OPINIÓN

Eduardo Boza Masvidal, el mártir cubano

por Robert Gilles Redondo Robert Gilles Redondo

Este 18 de septiembre se cumplen 109 años del nacimiento en Camagüey de monseñor Eduardo Tomás Boza Masvidal, obispo auxiliar de La Habana y, tras su exilio en Venezuela en 1969, vicario general de la Diócesis de Los Teques.

El décimo tercero de catorce hermanos, Boza realizó sus estudios primarios en el Colegio La Salle en la ciudad de La Habana, a donde sus padres se habían traslado en 1922. Estudia Filosofía y Letras en la Universidad de La Habana y en 1935 ingresó como alumno externo al Seminario de San Carlos y San Ambrosio.

El 27 de febrero de 1944, monseñor Boza Masvidal, es ordenado sacerdote por imposición de manos de monseñor Manuel Arteaga y Betancourt, arzobispo de La Habana, que se había graduado de Bachiller en Filosofía en la Universidad Central de Venezuela en 1898 y ordenado sacerdote en Caracas en 1904, y posteriormente sería el primer cardenal cubano.

En sus primeros años sacerdotales el entonces padre Eduardo Boza transita por la parroquia del Cerro, enseña Historia en el Seminario el Buen Pastor y luego permanece en la parroquia de Nuestra Señora de la Caridad hasta enero de 1959 cuando es llamado a ser rector de la Universidad Santo Tomás de Villanueva, en medio de los grandes cambios y tensiones que empezaban a generarse con el inicio de la revolución liderada por Fidel Castro, que ya había provocado el asilo del cardenal Arteaga y Betancourt en la Embajada de Argentina, y a la que Boza se opondrá con mucha firmeza y valentía. El 15 de mayo de 1960 es consagrado obispo y funge como auxiliar de La Habana y toma como su lema episcopal un pasaje del Evangelio de Mateo (20, 28): “No he venido a ser servido, sino a servir”.

En octubre de 1960 confronta a Castro y a su revolución con un valiente texto intitulado “¿Es cristiana la revolución social que se está verificando en Cuba?” en el que denuncia que «se empezó por borrar el nombre de Dios de la Constitución y sólo se consideran importantes las necesidades materiales y la vida terrena. La religión se tolera como un mal necesario que no se puede suprimir y confinándola a los templos, sin que falten algunas propagandas oficiales o semi oficiales contra ella, como se hace, por ejemplo, en algunos cursos de adoctrinamiento o en la enorme difusión que se ha dado al escrito que se atribuye a Martí, “Hombre de campo” que, dicho sea de paso, dice todo lo contrario de lo que hizo Martí, que hizo bautizar a su hijo por un sacerdote, fue padrino de hijos de sus amigos y se casó por la Iglesia». Y añade que la revolución “falta respeto a la fama y al buen nombre del prójimo. Cuando se discute no hay que destruir al adversario sino destruir sus argumentos. La persona del adversario debe ser inviolable, aun para el ataque verbal. El sistema de desprestigiar al enemigo, poner por los suelos públicamente su reputación y, con verdad o sin ella, hacer caer sobre él toda clase de insultos y de infamias, es típicamente comunista y está en abierta oposición con las enseñanzas del Evangelio”.

Un año mas tarde, el 17 de septiembre de 1961, a bordo del vapor Covadonga, monseñor Eduardo Boza impartió la bendición al pelotón de militares que lo había acompañado a él y a otros 130 sacerdotes, y parte al exilio en España, dejando atrás a su amada Cuba a la que no volverá sino una vez en 1988. Llega a Venezuela en 1962 e impulsa con el cardenal Humberto Quintero la creación de la Misión Católica Cubana en Caracas. En 1969 es trasladado a Los Teques como Vicario General de la Diócesis, desde allí impulsará y apoyará la creación de la Unión de Cubanos en el exilio y la Fraternidad del Clero Cubano, y asistirá pastoralmente al exilio en de Nueva Jersey, Miami, Nueva York, Texas, Costa Rica y Puerto Rico. Durante esos años no deja de insistir que “es necesario difundir serena y objetivamente la verdad sobre Cuba y el derecho del pueblo cubano a su autodeterminación para lograr el apoyo internacional necesario” y pide al exilio “Aceptar con humildad que el protagonismo en la liberación de Cuba lo tiene que tener la gente que está en Cuba. El exilio puede y debe ayudar y aportar todo lo que pueda, pero no asumir un papel que no le toca y menos empezar a apuntar aspiraciones de poder. Nuestra aspiración es servir”.

El Siervo de Dios, monseñor Eduardo Boza, muere en Los Teques el 16 de marzo de 2003 en olor de santidad. Su proceso de beatificación inició el 14 de septiembre de 2013.

Para estos tiempos en el que nos atenaza el terror implantado por un régimen autocrático, continuador oprobioso de la dictadura cubana en la región, los venezolanos debemos recordar las palabras de monseñor Boza: “No olvidar que sin Dios no podemos nada. Hay que unir la oración a la acción.  La oración es el arma más poderosa del cristiano”. Al fin y al cabo, esta lucha entre el bien y el mal, entre la verdad y la mentira, que se libra en Venezuela nos conducirá, como la vida inexorablemente conduce, al rescate definitivo de la libertad, del progreso y de la democracia.