Por Yolimar Herrera
Educar es un arte, el de transformación del ciudadano, para ello hay que recurrir al hecho de educar desde lo humano y en el sentido de concebir una idea de formación que toque y trastoque al ser.
Esto es pertinente, pues la actual crisis social exige pronta recurrencia ante ese eje articulador de cambios que transmutará en las futuras generaciones la asfixiante realidad que agobia todo sentido de lo sensato y prudente. La metamorfosis generacional se surtirá de la educación oportuna en la etapa de la niñez, ese es el futuro de una Venezuela donde ser ciudadano no sea raro, sino lo posible.
Desde dónde se cimienta esa fuerza que despliegue horizontes para replantear líneas de acción generadoras de sisma en las actuales estructuras del pensamiento educativo; sin duda, surge de la díada axiología-estética, como posibilidad de reconfigurar otra manera de ser ciudadano, en la cual reedifiquemos una sana manera de relacionarnos como seres humanos, donde la proxemia se cultive con valores que enriquezcan el sentido de la vida como el respeto, con éste la coexistencia y comprensión.
Ante tal situación de crisis de ciudadanía, Millán (2020) plantea un “giro antropológico de la educación”, considerando “la trilogía conceptual: 1. Comprender, 2. Concienciar y 3. Transformar”. Y, con oportuna mirada pedagógica y filosófica los educadores de este momento histórico estamos llamados a “transformar” la desesperanza en estética del resurgir.
Esa estética del resurgir se configura desde dos dimensiones: 1. Investigación: cuyo acto creativo parta de la reflexión y acción; y 2. Educación en la niñez en espacios convencionales y no convencionales. Ambas dimensiones se desarrollarían en clave axiológica y estética, inherente al anclaje ontológico de cada educador, para así cultivar valores de ciudadanía como ejes transversales de todo pensamiento y acción, con el objeto del rescate de la persona humana.
Esas dos dimensiones de la estética del resurgir se traducen a un ejercicio de la docencia fundado en el respeto como eje clave de un ciudadano. El respeto como valor hará ver que existe el yo y el otro, pues el yo se forma desde el respeto y tiene fronteras, las cuales se cruzan con las del otro y donde ambos coexisten. Ese pensamiento implica empezar a relacionarnos desde la coexistencia, no desde el anular el yo al otro; por tanto es un ejercicio ciudadano del reconocimiento, cimientos para una educación que revierta el ego, condición que ha causado tanto daño a nuestra sociedad.
De igual manera, el respeto como valor ciudadano que implique el reconocimiento del yo y del otro, nos acerca a la comprensión, otra condición del ciudadano dinamitada en la Venezuela actual. La comprensión desde el reconocimiento y coexistencia del yo y del otro es cimiento para el entendimiento, lo que facilitaría el diálogo, pues asistimos a una sociedad del eco, compuesta por individuos que en monólogo transitan el camino de la intolerancia ante las diferencias. Situación que trágicamente ha conducido a Venezuela al territorio del oscuro sentido de obnubilar lo que no se parece a mí y solo escuchar mi propia voz.
La sociedad del ego y del eco se cambia si se educa desde la perspectiva de la reciudanización, porque sólo así reconoceríamos la existencia de otros, con los cuales me puedo acercar incluso en las diferencias. Esa ruptura sí estructura una sociedad para la diversidad del pensamiento, donde todos tenemos derecho a coexistir y no a criminalizar y repudiar por mirar la realidad de manera diferente. La ruptura de la sociedad del ego y del eco nos acercaría en nuestras diferencias. Así tenemos que la educación para la transformación del ciudadano conduce a esa posibilidad en pleno ejercicio dialógico. Un ciudadano educado desde esa perspectiva se le otorga la palabra, no se le enmudece, ni ensordece.
Por ello, en el campo de la educación la investigación debe partir de la reflexión sobre la realidad y de la acción en la realidad; no estamos para investigar en lo etéreo. Y, con esos conocimientos generados de la reconfiguración investigativa, educar en la niñez. En ese sentido, me permito mencionar una idea de Pestalozzi (1996), y ser “Gertrudis” que eduquemos a los niños en todos los escenarios educativos; es decir, los convencionales y no convencionales, pues nuestra realidad como sociedad amerita estar en todos los espacios de vida de la persona humana, esa que urge sanar. Convocados estamos los educadores comprometidos con Venezuela.
Referencias
Millán, F. (8 de octubre de 2020). «Giro antropológico de la educación». El Nacional. https://bitlysdowssl-aws.com/opinion/el-giro-antropologico-de-la-educacion/
Pestalozzi, J. (1996). Cartas sobre educación infantil. Tecnos. Madrid. España.