Durante las últimas décadas, la estrategia de Estados Unidos y sus aliados de la OTAN para evitar una escalda nuclear ha pasado por presionar a terceros países para que no adquieran armas nucleares.
Esa estrategia es lo que el analista del National Institute for Deterrence Studies, Aaron Holland, denomina en un artículo publicado en la Global Security Review, «gran estrategia estadounidense de inhibición».
Hasta ahora, el Pentágono ha trabajado con la tesis de que para prevenir una proliferación nuclear que garantice la seguridad global, basta con aplicar tácticas que alternen medidas coercitivas con diplomáticas e incentivos económicos para disuadir a otros Estados de desarrollar armamento nuclear.
Esa estrategia, sin embargo, ha fracasado, tal y como se puede ver en el desarrollo en Irán y Corea del Norte de sus programas nucleares.
Según la argumentación de Holland, el concepto de inhibición se sustentaba en que Estados Unidos estaba dispuesto a hacer lo que fuera necesario para impedir que proliferen los arsenales nucleares, aunque ello implique crisis diplomáticas y deteriorar la economía como consecuencia de la aplicación de sanciones internacionales.
¿Cuál es el motivo? Básicamente, el problema es que en los últimos años Estados Unidos ha perdido capacidad de disuasión.
Corea del Norte ha seguido realizando pruebas balísticas sobre los cielos y aguas de Corea del Sur y Japón sin que Estados Unidos pudiera hacer gran cosa más allá de organizar ejercicios militares junto a la península de Corea.
China ha aumentado su desafío sobre Taiwán con continuas incursiones y sobre el mar de China Meridional construyendo islotes artificiales frente a las costas filipinas, sin que tampoco haya existido una medida coercitiva que lo impidiera.
Rusia ha invadido primero Georgia en 2008, luego Crimea y el Dombás en 2014 y 2015 sin que sus alianzas estratégicas y sus negocios con Occidente se vieran deterioradas. Putin pensó: «¿Por qué habría de ser distinto si Rusia invade toda Ucrania e impone en Kiev un gobierno títere?». Las consecuencias se vieron el 24 de febrero de 2022.
Además, tanto Rusia como China han extendido sus tentáculos por África privando a Europa de sus tradicionales alianzas con países africanos de gran interés económico y estratégico por ser fuentes de materias primas, como las tierras raras necesarias para el desarrollo de tecnología.
Como consecuencia de ello, y a la vista de la creciente retórica nuclear rusa, Estados Unidos habría fracasado también en su estrategia de disuasión nuclear ampliada.
Esa estrategia implica el compromiso de Estados Unidos de defender a sus aliados con armas nucleares en caso de que sufrieran un ataque con armas de destrucción masiva.
Ese paraguas nuclear, sin embargo, ya no parece ser lo que era cuando Putin y sus ministros se permiten amenazar casi a diario con realizar un ataque nuclear sobre Europa sin que la posible respuesta de la OTAN parezca preocuparles.
Las afirmaciones de Donald Trump, señalando que de llegar a la Casa Blanca se desentendería de la defensa de los aliados europeos, tampoco parece ayudar.
Según el analista Holland, este cambio de paradigma podría llevar a una nueva estrategia de disuasión nuclear que dé un giro absoluto pasando de la no proliferación a la proliferación nuclear para disuadir a terceras potencias de posibles ataques.
De esa manera, Corea del Sur, por ejemplo, podría dotarse de armas nucleares para tener una herramienta disuasiva creíble frente a la amenaza norcoreana.
Publicado en el diario El Debate de España