La expresión “falso positivo” es de uso corriente en estadística, informática y medicina. Hace referencia a una realidad aparente o una verdad que no es tal. En Colombia, la locución se usó con profusión durante el mandato de Uribe para etiquetar irregularidades que involucraban a militares y paramilitares, y eran atribuidas a personas u organizaciones ajenas al desaguisado.
En tales casos, y para regocijo de Chávez, se decía que el gobierno del país hermano sembraba falsos positivos. Regocijo que le permitía arrojar piedras al vecino sin reparar en que su techo era de vidrio, pues, desde su llegada a Miraflores hasta su partida al mar de la felicidad donde bañan sus penas las ánimas rojas, fueron incontables las conspiraciones y planes de desestabilización y magnicidio fraguados por los laboratorios de agitación, propaganda y contrainteligencia de La Habana para que el comandante se fuese de la lengua contra enemigos invisibles.
En Venezuela, donde el vocabulario del habitante promedio no llega a 150 palabras –no necesita más porque cuenta con la polisémica vaina, mágico comodín que da para todo–, el concepto no tuvo feliz acogida. Aquí se montan ollas. Y es lo que han venido haciendo sin parar el sucesor y su inepta compañía, que de gobernar no sabrán, pero sí, ¡y bastante!, de falsos positivos.
Enumerar los montajes que durante su ejercicio han servido de pretexto a Maduro para gobernar de espaldas a la bicha, comenzado por la fulana “guerra económica”, sería tedioso y repetitivo. Nos conformaremos con el más reciente, el que acaba de sacar del horno Tareck el Aissami, que vincula a Leopoldo López y Freddy Guevara con Óscar Pérez y un tal Manuel Chacín Díaz –en su casa lo conocen–, y con un “plan de sabotaje para crear ingobernabilidad en el país y evitar las elecciones regionales pautadas para el próximo 15 de octubre”.
El presunto plan buscaba sabotear el sistema eléctrico, el servicio de agua y los cajeros automáticos, así como atentar contra dirigentes opositores para inculpar a los cuerpos de seguridad, y como represalia a la MUD por participar en las elecciones regionales.
En sus inquietantes declaraciones, el Visir se refirió al uso de explosivos –decomisaron 7 tumbarranchos al señor Chacín– al estilo del más depurado terrorismo. Él sabe de lo que habla. Sus presuntas relaciones con Hezbolá y el Estado Islámico (dicen las investigaciones internacionales) le confieren autoridad y conocimiento de causa para tratar el asunto. Además, el gobierno está lleno de enchufados que de jóvenes fueron entrenados en Cuba para administrar el terror. No es el caso de López y Guevara, cuyos conocimientos de la materia se reducen a saltapericos, triquitraques, luces de bengalas y los fuegos artificiales que de la China roja rojita vienen a alegrar la Navidad.
Son, más que inverosímiles, ridículas las revelaciones del Visir. Se ven por todas partes las costuras de su chilaba y queda claro que al gobierno ya nada le están gustando los comicios que se avecinan. Ante la imposibilidad de imponer su estrategia abstencionista, busca, apelando a razones de seguridad nacional, ponerle freno al proceso en curso. ¡Vaya falso positivo!
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