Para algunos la vida es como “jugar” donde toman decisiones estratégicas para todo, empezando por su supervivencia y la de la humanidad
¿Cómo juegas tu vida?
Desde que nacemos, los seres humanos enfrentamos un tablero lleno de posibilidades, restricciones, y jugadores con los que interactuar. Sin darnos cuenta, vivimos inmersos en una partida constante, donde nuestras decisiones estratégicas moldean no solo nuestro futuro, sino también el de quienes nos rodean. La exitosa serie “El juego del calamar” (Squid Game), creada por Hwang Dong-hyuk, presenta una narrativa que puede analizarse desde la perspectiva de la Teoría de Juegos, ya que explora decisiones estratégicas, dilemas morales y conflictos entre cooperación y competencia. La “Teoría de Juegos” no solo explica nuestros dilemas, sino también nuestra capacidad de colaborar. En muchos casos, las personas descubren que cooperar produce mejores resultados que competir. Sin embargo, la tentación de “jugar con dos caras” para un beneficio inmediato puede ser difícil de resistir. Este balance entre competencia y cooperación define gran parte de nuestras relaciones humanas, desde los negocios, pasando por el amor, las emociones y nuestro comportamiento hasta la crianza de los hijos.
En el caso del entorno laboral, colaborar con los compañeros puede generar proyectos exitosos y una buena reputación. Sin embargo, también enfrentamos dilemas estratégicos: ¿comparto mi conocimiento para el bien común o lo guardo para asegurar mi posición o para ascender?… Además, toda decisión que tomamos está influida por nuestras expectativas y nuestra percepción de cómo actuarán los demás.
La Teoría de Juegos, popularizada por el genio matemático John Nash, ilumina esta realidad al ofrecer un marco para entender cómo actuamos en un mundo lleno de intercambios complejos. Se trata de un marco teórico que analiza las interacciones estratégicas entre individuos o grupos, y ha sido fundamental para explicar diversos comportamientos humanos. En particular, el Premio Nobel de Economía de 1994 fue otorgado a John Nash, junto con Reinhard Selten y John Harsanyi, por sus contribuciones a la teoría.
La Teoría de Juegos ha ampliado la capacidad de la psicología para analizar y explicar comportamientos estratégicos, proporcionando un marco lógico para entender decisiones individuales y colectivas. Aunque la psicología enfatiza la complejidad humana y la economía se centra en la racionalidad matemática, ambas perspectivas se enriquecen mutuamente. Esta colaboración interdisciplinaria no solo explica mejor el comportamiento humano, sino que también ofrece herramientas prácticas para mejorar la toma de decisiones en contextos personales, sociales y económicos.
El caso de Luciano
Es un joven profesional de 28 años que llega a la consulta buscando orientación.
Psicólogo: Luciano, me dijiste por teléfono que te sientes estancado en tu vida. Cuéntame más sobre eso.
Luciano: Sí, es como si… no supiera qué hacer. Tengo metas, pero no sé por dónde empezar. Todo parece complicado, y al final no hago nada.
Psicólogo: Entiendo. ¿Puedes darme una situación? Algo concreto que refleje cómo te sientes.
Luciano: Bueno, en el trabajo, por ejemplo tengo compañeros que siempre parecen saber cómo destacarse. Yo intento hacer lo mío, pero nunca tomo riesgos. A veces pienso en participar más en los proyectos importantes, pero… no sé, siento que me van a juzgar o que no servirá de nada.
Psicólogo: Parece que estás evaluando tus decisiones estratégicamente, como en un juego, pero con miedo a las posibles consecuencias. ¿Has oído hablar de la “Teoría de Juegos”?
Luciano: No, nunca. ¿Qué es eso?
Psicólogo: Imagina que tú y otro prisionero son acusados de un crimen. Si ambos cooperan y se mantienen en silencio, los dos reciben una pena menor. Pero si uno traiciona al otro, el traidor se beneficia mientras el otro sufre. Si ambos se traicionan, los dos pierden. Es un dilema porque decidir cooperar requiere confiar en que el otro hará lo mismo.
Luciano: Interesante… ¿y eso qué tiene que ver conmigo?
