Me he mantenido en silencio desde que el régimen canceló Prociudadanos e impidió mi candidatura presidencial, como el jugador de fútbol al que el árbitro saca del campo ante la protesta del público y se retira al banquillo. Debe permanecer allí, porque si regresa al terreno de juego, los mismos que protestaron por su salida pedirán que sea expulsado, ya que el partido debe terminar.
Cuando, por decisión del alto mando de la revolución bolivariana en complicidad con algunos alacranes venezolanos, me sacaron del juego, no estaba tan mal. Delphos me daba 5,3 puntos, Datincorp 7 y Datanálisis 15. Es decir, sin ser candidato, tenía más apoyo del que hoy acumulan todos los candidatos del alacranato venezolano, que en total no llegan ni a 5 puntos según todas las encuestas de Venezuela, incluida la de Schemel.
Desde entonces, he observado la situación, consciente de que no estoy participando.
Como saben, históricamente me he mantenido distante del discurso de venganza y rendición de cuentas, que sin duda es defendido en este momento por la líder política con más respaldo en el país, María Corina. Mis diferencias con ella solo tienen que ver con este punto, ya que creo que para que una transición sea exitosa se debe abandonar la persecución al chavismo y convivir con ellos. En cuanto al resto, desde el punto de vista ideológico, estamos en la misma página. Soy un liberal que cree en la propiedad y la libre empresa; escribí un libro en la cárcel en 2017 titulado La Rebelión de los Tejones, donde expongo mis ideas al respecto.
La última vez que vi a María Corina, si mal no recuerdo, fue en la casa de Nitu Pérez Osuna en 2018. Habíamos puesto 6to Poder a su disposición antes de su cierre definitivo, porque ella había levantado históricamente su voz contra la persecución del gobierno hacia mi grupo.
Todavía está colgada aquí en El Nacional la carta que le escribí públicamente cuando se negaba a tener un sustituto después de su clara inhabilitación política: «Estas no son elecciones perfectas, pero podemos convertirlas en una oportunidad para avanzar hacia la transición que, repito, jamás significará la aniquilación de quienes gobiernan. Espero que usted pueda tener éxito en tener algún tipo de representación en esta contienda. No comparto su enfoque, pero la respeto. Usted ya sabe que ideológicamente compartimos la misma visión sobre las bondades del capitalismo libre y la economía social de mercado».
Y el sustituto resultó ser Edmundo.
Este señor ha resultado ser una persona prudente, que ante los constantes insultos del gobierno no responde con el mismo tono. Predica la paz y la cordialidad cívica.
En un tiempo increíblemente corto, con todos sus gestos, todas sus maniobras políticas, todas sus entrevistas con la prensa, todas sus reuniones relevantes con miembros de la oposición, toda su actuación, sin la más mínima vacilación, está encaminada a un objetivo prioritario y supremo: venderse como un hombre de puentes necesarios entre la oposición, tan peleada históricamente, y con el estamento militar y chavista, tan necesarios para una transición democrática.
Yo no conozco a este señor Edmundo, como no lo conoce la inmensa mayoría del país. Así que aquí solo juzgo su actuación pública. Él ha repetido todo lo que yo he predicado durante años: respeto, tolerancia y convivencia.
Debo confesar mi profunda admiración por esos hombres que, a lo largo de la historia, han sido capaces de evolucionar desde posiciones intolerantes y excluyentes hacia posiciones integradoras, plenas de tolerancia, y orientadas hacia el diálogo y el entendimiento con el adversario, con el rival, que así deja de ser enemigo.
Con todo el apoyo de las encuestas, este Edmundo podría ser un hombre vanidoso y ambicioso, pero no se ha mostrado así. No ha sido un ególatra ni un egoísta. Le veo un sentido patriótico de amplios horizontes.
Su creencia en Cristo, en la libertad individual, en la caridad, lo obliga necesariamente a mantenerse infinitamente alejado de cualquier tentación totalitaria o nihilista. Empleo «totalitario» en el sentido que le otorga Jacques Maritain y «nihilista» en sentido dostoyevskiano. Sin esas convicciones cristianas, sin esa naturaleza sin dobleces, sin ese honestum ciceroniano, Edmundo no hubiese hecho lo que está haciendo: unir a una oposición tan complicada.
Lo que está haciendo lo convierte, lo convirtió, en un personaje útil, como esos personajes de Thomas Carlyle, pero por la sencilla y al mismo tiempo dificilísima razón de tener capacidad para aunar voluntades, de hacer realidad el consenso, de que fructificase el diálogo entre personas pertenecientes a posiciones radicalmente contrarias. En un momento donde todo indica que salvo haya un cataclismo o aparezcan volcanes en erupción en Caracas, todo el mundo, principalmente el chavismo saben que pasará el 28 de julio.
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