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Educación, tema inagotable  (III)

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En la entrega anterior citábamos una definición –no nuestra, naturalmente– en la cual se afirmaba que el trabajo es la aplicación de las energías intelectuales y físicas por parte de los seres humanos para el aprovechamiento de los recursos,  ya sea en beneficio propio o de otras personas, de la sociedad o del país Al respecto, cabe una interrogante, ¿quién o quiénes poseen la propiedad sobre los recursos y bienes existentes?

A tan sugestiva  interrogante le damos una fácil respuesta: tanto la propia naturaleza como las personas son los propietarios de los bienes existentes, ya sean los naturales o los creados por el hombre, así de simple. Sabido es que todo cuanto conforma el mundo natural, su dueño único, o mejor, su dueña es la misma naturaleza. Allí el hombre no ha puesto mano. Vivimos y compartimos muy  gratamente la bella naturaleza, como si tuviésemos parte en esa propiedad; sí sabemos que está a nuestro exclusivo servicio para compartirlo y disfrutarlo con los demás seres vivos. Ese mundo natural está integrado por ríos, montañas, lagos, vegetación y las demás  bellezas  que están al alcance de nuestras miradas. La rica naturaleza es para disfrutarla, pero de manera adecuada, responsable y racionalmente, protegiéndola y, en lo posible y por gratitud, tratar de retribuirle en las formas que nos indica el mejor sentido humano.

Pues, muy bien sabemos que el mundo está lleno de cosas, las naturales y las hechas por los seres humanos que armónicamente conforman las más grandes bellezas. Al respecto, traemos una bella expresión de Goethe: La armonía perfecta es el equilibrio entre lo natural y lo construido.

Por lo que respecta al vocablo personas debemos hacer breves señalamientos: hay dos clases de personas: unas, las naturales, que somos los seres humanos, y las jurídicas. Sobre ese tan común vocablo abundan definiciones, la más sencilla es esta: “persona es cualquier hombre o mujer”; otra, “es el ser al cual se le reconoce la capacidad para ser sujeto de derechos”. Tanto unas como las otras poseen las facultades para ejercer el derecho de propiedad, previo  cumplimiento de las respectivas formalidades.

Volviendo al tema sobre el trabajo, esta actividad no es un castigo sino una obligación natural y, a la vez, una necesidad primordial; deberíamos hacerlo  con alegría,  ojalá con buen humor y tomarlo como un compañero de labor y con esperanzas. Solo con el trabajo productivo de los hombres se satisfacen las necesidades económicas, se desarrollan y crecen los pueblos y se crea la civilización. Sin ánimo de jerarquizar los tipos de trabajo debemos señalar que la educación  y el agropecuario deben ser los prioritarios, pues sin ellos no hay vida.

La verdad es que llegamos a la vida, a este mundo, desprovistos de todo, nada traíamos, encontramos sí lo que otros habían hecho; y lo más importante, a nuestra llegada nos esperaba con incomparable alegría, el profundo y delicado amor de nuestros progenitores.

Por gratitud al altísimo tenemos tremenda tarea que cumplir con el presente y con el futuro: bregar, trabajar durante toda nuestra existencia para cumplir tareas y cuando nuestras fuerzas hayan enflaquecido, que nos impidan seguir produciendo, la tarea no ha terminado, queda por cumplir una labor pedagógica con el buen ejemplo, el comportamiento ciudadano y con acciones encaminadas a dejar huellas, positivos y constructivos mensajes, pues “tras la vida de los seres humanos sus ejecutorias”.

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