Psicólogo: Muchas de tus decisiones reflejan ese dilema. En el trabajo, si decides no “cooperar” en proyectos importantes porque asumes que otros no valorarán tu esfuerzo o podrían juzgarte, ocurre que al hacerlo, te estás excluyendo a ti mismo y perdiendo oportunidades.
Luciano: Nunca lo había visto de esa forma. Creo que tengo miedo al rechazo o a equivocarme.
Psicólogo: Es natural. Pero ¿te das cuenta de que evitar el riesgo también tiene un costo? Estás perdiendo algo valioso: crecimiento personal y profesional.
Luciano: Sí, lo veo ahora… ¿Entonces, qué debería hacer?
Psicólogo: Primero, identifiquemos tus “juegos” principales. ¿Cuáles son las áreas clave de tu vida donde necesitas tomar decisiones estratégicas?
Luciano: Diría que en el trabajo, en mis relaciones personales y… en mi desarrollo, como aprender cosas nuevas.
Psicólogo: Excelente. Ahora, en cada uno de esos “tableros”, ¿qué significa para ti ganar? ¿Qué quieres lograr en cada área?
Luciano: En el trabajo, me gustaría ser reconocido y tener más responsabilidades. En lo personal, quiero relaciones más profundas. Y en mi desarrollo, quiero sentir que estoy avanzando, aprendiendo.
Psicólogo: Muy bien. Lo siguiente es diseñar estrategias realistas para alcanzar esos objetivos. En el caso del trabajo, ¿qué pequeños pasos puedes dar para participar más sin sentirte abrumado?
Luciano: Quizás ofrecerme como voluntario en un proyecto menos visible para empezar. Así no siento tanta presión.
Psicólogo: Perfecto. Es una estrategia que minimiza el riesgo pero te acerca a tu objetivo. En tus relaciones, ¿qué te detiene de ser más abierto?…
Luciano: Supongo que temo ser rechazado o que piensen que soy débil.
Psicólogo: Esa percepción es como una suposición en el “juego” de tus relaciones. Sin embargo ¿has considerado que ser vulnerable puede fortalecer los lazos con las personas que realmente valoras?
Luciano: No lo había pensado así… tiene sentido.
Psicólogo: Recuerda que no siempre podemos controlar cómo los demás reaccionan, pero podemos influir en el resultado cambiando nuestra actitud. En este caso, mostrar tus emociones puede ser una estrategia poderosa para construir conexiones.
Luciano: Está claro. Es cuestión de jugar mejor, ¿no?
Psicólogo: Exacto. Y jugar mejor no siempre significa ganar, sino tomar decisiones conscientes que te acerquen a tus propósitos y valores.
Luciano: Entonces, ¿esto se trata de arriesgar con inteligencia o planear los escenarios?
Psicólogo: Justamente. Y recuerda, las mejores estrategias suelen combinar lógica, propósito y un poco de fe en los demás. ¿Te sientes listo para empezar?
Luciano: Sí, creo que sí.
Psicólogo: Perfecto. Comencemos por esos pequeños pasos en el trabajo. Y en nuestra próxima sesión, revisamos cómo te fue y avanzamos con las otras áreas.
Luciano: Me gusta ese plan. Gracias.
Psicólogo: Es un placer, Luciano. Nos vemos pronto.
Análisis
La vida de Luciano, según él mismo describió, parecía un tablero caótico donde no lograba avanzar hacia sus metas. “No sé cómo priorizar, cómo decidir, ni cómo alinear mis propósitos con mis acciones”, afirmó. Luciano se sentía atrapado en una red de decisiones donde cada movimiento parecía conducir al fracaso o al estancamiento.
Al analizar su caso desde la perspectiva de la teoría de juegos, encontramos que su problema no era la falta de metas, sino la incapacidad de formular estrategias coherentes y realistas para alcanzarlas. Luciano estaba jugando varios “juegos” simultáneos en su vida —el profesional, el personal y el social— pero sin un plan claro, sus decisiones eran impulsivas y desconectadas entre sí.
