acá- y pude ver de inmediato en repetición cómo un avión, que después supe era un Boeing 767, el vuelo 11 de American Airlines con 92 pasajeros a bordo y 32.500 litros de combustible en sus alas, viajando a 600 kilómetros por hora se incrustaba entre los pisos 94 y 99 de la torre norte del World Trade Center desatando una inmensa ola de polvo y una horrenda tormenta de fuego.

Era el primero de 4 aviones secuestrados por 19 miembros de Al Qaeda para cometer un increíble acto de terrorismo en «pleno corazón del Imperio», según expresión posterior de su principal inspirador, por aquellos días un tal Osama bin Laden.

A las 9:03, vi la transmisión en vivo de un segundo Boeing 767 de United Airlines estrellarse contra la torre sur. Poco después supe que a las 9:37 el vuelo 77 de American Airlines impactaba la fachada del edificio del Pentágono, en Washington, y que a las 10:03 el vuelo 93 de United Airlines se estrella en un campo de Shanksville, en Pensilvania.

¡Increíble! El más trágico atentado terrorista de la historia. Según datos de la Federal Emergency Management Agency (FEMA), en total murieron 2.996 personas, incluidos los 19 secuestradores y 24 personas desaparecidas:

– 2.606 muertos en el World Trade Center.

– 189 fallecidos en el Pentágono.

– 44 en Pensilvania.

El susurro de Card y «el aparente ataque terrorista» de Bush

Días después, en mi afán por informarme de todo lo relacionado con el abominable atentado, pude leer en la crónica de William March, reportero del Tampa Bay Times, publicada el mismo 11 de septiembre que «el presidente George W. Bush se enteró del ataque al World Trade Center a las 9:07 am, mientras leía a 18 estudiantes de segundo grado en una escuela primaria de Sarasota para destacar un nuevo programa de lectura». No es ocioso el detalle: unos doce minutos después de mi y de millones de personas más.

La fotografía que acompañaba la crónica de March, por demás elocuente, reseñaba en su nota: «En esta foto del 11 de septiembre de 2001, durante una visita al Emma E. Booker, escuela primaria en Sarasota, el jefe de gabinete de la Casa Blanca, Andrew Card, le susurra al oído al presidente George W. Bush acerca del accidente aéreo en el World Trade Center. (AP/Doug Mills, File) [ DOUG MILLS | AP ]

Refiere March que a las 9:30, Bush se acercó a la audiencia congregada en el centro educativo para dar una breve declaración:

-«Este es un momento muy difícil para Estados Unidos. Hoy hemos tenido una tragedia nacional. Dos aviones se estrellaron contra el World Trade Center en un aparente ataque terrorista en nuestro país».

Y dio cuenta que el presidente informó que había hablado con el vicepresidente Dick Cheney, el director del FBI y el gobernador de Nueva York:

-«He ordenado que todos los recursos del gobierno federal ayuden a las víctimas y sus familias, y que realicen una investigación a gran escala para perseguir y encontrar a las personas que cometieron este acto”.

Por último, Bush pidió un momento de silencio y cerró diciendo:

-«Que Dios bendiga a las víctimas y sus familias, muchas gracias».

«La caravana presidencial partió inmediatamente de la escuela y lo llevó al aeropuerto internacional de Sarasota-Manatee. El presidente abordó el Air Force One y el avión partió a las 10:55 am», narra March.

Ya en Washington, el Bush desconcertado y de rostro sombrío de la escuela había tomado aire para elevar el tono en su segunda declaración del día:

-«No se equivoquen, Estados Unidos cazará y perseguirá a los responsables de estos actos cobardes».

«Incredulidad» e «ira inquebrantable»

Doce horas más tarde, desde la Casa Blanca, es el momento del discurso estructurado, Bush dispone de información para delinear con más claridad la respuesta de su gobierno. Va su breve discurso:

-“Buenas noches. Hoy, nuestros estimados ciudadanos, nuestro estilo de vida, nuestra misma libertad fueron atacados en una serie de actos terroristas deliberados y mortales. Las víctimas estaban en aviones o en sus oficinas; secretarias, hombres y mujeres de negocios, miembros de las fuerzas armadas y trabajadores federales; mamás y papás, amigos y vecinos. Miles de vidas fueron destruidas por actos de terror malvados y despreciables.

Las imágenes de los aviones que volaban hacia los edificios, de los incendios que ardían, del colapso de inmensas estructuras, nos han llenado de incredulidad, de una tristeza terrible y de una ira callada e inquebrantable. Se pretendió que estos actos de asesinatos masivos asustaran a nuestra nación, llevándola hacia el caos y la retirada. Pero han fracasado; nuestro país es fuerte.

