OPINIÓN

Edmundo debería denunciar la ruptura constitucional en Venezuela y la instauración de dictadura de Maduro

por Esteban Oria Esteban Oria

Es urgente que Edmundo González formalice la denuncia por la ruptura constitucional en Venezuela. Su derecho a gobernar, protegido por el Artículo 228 de la Constitución, ha sido violentado. El 10 de enero, cuando debe proclamarse al nuevo presidente, las Fuerzas Armadas que desobedezcan la voluntad popular estarán en desacato y cometiendo un golpe de Estado, infringiendo el Artículo 5, que establece: «La soberanía reside intransferiblemente en el pueblo, quien la ejerce mediante el sufragio.» Actualmente, lo que vivimos en Venezuela es una dictadura consolidada bajo Nicolás Maduro.

Desde una perspectiva politológica, Maduro ha pasado de mantener una fachada democrática a imponer una dictadura militar después del fraude electoral del 28 de julio. El uso de las fuerzas armadas para reprimir y consolidar su poder ha resultado en la muerte de 25 personas y más de 2,000 arrestos. Maduro, además, manipuló al Tribunal Supremo de Justicia para que validara su supuesto triunfo, violando flagrantemente la Constitución y confirmando la dictadura.

Este comportamiento no ha pasado desapercibido. Figuras internacionales como Josep Borrell, alto representante de la Unión Europea, y la ministra de Defensa de España, han llamado a Maduro «dictador», y el propio Elon Musk lo señaló como tal en una disputa pública. El carácter dictatorial de Maduro se refuerza con actos como extorsionar al presidente electo Edmundo González, obligándolo a firmar un documento bajo amenaza de prisión. En un régimen democrático, estas acciones serían inconcebibles.

Maduro busca evitar el término «dictador» porque le cerraría puertas diplomáticas y comerciales, prefiriendo ser catalogado como un régimen autoritario. Sin embargo, la realidad es que Maduro encarna una «dictadura híbrida», que combina elementos de diferentes sistemas políticos. Aunque se identifica con el socialismo, ha permitido la dolarización parcial de la economía, estableciendo alianzas con empresarios y militares que se benefician del control estatal.

La militarización y el control económico han permitido a Maduro mantenerse en el poder, alejándose cada vez más de los ideales socialistas y consolidando una oligarquía que disfruta de privilegios mientras el resto de la población sufre una profunda crisis. Esta «dictadura híbrida» busca proyectar una imagen de normalidad, cuando en realidad Venezuela ha dejado de ser una democracia.

A partir del 28 de julio, cualquier proceso electoral en Venezuela es inviable sin una intervención internacional que garantice transparencia. La comunidad internacional es consciente de que, bajo las condiciones actuales, no habrá elecciones libres. Venezuela necesita un cambio de sistema de gobierno, ya que Maduro ha instrumentalizado su dictadura para reescribir la historia.

Maduro y su régimen no solo han socavado las bases democráticas del país, sino que han instaurado una cultura del miedo, donde la persecución política es una constante. Líderes de la oposición, como María Corina Machado, han sido objeto de amenazas directas por parte de figuras del régimen, quienes han utilizado el aparato estatal para silenciar voces disidentes. El miedo es una herramienta fundamental de cualquier dictadura, y en Venezuela, esto se manifiesta en la represión constante de las libertades fundamentales, desde la libertad de expresión hasta la libertad de circulación.

El colapso institucional de Venezuela no es simplemente una crisis política, sino una catástrofe humanitaria. La emigración masiva de millones de venezolanos es una señal de que la población está desesperada por escapar de las condiciones inhumanas que impone el régimen de Maduro. La falta de acceso a medicamentos, alimentos y servicios básicos ha exacerbado el sufrimiento de los más vulnerables, mientras que los altos funcionarios del régimen siguen acumulando riqueza a expensas del pueblo. Esta desconexión entre la élite gobernante y la realidad diaria de los ciudadanos ha consolidado aún más la estructura dictatorial.

Es necesario destacar que, bajo esta «dictadura híbrida», Maduro ha tratado de proyectar una imagen de control económico a través de la dolarización parcial, lo que ha permitido a ciertos sectores económicos seguir operando y a la élite seguir beneficiándose. Sin embargo, esto ha generado una mayor desigualdad social, donde aquellos con acceso a dólares viven en una burbuja de privilegios, mientras que la mayoría de la población lucha por sobrevivir en condiciones de extrema pobreza.

