La noche del lunes 2 de septiembre el régimen de Nicolás Maduro dio a conocer la orden de detención en contra del candidato de la unidad democrática Edmundo González Urrutia, una iniciativa arriesgada en medio de la tensión que existe en Venezuela y que obligaría al exdiplomático a salir del país el pasado sábado 7 de septiembre. Esta estrategia forma parte de un camino sin retorno en el que Miraflores pretende llevar hasta las últimas consecuencias una política de represión contra los ciudadanos que escogieron la vía democrática y pacífica para el cambio político en Venezuela.
La orden de detención y posterior expulsión de Urrutia es una acción más dentro de lo que parece una estrategia mayor que busca imponer, por vía de la violencia de Estado y la represión, una “paz política” que el país hubiera alcanzado si se hubiera respetado la voluntad de los votantes. Por la vía de la fuerza y con una crueldad apenas comparable con los caudillos más violentos que gobernaron al país en las horas más bajas de nuestra historia republicana, la camarilla que gobierna pretende imponer una normalidad que no existe, que la gente niega y que la comunidad internacional cuestiona. A más de un mes de las elecciones, desde todos los rincones del mundo se exige que el régimen debe publicar las actas del 28 de julio e iniciar una transición pacífica.
Este creciente aislamiento internacional y las evidentes expresiones de rechazo de los venezolanos hacia el régimen, puede ser la razón que los empujó a cometer este error. Quienes nos gobiernan no parecen terminar de entender que más allá del fuerte y valiente liderazgo de la dupla Urrutia y Machado, lo ocurrido en las elecciones presidenciales es la expresión de un movimiento más amplio y profundo, anclado en nuestros liderazgos democráticos y populares en todo el país, una fuerza que logró ganar una elecciones y sobre todo recoger, sistematizar y difundir las evidencias de ese triunfo electoral.
El 28 de julio es un hito que va más allá de Edmundo González Urrutia, a quien agradecemos su invaluable compromiso por el país en circunstancias tan complejas. Es la expresión de la fuerza que tiene la organización popular y su impacto en el destino de una nación. Amenazar a la cara más visible de esta voluntad democrática y empujarlo al exilio son iniciativas limitadas, predecibles, peligrosas e ineficientes para tratar de contener una decisión que ya fue tomada por la mayoría de los venezolanos: el cambio democrático.
Sin lugar a dudas, estamos viviendo momentos complejos y dolorosos. Enfrentamos a un régimen violento que se ha atrincherado en Miraflores y que ha decidido seguir gobernando desde la violencia y el temor. Sin embargo lo ocurrido el 28 de julio nos confirma que sólo la organización popular, el trabajo coordinado de la gente, y el compromiso por la democracia son valores en acción capaces de imponerse a la violencia. Queda un largo camino en nuestro esfuerzo por restituir la democracia en Venezuela, una ruta que debemos transitar juntos para lograr el éxito y que en enero de 2025 Edmundo González Urrutia vuelva al país y asuma la presidencia que ganó con el respaldo mayoritario de los venezolanos.
Este ha sido y seguirá siendo nuestro compromiso.