Después de las movilizaciones populares que convocó el presidente Guaidó, ¿han cambiado las cosas en Venezuela?, ¿la política ha tomado nuevos rumbos al terminar las manifestaciones?, ¿estamos ahora ante una nueva etapa que va a iniciar rumbos prometedores? Es temprano para hacer pronósticos entusiastas, pero de lo visto no se pueden hacer anuncios entusiastas.
Pensar que las cosas mudarían después de la convocatoria se relaciona con las noticias de Chile y Bolivia, capaces de sugerir la idea de que el pueblo en la calle conduciría a situaciones de cercano cambio, pero los motivos nacionales de tales conductas no se relacionan directamente con las nuestros, ni se pueden reproducir en forma automática. Si se ha pensado en empujones suramericanos para la crisis venezolana, se ha hecho un ejercicio inútil. En especial cuando se recuerda que lo de allá surgió de las entrañas de la sociedad y lo de aquí, en la ocasión que nos ocupa, nace de una invitación de la cúpula oposicionista.
Una invitación para marchar en paz, para salir del domicilio con buenas maneras, para hacer un acto de presencia que hacía falta debido a las ausencias reciente, al desierto en que se han convertido las áreas púbicas, pero jamás para encender las fogatas de la rebelión. Se planteó un amable desfile, se invitó a una gran vendimia, como para que las cosas no hibernaran más de la cuenta, como para que se supiera en el extranjero que aquí también estamos luchando contra una usurpación, pero nada más. Y fue eso, sin añadiduras: paradas civilizadas, gente tranquila como se pedía, acto con momento de inicio y con hora de terminación que no se salió del libreto, ni buscó otros horizontes.
¿Se puede salir del agujero después de estas conductas tan modosas, de esa circunspección programada desde las alturas? No parece probable. La pradera no se enciende cuando el combustible que la inflama no está en el mercado. Nadie quiere hogueras ni sangre, después de las que se han encendido en el pasado reciente y de las heridas mortales que el pueblo ha prodigado, pero es evidente que se logrará muy poco con demostraciones como las ocurridas el pasado sábado. Aquello fue una fe de vida, la constancia de que la oposición todavía está viva y que puede lucir a una multitud de seguidores, pasar lista en el patio de la escuela, pero nada más.
De lo cual se deduce la necesidad que tienen Guaidó y sus compañeros de analizar con cuidado los resultados de su convocatoria para pensar situaciones diversas, desafíos no ensayados todavía, movimientos que tengan de veras consecuencias. Van a seguir las manifestaciones callejeras durante esta semana, anuncian los líderes. Ojalá que no terminen en el limbo que quisimos criticar ahora.
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