“Moral y luces son nuestras primeras necesidades”. Simón Bolívar
Es difícil describir al homo verus, en este tiempo de pandemia, crispación, turbulencias con la economía y desempleo, incredulidad y sobre todo, desesperanza. Son trazos caricaturescos los que la institucionalidad ofrece, si la comparamos con la otrora república de Venezuela y ello; advierte y, como una consecuente anomalía, una degeneración, el giro involutivo que han dado los detentadores y también los destinatarios del poder revolucionario, mal llamado bolivariano por cierto.
La Venezuela que tenemos enfrente y que antes hemos descrito como la experiencia de la crisis perfecta devino así fenomenológicamente en un proceso esquizoide que generó todas las crisis y desde luego, la disfunción generalizada de la sociedad y agregaríamos en la circunstancia, la hiperinflación que, también llaman turboinflación y la generalización de la pobreza y daño a la persona humana, comprometiendo sus valores más elementales, inculcados pero no lo suficiente pareciera, en los años de la república liberal democrática.
Desde un liderazgo emergente legitimado por la demagogia, el populismo, la tara que como el enanismo está presente en nuestra genética política y que se fascina de los caudillos, el resentimiento, la falla estructural del sistema democrático y luego, sostenido por la manipulación, las armas y el cinismo. Así se engendró el drama y la subsecuente tragedia que nos muestra agónicos y desfigurados y a un mutante, suerte de zombi que deambula enajenado desde hace años escapando de la realidad que lo conduce del infierno al averno frecuentemente.
El ciudadano producto de ese tránsito deletéreo es también el que democráticamente votó por el promotor y actor principal del desastre. Al comienzo engañado y extraviado por la antipolítica que, como la tinta, coloreó el imaginario sociopolítico e institucional, llenando de claros y oscuros que al final, pienso, contribuyeron al extravío histórico. Es incierto que los pueblos nunca se equivocan; si lo hacen y recurrentemente además.
Lo que tenemos hoy pudo y debió evitarse, pero todos militamos en distintas maneras y grados en la torcedura histórica. Ya hemos opinado sobre las causas y los efectos suficientemente y muchos ensayamos un diagnóstico de toda la suerte de patologías incluidas las ciudadanas, las más complejas y las más importantes a atender. Estas notas sencillas y modestísimas son un intento de contribuir al pensamiento del país que debe relevar al que tenemos, que muriéndose, por cierto, emplea su poca energía vital en mantener un statu quo, a todas luces, inviable e insostenible.
Aunque no se vea futuro este vendrá y, ojalá sea pronto porque, cultivar el fracaso con los mismas semillas y procedimientos que lo embrionaron y germinaron, es más que un error, una prueba de insuperable estolidez. Para cambiar las cosas debemos cambiar nosotros.
Los creadores de las crisis, los que nos trajeron a esta catástrofe, no son los que nos conducirán por el camino del retorno y avance que han de estar presentes, en paralelo a ratos y coincidentes también, en el esfuerzo, para el vencimiento del colmo, del desenlace, en nuestro recorrer.
¿Cómo entonces? Necesitamos recuperar al ciudadano y con ello queremos decir, al interesado y legitimado natural de la cosa común, del bienestar general. No solo para sí sino, para el cuerpo político, en Venezuela largamente venido a menos, casi inerte en realidad.
Otra vez escribí sobre el día después, de la restauración del poder y la soberanía por el contingente ciudadano. Suerte con eso dirían nuestros muchachos, con sus expresiones y ocurrencias del lenguaje de su tiempo. Ese desafío es el más exigente que haya tenido el pueblo venezolano en su historia y, su liderazgo debe con humildad, disciplina y audacia asumirlo, pero sin una auténtica y genuina membresía ciudadana no les arriendo la ganancia.
En efecto, cambiar el mundo requiere de inteligencia, sapiencia, imaginación, honradez y coraje aproximadamente y de eso se tratará. No será como algunas veces fue, quítate tú que si lo hago yo será mejor. Es, por el contrario, una empresa de la nación como la entendieron, Renan y Ortega y Gasset. De lo que somos y queremos significar, y ser un singular colectivo que resulta de una comunidad que se pretende asociada y garante de su destino común.