En términos de la teoría de juegos, Luciano no estaba considerando las “jugadas” de los demás ni las consecuencias futuras de sus propias decisiones. En su trabajo, evitaba participar en proyectos comunes porque pensaba que sus compañeros no valorarían su esfuerzo. Esto lo llevó a aislarse y, paradójicamente, reforzó la percepción de sus colegas de que era poco comprometido.
En este comportamiento Luciano asumía que los demás actuarían de forma egoísta, por lo que decidió “traicionar” la cooperación incluso antes de que ocurriera. En consecuencia, perdió oportunidades de desarrollo profesional y se sintió aún más desconectado. En su vida personal, el problema era similar. Luciano quería construir relaciones significativas, pero temía ser rechazado o traicionado. Por ello, optaba por estrategias de “defensa” que lo mantenían emocionalmente distante. En términos de la teoría de juegos, estaba evitando cualquier interacción que pudiera poner en riesgo su bienestar emocional, pero esto lo llevó a un círculo de soledad.
Estrategias para Luciano
Identificando los “juegos” relevantes
El primer paso fue ayudar a Luciano a identificar las áreas clave de su vida donde debía tomar decisiones estratégicas. ¿Qué juegos estaba jugando? ¿Qué deseaba lograr en cada uno? Reconocer y aceptar que su vida estaba dividida en distintos “tableros” —laboral, personal y social— lo ayudó a organizar su mente.
Luego, se estableció un propósito claro: Luciano necesitaba definir qué significaba “ganar” para él en cada juego. Esto lo llevó a reflexionar sobre sus valores y prioridades. ¿Qué era más importante: el reconocimiento profesional o el crecimiento personal? ¿Las relaciones profundas o la independencia?
Al final se le propone diseñar estrategias basadas en la cooperación: Aprender que, en muchos juegos de la vida, la ayuda mutua produce mejores resultados que la competencia. En su trabajo, comenzó a participar activamente en proyectos grupales, asumiendo que sus compañeros también buscaban el éxito colectivo. Este cambio en su enfoque estratégico no solo mejoró su desempeño, sino también su reputación.
A la postre, Luciano aprendió que evitar el riesgo puede ser tan dañino como enfrentarlo de forma imprudente. Decidió ser más vulnerable en sus relaciones personales, compartiendo sus emociones y necesidades. Este significativo cambio estratégico generó respuestas positivas en su círculo social, fortaleciendo sus vínculos. En lugar de buscar gratificación inmediata, Luciano empezó a tomar decisiones pensando en las consecuencias futuras. Esta mentalidad, fundamental en la teoría de juegos, lo ayudó a desarrollar paciencia y a priorizar esfuerzos que le ofrecieran beneficios sostenibles.
A medida que Luciano implementó estas estrategias, comenzó a notar un cambio significativo lo que reforzó positivamente el cambio de conducta. En su trabajo, sus colegas valoraron su participación, lo que le abrió puertas para asumir nuevas responsabilidades. En su vida personal, los riesgos emocionales que tomó le permitieron formar conexiones más profundas y satisfactorias.
Luciano entendió que no siempre controlamos las acciones de los demás, pero podemos influir en el resultado de un juego al cambiar nuestras propias estrategias. Al adoptar un enfoque basado en la cooperación, el propósito claro y el pensamiento a largo plazo, Luciano dejó de ser un jugador pasivo y se convirtió en un estratega consciente de su vida.
El caso de Luciano ilustra cómo la teoría de juegos puede servir como una herramienta práctica para abordar los dilemas cotidianos. Vivir no es solo enfrentar problemas, sino aprender a jugar estratégicamente con las decisiones que tomamos. La clave está en reconocer que, aunque no siempre podemos ganar, podemos participar de manera activa y construir un “tablero de juego” donde nuestras jugadas beneficien no solo a nosotros mismos, sino también a quienes comparten nuestra vida.
¿Cómo “jugar” para enamorarse?
Yolanda es una periodista curiosa en busca de amor y decide ir a consulta con la psicóloga.
Yolanda: Gracias por recibirme. Voy a ser directa: quiero saber cómo hacer para enamorarme y para que alguien se enamore de mí. A veces siento que las relaciones son como un juego, pero no sé las reglas.
