“Solo falta resolver algunos puntos álgidos”, afirma Jorge Rodríguez. En el periódico, vocero oficioso de la dictadura, se asegura que “el diálogo está a punto de caramelo”. Maduro, por su parte, reitera que ha enviado “emisarios de paz” a República Dominicana, para que allanen el camino de la concordia. Todo camina hacia tratos amistosos con la oposición insisten los portavoces del oficialismo, en un empeño de cazar bobos.
Pero, ¿están interesados de veras en buscar acuerdos que permitan un clima de convivencia pacífica? ¿Dicen la verdad cuando cacarean su interés de negociar con los líderes de la oposición los aspectos cardinales de la crisis que hoy envuelve a Venezuela?
El empeño hegemónico de la dictadura marcha sin ningún tipo de modificación. Las cárceles siguen abarrotadas de presos políticos. Las siete llaves que abren la puerta de un canal humanitario continúan perdidas. La prostituyente espuria sigue disponiendo de lo humano y lo divino como si la Asamblea Nacional no existiera, o como si tuviera legitimidad para disponer de la vida de los ciudadanos.
El Tribunal Supremo de Justicia sigue postrado ante los pies de Maduro, en un trabajo de servidumbre incondicional. Ninguna señal, en suma, ningún gesto del oficialismo avala las declaraciones proclives a las paces, que lanzan a los cuatro vientos los que quieren ahora venderse como patrocinadores de unas tratativas a través de las cuales se acerque la sociedad a una atmósfera de sosiego.
¿Por qué, entonces, protagonizan el sainete del diálogo? Porque pretenden desacreditar a la oposición ante la cercanía de unas elecciones regionales que pueden ponerlos en trance terminal. Como saben que hay amplios sectores de la sociedad en cuyo seno caen como plomo hirviente unas conversaciones con los causantes de su desgracia, atizan la llama del descontento para pescar en río revuelto.
Como las primarias de la oposición produjeron, como era de esperarse, conflictos internos, quieren profundizarlos para aprovechar una supuesta debilidad, o para inflarla desde el exterior de los partidos. Como les conviene presentarse cual campeones de la fraternidad, refrescan caras y maquillan cicatrices ante la comunidad internacional, juegan las cartas de una aproximación que solo se entiende como una fábula para levantar cabeza ante el precipicio en el que se pueden convertir, según las encuestas, las votaciones para gobernadores.
Los representantes de la MUD han manifestado con claridad su postura: no oficiarán el rito de las conversaciones si el gobierno no libera a los presos políticos; no cambiarán de conducta mientras permanezca el acoso de la constituyente espuria contra los poderes nacidos de la soberanía popular; no moverán ni un dedo mientras no se alivien las carestías materiales que agobian a las mayorías.
La dictadura insiste en un juego macabro para crear un clima de confusiones, en presentarse como promotor de un acercamiento que en los hechos no hay. Expertos en el arte de la patraña, campeones en el oficio de manipular a las masas, los agentes de la dictadura hablan sobre unos compromisos que no existen y buscan pescar en río revuelto. ¿Caerán los peces en la red?.