La falta de un verdadero contrapeso político y la cooptación de las instituciones democráticas por parte del régimen han dejado a la oposición en una posición de desventaja. A pesar de contar con el apoyo popular, la fragmentación interna y la falta de una estrategia coherente han impedido una respuesta efectiva al golpe de Estado de facto que Maduro ha implementado. La comunidad internacional, aunque ha expresado su apoyo al pueblo venezolano, no ha logrado una intervención efectiva para detener el deterioro democrático.

El pueblo venezolano se enfrenta a un desafío monumental: reconstruir un país devastado por años de corrupción, abuso de poder y represión. La resistencia interna debe organizarse con una visión clara y unificada, reconociendo la realidad de que Maduro no permitirá elecciones libres ni una transición pacífica. Los venezolanos deben prepararse para un largo proceso de lucha por la restauración de la democracia, y esto requiere sacrificios, tanto dentro como fuera del país.

En definitiva, no hay duda de que Venezuela se encuentra bajo una dictadura. La oposición que no ha denunciado el golpe de Estado contra la Constitución es parte del sistema, y Maduro ha logrado, con su «dictadura híbrida», desmantelar el estado de derecho en el país. Es imperativo que el pueblo venezolano y la comunidad internacional reconozcan esta realidad y actúen en consecuencia, para evitar que la dictadura de Maduro siga oprimiendo a una nación que clama por libertad.

Es importante entender que la dictadura de Nicolás Maduro no se ajusta completamente a los modelos tradicionales de una dictadura de izquierda. Aunque Maduro y su gobierno se identifican como socialistas y herederos del chavismo, en la práctica han adoptado políticas y alianzas que los alejan del socialismo clásico.

Por esta razón, considero que el término «dictadura híbrida» describe mejor el régimen de Maduro. Este tipo de dictadura combina elementos de distintas ideologías, adaptándose de manera pragmática para mantener el poder. A continuación, te explico las principales características de este modelo:

  1. Alianzas con empresarios: A pesar de su discurso antiimperialista y antioligárquico, el régimen de Maduro ha establecido alianzas estratégicas con sectores empresariales. Algunos empresarios cercanos al poder se han beneficiado del control estatal y de la corrupción. Esto rompe con el modelo socialista puro, en el cual el Estado tendría control absoluto sobre la economía. En lugar de eso, Maduro permite que ciertos sectores privados prosperen bajo su control.
  2. Economía de mercado controlada: Aunque Maduro sigue utilizando una retórica socialista, ha permitido la dolarización parcial de la economía y la apertura de ciertos sectores al mercado. Esto ha generado una coexistencia entre el control estatal y las dinámicas de mercado, favoreciendo a aquellos con acceso a divisas y cercanos al poder. Esta mezcla de políticas muestra cómo el régimen se adapta para sobrevivir, alejándose del socialismo estricto.
  3. Militarización y represión: El poder de Maduro se basa más en la represión y el control militar que en la ideología. Ha asegurado la lealtad de los altos mandos militares al otorgarles privilegios económicos y control sobre sectores estratégicos como el petróleo, la minería y las importaciones. La militarización del régimen es una de las principales herramientas para mantener su dominio.
  4. Supervivencia política sobre la ideología: Maduro ha demostrado ser flexible y pragmático en su enfoque. Para mantenerse en el poder, ha buscado alianzas tanto internas (con empresarios y militares) como externas (con países como Rusia, China y Turquía). Este pragmatismo no está atado a una ideología coherente, sino a la necesidad de consolidar su control, adaptándose a cualquier circunstancia que le permita seguir gobernando.
  5. Privilegios y oligarquía: Las élites cercanas a Maduro, incluidos militares, políticos y empresarios afines, disfrutan de enormes privilegios. Esto contrasta con los ideales socialistas de igualdad, ya que el poder económico y político está concentrado en una nueva oligarquía, algo más común en dictaduras de derecha. En este sentido, Maduro ha consolidado un sistema que favorece a un pequeño grupo, mientras el resto del país sufre una profunda crisis.

En resumen, Maduro ha construido una dictadura híbrida, en la que ha tomado elementos de distintos modelos políticos para garantizar su permanencia en el poder. Las alianzas con sectores empresariales, la flexibilización de las políticas económicas y el control militar refuerzan la idea de que su principal objetivo no es una ideología coherente, sino la conservación del poder a toda costa.

Cada acto y declaración de Maduro demuestra su naturaleza dictatorial. El mundo ya lo reconoce como tal, y él mismo se expone con cada palabra y acción.

Nos leemos en una próxima ocasión