Uno siempre se rinde ante la patria. No hay bandera que convoque mejor, ni causa que no se deba seguir con todo el entusiasmo del mundo. Así ha sucedido en todos los tiempos y países, pero no se trata de un tema fácil de manejar. Fue esencia de la formación de los Estados nacionales de Europa y motivo de las independencias de América Latina y de Estados Unidos, por ejemplo, pero, precisamente por su relación con fenómenos sociales que sucedieron en épocas distintas y cabalmente determinadas por las necesidades de cada tiempo histórico, ofrece un serio problema de definición.
En el caso venezolano nadie sabía lo que era patria cuando comenzó la guerra de la Independencia. Nadie sabía lo que significaba al comenzar la separación del imperio español. Por lo tanto, hubo la necesidad de definirla. Hubo que explicar a los venezolanos cuál era el meollo del asunto porque, entre otras cosas, nadie era venezolano todavía, y se debía hacer una pedagogía a través de la cual se supiera la razón del nuevo estatus y los compromisos que implicaba.
Fue así como los padres conscriptos redactaron unos catecismos para que la gente se enterara de la existencia de la patria y de lo que el patriotismo significaba. Se tuvo que repetir el trabajo en 1830, cuando desmantelamos a Colombia, porque ser patriota a solas no era lo mismo que vivir y sentir el patriotismo cuando formábamos parte de un país distinto que se convirtió en una incomodidad. Estos son los dos ejemplos más grandes de cómo la idea de patria depende de las circunstancias y de cómo se la venda en el comercio de las ideas políticas.
Pero el concepto de patria tuvo otro tipo de comercio que debe vincularse con los intereses de caudillos, personalismos y banderías de toda laya. Así la patria era de los federales y según la definían los líderes de la Federación, como antes dependió de lo que dictaran Monagas y sus seguidores. Así sucesivamente, hasta las dictaduras de Gómez y Pérez Jiménez.
A estas manipulaciones rastreras corresponde la definición de patria que pretende difundir la dictadura de Maduro para aferrarse al poder. Patria es lo que se proclame en Miraflores, en los cenáculos del PSUV y en los escaños de la prostituyente. Por consiguiente, antipatria es lo que se oponga a una babosa definición que no existe y antipatriotas los adversarios de la dictadura.
No se han tomado la molestia de ofrecer una definición, no han ofrecido conceptos respetables sobre el tema porque no tienen cómo hacerlo sin caer en el terreno de los lugares comunes, de los gritos sin plataforma sólida, pero han convertido a la patria en bandera de las cruzadas del oficialismo.
No acuden a un estandarte vano, sino a un argumento de naturaleza emblemática ante el cual resulta difícil resistirse. Nadie se va a colocar en el bando de la antipatria sin saber el riesgo que corre, ni la vergüenza que puede significar, aun cuando nadie sepa a ciencia cierta cuál es la patria de los chavistas, o cuando huela que se trata de una trampa para cazar incautos.
Pero la patria no es lo que proclama la dictadura, sino, precisamente, la que se le opone. Cuando tengamos esto claro, la dictadura tendrá que arroparse con otra cobija.