OPINIÓN

Educación en pensamiento crítico

por César Tinoco César Tinoco

Cuando uno indaga sobre los orígenes del pensamiento crítico encuentra referencias que lo ubican tan lejos como hace 2.458 años, en el pensamiento del bueno de Sócrates (470-399 a.C). Sin embargo, las dos referencias que mencionaré están más cercanas a la presente fecha.

Una es la de John Dewey (1859-1952) pedagogo y filósofo norteamericano, PhD. La otra es la de Edward Maynard Glaser (1911-1993), psicólogo norteamericano y también PhD.

John Dewey, en su libro titulado How We Think (Boston: D.C. Heath, 1910) introdujo el término «pensamiento reflexivo» como el nombre de un objetivo educativo, que identificó con una actitud mental científica. En lenguaje coloquial, llamó a la meta «reflexión» o simplemente «pensamiento». Dewey mismo describió su libro como escrito con dos propósitos. El primero era ayudar a la gente a apreciar el parentesco entre la curiosidad innata de los niños, su fértil imaginación y su amor por la investigación experimental y la actitud científica. El segundo fue ayudar a las personas a considerar cómo el reconocimiento de este parentesco en la práctica educativa “contribuiría a la felicidad individual y a la reducción del desperdicio social”. Señala que las ideas de su libro se concretaron en la Escuela Laboratorio de Chicago.

Las ideas de Dewey fueron puestas en práctica en algunas de las escuelas que participaron en el Estudio de Ocho Años en la década de 1930, patrocinado por la Asociación de Educación Progresista de Estados Unidos.  Dewey sostenía que las personas se desarrollan (evolucionan) haciendo cosas que tienen significado para ellas y que el objetivo principal de la escuela secundaria era llevar a los jóvenes a comprender, apreciar y vivir el modo de vida democrático característico de los Estados Unidos. En particular, los funcionarios escolares creían que los jóvenes en una democracia deberían desarrollar el hábito del pensamiento reflexivo y la habilidad para resolver problemas. Por tanto, el trabajo de los estudiantes en el aula consistía, bien frecuentemente, más en un problema que resolver que una lección que aprender. Especialmente en matemáticas y ciencias, las escuelas se esforzaron en brindar a los estudiantes experiencia en un pensamiento claro y lógico mientras resolvían problemas.

En 1933, Dewey publicó una edición reescrita (reformulada) de su libro de 1910, con el subtítulo «Una reafirmación de la relación del pensamiento reflexivo con el proceso educativo». Aunque la reformulación conserva la estructura y contenido básicos del libro original, Dewey realizó una serie de cambios. Reescribió y simplificó su análisis lógico del proceso de reflexión, hizo sus ideas más claras y definidas, reemplazó los términos «inducción» y «deducción» por las frases «control de datos y evidencia» y «control de razonamiento y conceptos». Agregó más ilustraciones, reorganizó los capítulos y revisó las partes sobre enseñanza para reflejar los cambios en las escuelas desde 1910.

Por esos años es que aparece nuestra segunda referencia, la de Edward Maynard Glaser. Por allá, en 1941, culminó su disertación doctoral titulada «An Experiment in the Development of Critical Thinking» (New York: Bureau of Publications, Teachers College, Columbia University, 1941).

En dicha disertación, Glaser informa el método y los resultados de un experimento sobre el desarrollo del pensamiento crítico realizado en el otoño de 1938. Define el pensamiento crítico tal y como Dewey definió el pensamiento reflexivo: «El pensamiento crítico exige un esfuerzo persistente para examinar cualquier creencia o supuesta forma de conocimiento a la luz de la evidencia que la respalda y las conclusiones adicionales a las que tiende».

En el experimento, se impartieron ocho unidades didácticas dirigidas a mejorar las habilidades de pensamiento crítico en cuatro cursos del grado 12 de secundaria (el bachillerato norteamericano abarca desde el grado 9 al grado 12 y al finalizar el grado 12 se obtiene el “High School Diploma”, equivalente al título de Bachiller nuestro). Los estudiantes realizaron pruebas previas y posteriores utilizando la prueba de capacidad mental de puntuación rápida Otis y las pruebas de Watson-Glaser de pensamiento crítico (desarrolladas en colaboración con el patrocinador de la tesis de Glaser, Goodwin Watson). El aumento promedio en las puntuaciones en estas pruebas fue mayor, en un grado estadísticamente significativo, entre los estudiantes que recibieron lecciones de pensamiento crítico que entre los estudiantes en un grupo de control de cuatro clases de secundaria de grado 12 que tomaban el plan de estudios habitual en inglés.

A continuación, la conclusión de Glaser: «El aspecto del pensamiento crítico que parece más susceptible de mejora general es la actitud de estar dispuesto a considerar de manera reflexiva, los problemas y temas que entran dentro del alcance de la propia experiencia…  Sin embargo, el desarrollo de la habilidad en la aplicación de los métodos de investigación y razonamiento lógicos parece estar específicamente relacionado y, de hecho, limitado por la adquisición de conocimientos y hechos pertinentes relacionados con el problema o tema hacia el cual se debe dirigir el pensamiento».

En palabras más llanas: Lo más importante para mejorar el pensamiento crítico es estar dispuesto a pensar detenidamente sobre problemas o temas que conocemos por experiencia. Pero para mejorar aún más, necesitamos aprender a investigar y a argumentar. Esto significa que nuestra habilidad para usar tales herramientas está ligada a cuánto sabemos sobre el tema en el que estamos pensando.

Un corolario interesante –no tan evidente- que se sigue de la conclusión de Edward Glaser y sobre el que escribiré en algún momento futuro, es que el pensamiento de los «sabelotodo» se basa en su sentido común y no en su pensamiento crítico.