Un gran pueblo ha sido llevado a defender a una gran nación. Los ataques terroristas pueden sacudir los cimientos de nuestros mayores edificios, pero no pueden tocar los cimientos de  Estados Unidos. Estos actos destrozaron acero, pero no pueden mellar el acero de la determinación estadounidense.

Estados Unidos fue blanco de un ataque porque somos el faro más brillante de la libertad y oportunidad en el mundo. Y nadie hará que esa luz deje de brillar.

Hoy, nuestra nación vio la maldad, lo peor de la naturaleza humana. Y reaccionamos con lo mejor de Estados Unidos, con la audacia de nuestros trabajadores de rescate, con el cariño de los extraños y vecinos quienes acudieron a donar sangre y a ayudar en la manera en que pudieran.

Inmediatamente después del primer ataque, implementé los planes de respuesta a emergencias de nuestro gobierno. Nuestras fuerzas armadas son poderosas y están preparadas. Nuestros equipos de emergencia estaban trabajando en la ciudad de Nueva York y en Washington, D.C., para ayudar con los esfuerzos de rescate locales.

Nuestra primera prioridad es llevar ayuda a aquellos que fueron heridos, y tomar todas las precauciones para proteger a nuestros ciudadanos en casa y por todo el mundo de más ataques.

Las funciones de nuestro gobierno continúan sin interrupción. Las agencias federales en Washington que hoy tuvieron que ser evacuadas volverán a abrir esta noche para el personal esencial, y estarán abiertas para operaciones mañana. Nuestras instituciones financieras permanecerán sólidas, y la economía estadounidense también estará lista para operaciones.

La búsqueda de aquellos que están detrás de estos actos malvados está en camino. He encauzado todos los recursos de nuestra inteligencia y nuestras comunidades que velan por el cumplimiento de la ley para encontrar a aquellos responsables y enjuiciarlos. No haremos distinción alguna entre los terroristas que cometieron estos actos y aquellos que los protejan.

Estoy muy agradecido a los miembros del Congreso que se me han unido en condenar firmemente estos ataques. Y en nombre del pueblo estadounidense, agradezco a los muchos líderes internacionales quienes han llamado a ofrecer su condolencia y asistencia.

Los Estados Unidos y nuestros amigos y aliados se unen con todos aquellos que quieren la paz y la seguridad en el mundo, y somos solidarios para ganar la guerra contra el terrorismo. Esta noche, pido sus oraciones por todos aquellos quienes se acongojan, por los niños cuyos mundos han sido deshechos, por todos aquellos cuya sensación de seguridad ha sido amenazada. Y rezo por que los consuele un poder superior a cualquiera de nosotros, el que se ha pronunciado a través de las eras en el Salmo 23: ‘Aunque camine por el valle de la sombra de la muerte, no temeré mal alguno; porque Tú estás conmigo’.

Este es el día en que todos los estadounidenses estamos unidos por nuestra determinación a favor de la justicia y la paz. Estados Unidos ha aplastado a nuestros enemigos anteriormente, y volveremos a hacerlo esta vez. Ninguno de nosotros olvidará jamás este día. Seguimos hacia adelante para defender la libertad y todo lo que es justo y bueno en nuestro mundo.

Gracias. Buenas noches y que Dios bendiga a Estados Unidos».

«El bien contra el mal»

En sus declaraciones a la prensa del día 12 de septiembre, el presidente Bush dijo:

—Los ataques deliberados y mortales que se produjeron ayer contra nuestro país fueron algo más que meros actos terroristas. Fueron actos de guerra.

La respuesta del gobierno norteamericano ganó forma rápidamente dentro del esquema de valores absolutos: bueno y malo, blanco y negro con los que Bush veía al mundo.

El concepto fue presentado con concisión y claridad:

—Estamos en una lucha monumental del bien contra el mal.

Así, el anterior combate de su admirado Ronald Reagan contra el «imperio del mal» devino en la «Guerra contra el terror».

El 15 de septiembre, en su programa radial, Bush sentenció:

—Quienes hacen la guerra contra Estados Unidos han escogido su propia destrucción.

Y advirtió:

—La victoria contra el terrorismo no se logrará en una sola batalla, sino en una serie de acciones decisivas contra organizaciones de terroristas, y contra los que les dan asilo y los apoyan. Estamos planeando una campaña amplia y sostenida para asegurar a nuestro país y erradicar el mal del terrorismo. Y estamos empeñados en ver este conflicto hasta su final.