No es poesía ni romanticismo. Creo sinceramente que ha sido tanto el menoscabo que el chavismo, madurismo, ideologismo, militarismo, la injusticia, la traición a la soberanía, la corrupción, la ruindad y el daño antropológico visible en nuestra gente y que le fue infligido, que desde el mismísimo tuétano hay que regenerar, eventualmente cauterizar, extirpar, restañar no alcanza, sanar, reconstruir, rehacer, tejer, suturar también. Y para eso hay que convertir a la política en el instrumento, en el estandarte de la cruzada nacional a emprender, la del proyecto del renacimiento nacional.
Política dijimos, referidos a propensión y disposición pero especialmente, acción viva de procura existencial compartida, abordaje de los conflictos y, regularización de la comunicación que construye caminos consensuales.
Lo que haya que hacer es un asunto ciudadano en primer lugar y, para eso, es menester atender el déficit perceptible de ciudadanía y el remodelado de una organización social y pública, capaz, seria, comprometida con el proyecto y con sus resultas.
Conversando con el doctor Fernando Falcón Veloz sobre el tema, llamaba mi atención sobre la significación de la ciudadanía en clave política antes que en clave social, para dejar claro que la construcción societaria debe hacerse desde la asunción de los asuntos comunitarios, articulado el ejercicio, en la configuración del homo responsable en sus dos dimensiones; la personal e individual y aquella otra como miembro de un colectivo.
La edificación de una sociedad, acorde con la situación surgida de la experiencia chavista y el detritus de la república democrática acaso como legado, deben iniciar destacando precisamente los elementos de segregación y los espejismos que dieron lugar a ese proceso. Responder al cómo llegamos a eso. Atreverse y asumirlo.
Seguidamente, cuidar la calidad del tramado político y social, asegurando que las partes y el ciudadano entre ellas, responda en lo estratégico, a una base deontológica que se constituya en un referente común y además, de exigencia personal. Una cultura de la buena ciudadanía contribuye a una conformación equilibrada de la estructura social e institucional dentro, por supuesto, de una dinámica republicana. Vienen a mi memoria aquellos frescos de Padua sobre el mal y el buen gobierno que yo podría más bien entender como la gobernanza derivada de la genuina ciudadanía que debemos a los hermanos Lorenzetti, Pietro y Ambrogio, por allá en el siglo XIV y también en el palacio público de Siena
Para eso, dentro de las complejidades del asunto, anoto como un ademán central el que nos proporciona impregnar la vida misma de los conciudadanos y desde sus etapas liminares de formación e información del elemento responsabilización.
Recordaba Falcón Veloz, su educación primaria y en el periplo, la figura de la república escolar que educaba para el liderazgo, pero igualmente para la rendición de cuenta. El drama de estas décadas oscuras del chavismo madurismo es que se gobernó sin asumir la significación de las ejecutorias y a las que se supeditó, el afán de proselitismo político y se obvió completamente la valoración de las acciones ejecutadas por el liderazgo.
Lo malo se confundía o se asumía como siempre bueno, porque provenía de los detentadores del poder y desde luego, la virtud más que presumida asegurada entonces. Pero; muy al contrario constatando y comparando, afirmaremos; con énfasis y entera convicción que, no habrá República, ni ciudadanía, ni democracia, ni nación si la materia prima del homo no se cimenta, fragua para que trascienda los malos hábitos y se postule más bien, como un miembro crítico de la sociedad, libre en su pensamiento pero, consciente de su gravitación necesaria en la organización y funcionalidad societaria que lo conduce, además, a entender su rol político e institucional.
La república, la sociedad, el Estado constitucional son sistemas que dependen de los distintos agentes o factores que concomitantemente actúan en su interior y cuya trascendencia alcanza a incidir, afectar y eventualmente a enervar al conjunto todo.
El tema sobre la educación para la liberación o la paz o la emancipación ha sido tratado con relativa frecuencia y por cierto, recientemente recibí y consulté un compendio que reunió muy buenas opiniones sobre la materia. (Martínez Pineda, María Cristina. Educar para la emancipación. Hacia una praxis crítica del sur. María Cristina Martínez Pineda, Emilio Guachetá Gutiérrez. Bogotá: Clacso, Universidad Pedagógica Nacional, 2020. 280 páginas). Creo de mi lado que es absolutamente menester pensar el asunto, insistiendo en decantar y mostrar la necesidad de descubrir y legitimar la consciencia de la mutua dependencia y la importancia de militar como ciudadano en la orquestación de una sociedad justa y eficiente. Se trataría de una educación desde la casa, el colegio, los pensa sucesivos, las instituciones para la responsabilidad y la responsabilización.
