Conozco a Edmundo González Urrutia desde hace muchos años. Lo conozco como una buena persona. Un hombre de familia. Nacido en la ciudad de La Victoria, capital del municipio Ribas, del estado Aragua. Con su esposa Mercedes López y sus dos hijas Mariana y Carolina. Con una limpia trayectoria como servidor público. Con estudios universitarios en materias relacionadas con la política internacional y con la diplomacia. Con experiencia como embajador en Angola y en la República de Argentina. Servidor del Estado venezolano bajo las presidencias de Rafael Caldera, de Carlos Andrés Pérez y de Hugo Chávez. Un hombre con conciencia de Estado. Servidor de la República, del Estado venezolano, de gobiernos de diferente signo.
Por un conjunto de variadas circunstancias, Edmundo ha terminado convertido en el candidato a la Presidencia de la República para el próximo periodo constitucional. Candidato de todos los que aspiramos a un cambio pacífico, democrático e institucional. Candidato de todos los que aspiramos a una transición sin traumas, sin violencia, sin derramamiento de sangre.
Edmundo González es un hombre equilibrado, ecuánime, que no promueve pleitos innecesarios y que por el contrario busca la unidad, la reconciliación, el entendimiento. O sea, un presidente como lo que necesita Venezuela después de haber desperdiciado el primer cuarto de este siglo XXI en una peleadera inútil e infecunda.
La República necesita un descanso de tanta agitación política como la que hemos tenido en los últimos 25 años y creo que Edmundo González es el presidente indicado para tranquilizar las encrespadas aguas de la política venezolana. “Todo el mundo con Edmundo” es una consigna pegajosa que he escuchado repetir y que me parece muy acertada. Hasta el presidente Maduro y sus principales colaboradores deberían entender la conveniencia de un cambio encabezado por un hombre de diálogo como Edmundo González Urrutia y votar por él.
Seguiremos conversando.
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