«Nuestro duelo se ha convertido en ira y la ira en resolución»

Pero el anuncio definitivo de la «Guerra contra el terror», la declaración formal del presidente George W. Bush, tras considerar que «el 11 de septiembre los enemigos de la libertad cometieron un acto de guerra» contra su país, fue el 20 de septiembre, en sesión conjunta del Congreso estadounidense.

En su discurso están los trazos generales de cómo concebía el conflicto que estaba por iniciar:

—Esta noche estamos en un país consciente del peligro y llamado a defender la libertad. Nuestro duelo se ha convertido en ira y la ira en resolución.

Le habla al país, al mundo y a los terroristas:

—Los estadounidenses se preguntan: ¿Cómo lucharemos y ganaremos esta guerra? Dedicaremos todos los recursos bajo nuestro poder (…) a la interferencia y derrota de la red global de terror. Esta guerra no será como la guerra contra Irak hace una década, con una liberación decisiva del territorio y una conclusión rápida. No será igual a la guerra aérea sobre Kosovo hace dos años, donde no se utilizaron tropas terrestres y donde no se perdió un solo estadounidense en combate.

Bush preparaba al pueblo norteamericano para una guerra larga, como en efecto lo ha sido:

—Nuestra reacción involucra mucho más que la retaliación instantánea y los ataques aislados. Los estadounidenses no deben esperar una batalla, sino una campaña larga, distinta a cualquier otra que hemos visto. Posiblemente incluya ataques dramáticos, que se puedan ver en la televisión, y operaciones encubiertas, que permanecerán secretas aún tras el éxito.

El resto del mundo no podía quedar fuera de la cruzada contra el terrorismo:

—Privaremos a los terroristas de financiamiento, pondremos a los unos contra los otros, los haremos ir de un lugar a otro, hasta que no haya refugio o descanso. Y perseguiremos a las naciones que ayuden o den refugio al terrorismo.

Toda nación, en toda región del mundo, ahora tiene que tomar una decisión. Están de nuestro lado, o están del lado de los terroristas. A partir de hoy, cualquier nación que continúe albergando o apoyando al terrorismo será considerada un régimen hostil por Estados Unidos. Nuestra nación ha sido advertida: No somos inmunes a los ataques. Tomaremos medidas defensivas contra el terrorismo para proteger a los estadounidenses.

«Los estadounidenses no deben morir…»

Como enseñanza para quienes por estas latitudes asientan sus esperanzas en una fuerza militar norteamericana o internacional que nos libere de la opresión, va la rotunda declaración del presidente Biden:

—Los estadounidenses no deben morir en una guerra que los afganos no están dispuestos a luchar por sí mismos.

La peregrina idea de que los actos de fuerza aseguran soluciones estables es desmentida una vez más, quedando sujeta, si acaso, a circunstancias muy específicas que puedan hacerlas posibles. «La difusión de valores e instituciones -asienta Eric Hobsbawm- asi nunca puede materializarse por medio de la imposición súbita de unas fuerzas externas, a menos que en su punto de aplicación se den ya las condiciones capaces de adaptarlas al entorno y de hacer que se acepte su introducción». Y nos recuerda: «existen muy pocos atajos en la historia: una lección que el autor ha aprendido, entre otras razones, por haber vivido y reflexionado sobre buena parte del siglo pasado».

Veinte años después de «Guerra contra el terror», según Los Ángeles Times, el costo es de 2 de billones de dólares y compromisos por 2 billones de dólares más por pagos en atención médica, discapacidad, entierros y otros costos para los aproximadamente 4 millones de veteranos de las guerras de Afganistán e Irak.

El costo humano en vidas, hasta abril de 2021, es de 2.448 militares estadounidenses, 3.846 contratistas estadounidenses, 66.000 militares y policías afganos, 1.145 miembro de fuerzas aliadas, incluidas de la OTAN, 47.245 civiles afganos, 51.191 combatientes del Talibán, 444 trabajadores humanitarios y 72 periodistas.

El argumento humanitario para justificar la invasión armada, sustentado en la promesa de reconstruir el país y dotarlo de instituciones democráticas firmes y duraderas, tiene poderosos mentís en la realidad: en Afganistán la mortalidad infantil se redujo solo en 50% y apenas 37% de las niñas aprendieron a leer.

Aaaahhh, la «Guerra contra el terror» se echó diez años para dar de baja, ahora sí, al «diabólico» Osama bin Laden, pero los talibanes han regresado al poder sembrando el terror, destruyendo inhumanamente todo el whisky y el vino que encuentran a su paso y lo peor: cubriendo el rostro de sus hermosas y sensuales hembras.

Al parecer se cierra una era de la seguridad nacional y la política exterior estadounidense dominadas por la ira…

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