Las empresas deben hacer más que el modelo clásico de responsabilidad social y para ello, es menester hilar desde ellas y dentro de cada uno de los sujetos o personas jurídicas, un tejido cultural en ese sentido. En una auténtica economía de mercado como presupuesto fundamental, el comerciante debe asumir su compromiso societario y no únicamente cuidar sus ganancias y beneficios. Debe republicanizarse para no ser como es hoy en día, blanco de un sostenido rencor anclado en el sentimiento de que no conoce ni tiene limites y que puede hacer de tiburón que especula impunemente. Así lo ven y sientes los consumidores locales.
La economía venezolana debe de ser vista por ella misma en otra perspectiva. Somos un país minero pero; y que hacemos con el imperioso de jus cogens que nos demanda atender el deber que deriva del imperativo ecológico y ambiental ante la evidencia de un planeta que se envenena a sí mismo? Eso requiere una estrategia y un giro paulatino es cierto, pero consciente de que en el mero pragmatismo no obra la mejor respuesta.
Ni hablar del elenco de personas morales, universidades, fundaciones, asociaciones, expresiones de la sociedad civil, cuerpos intermedios y en general todo tipo de organización societaria cuya justificación es precisamente la construcción de un modelo de hombre y de sociedad.
Un ciudadano con capacidad crítica no está reñido con un ciudadano permeable a la necesaria alteridad que es base para un diseño comunitario y desde la comunidad, susceptible de irradiar un compromiso, un propósito, una energía, un principio, una consciencia de responsabilidad.
El poder debe rendir cuentas y la promoción de los cuadros dirigentes elevarse y formarse, con ese parámetro como paradigma. Un régimen de obvenciones debe premiar el desempeño evitando así o reduciendo al menos la tentación hacia las distintas formas de peculado o de valimiento de cualquier tipo.
La revisión de la Constitución y del orden público cuyas actuaciones deben estar sujetas a escrutinio partiendo del principio de accountability no puede demorarse. La sanción y sobre todo, la aplicación de reglas fiscales constitucionales y legales como principio y como articulación con la hermenéutica impregnada de la filosofía de la responsabilidad, tallará un marco de desarrollo y desempeño virtuoso en la administración y gerencia de la cosa pública.
Cruzar controles, no para obstaculizar o impedir las acciones públicas, entre los distintos órganos del poder público, en concordancia con la visión de unas sociedades responsables, no solo horizontales esos controles sino de intraórganos o interórganos, pero también controles verticales, entre detentadores y destinatarios del poder es una viga constitucional y legal, un pivote esencial junto con aquel que distribuye el poder y la competencia.
El niño debe aprender en casa y en la escuela, dijimos antes, a autolimitarse y a incluirse voluntariamente en el espacio público, donde no solo ejercerá su libertad expresándose sino articulándose con un colectivo al cual pertenece y se debe tanto como a sí mismo.
Estricta vigilancia sobre la dinámica que encara a la antisociedad de cualquier tipo, con la potencia pública y con los cuerpos y aparatos de seguridad y, especialmente, con la administración de justicia, rodeada de los instrumentos pertinentes a su desempeño sobrio, independiente, imparcial, competente y eficiente, es una de las tareas a acometer y sobre todo responsables los jueces de sus acciones. Buena parte de eso está ya en la CRBV pero el chavismo corrompió y desvió todo para fraguar un estado de cosas y hechos donde cabe la impunidad y afligir definitivamente la constitucionalidad, el Estado de Derecho y la naturaleza misma del Estado que como entes hemos dicho, luce usurpado por el régimen.
Una fuerza armada no beligerante, reformada su organización, reducida, adiestrada y dotada para sus atribuciones y no otras, porque nuestra historia demuestra que se desvía frecuentemente de su digna faena de asegurar la soberanía, encarar y vencer los ilícitos que amenazan al territorio y a la institucionalidad, en suma la seguridad del Estado y, la defensa de sus conciudadanos. Es otra su responsabilidad y para ello, hay que , reconcebirla, redimensionarla, repensarla. Una fuerza armada de la patria y no de los aventureros.
Venezuela apenas respira en un instante crucial. Una Venezuela de valores, principios y creencias ya murió, desapareció, se esfumó. En mi modesto criterio, hay que reengendrarla, recrearla no es suficiente, volverla a hacer. Yo llamo la dinámica que, como un programa colectivo de la ciudadanía en sus diversas categorías y tipos, debe emprenderse, el renacimiento de la república democrática humanista. Por allí, “irían los tiros” como el coloquio nos dice popularmente.
@nchittylaroche
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