Psicóloga: Me encanta tu enfoque, Yolanda. Las relaciones, al igual que otros aspectos de la vida, tienen una dimensión estratégica. Pero antes de hablar de “jugar”, quiero aclarar algo: el amor no se trata solo de tácticas, sino de autenticidad y conexión emocional. Dicho esto, podemos usar conceptos de la teoría de juegos para entender cómo mejorar nuestros intercambios personales.
Yolanda: ¿Qué significa eso? ¿Cómo aplica la teoría de juegos al amor?
Psicóloga: La teoría de juegos se enfoca en cómo tomamos decisiones estratégicas en función de lo que esperamos del otro. En el amor, esto ocurre todo el tiempo: decidimos qué mostrar de nosotros mismos, cómo actuar en una cita, o incluso si responder o no a un mensaje. Es como un “juego” de elecciones mutuas, donde ambas partes intentan maximizar la conexión o evitar el rechazo.
Yolanda: Suena lógico. Pero ¿cómo “juego” bien para que alguien se enamore de mí?
Psicóloga: Lo primero es reconocer que el amor no es un juego de suma cero, donde uno gana y el otro pierde. Por definición es un juego de cooperación. Si ambos deciden confiar y ser vulnerables, el resultado es mucho mejor que si uno o ambos se protegen demasiado.
Yolanda: Entonces, ¿qué debería hacer? ¿Hay reglas para enamorarse?
Psicóloga: Más que reglas, hay principios estratégicos.
Debes jugar con autenticidad, que es mostrarte tal como eres, lo que es crucial. Si comienzas una relación con “máscaras”, la conexión será superficial. La autenticidad genera confianza, que es la base de cualquier relación.
Hay que equilibrar riesgo y recompensa porque en el amor, como en la teoría de juegos, hay que arriesgarse. Decir lo que sientes o expresar interés puede ser intimidante, pero es necesario. No puedes ganar si no apuestas. Si no eres tú misma, tu pareja se puede enamorar de otra persona la cual que no eres.
También observa sus «jugadas». Presta atención a cómo actúa tu pareja. ¿Es recíproca contigo? ¿Muestra interés? El amor debe ser mutuo, si tú das todo y la otra persona nada, estás jugando en desventaja. No olvides lo más importante: fomentar la cooperación. En lugar de enfocarte en ganar, piensa en cómo ambos pueden construir algo juntos. Esto implica escuchar, comprometerte y mostrar interés genuino.
Lo que deben aspirar es ganar ambos lo cual significa que los dos jueguen el mismo juego como en un equipo, y no como antagonistas.
Yolanda: Pero doctora, me costaría mucho mostrarme vulnerable. Siempre temo que me rechacen.
Psicóloga: Ese miedo es común, pero la vulnerabilidad es lo que permite que las personas se conecten de verdad. En términos de la teoría de juegos, es como decidir cooperar en lugar de competir. Si te abres y confías, le das a la otra persona la oportunidad de hacer lo mismo. Si ambos son vulnerables, la relación tiene más posibilidades de florecer.
Yolanda: Pero ¿y si me lastiman? ¿Si no logramos entendernos?
Psicóloga: Siempre existe ese riesgo. Pero si evitas abrirte, también evitas experimentar un amor auténtico. En este caso, el juego no se trata de ganar o perder, sino de aprender y crecer, incluso si no siempre funciona. Si no logran entenderse es mejor no comenzar que separarse después.
Yolanda: ¿Cómo sé si estoy jugando el juego correcto?
Psicóloga: Excelente pregunta. Antes de involucrarte con alguien, pregúntate: ¿Qué tipo de relación quiero construir? ¿Qué valores son importantes para mí? El amor no es solo pura química. También es compatibilidad en metas y valores. Si los dos tienen propósitos similares, el juego será mucho más fácil de jugar. Si no te gusta la bebida y no quieres que tu futura pareja lo haga en exceso, lo mejor es que no vayas a un bar para ver si la conoces allí…
Yolanda: Entonces, ¿es cuestión de alinearse con alguien que juegue en el mismo equipo?
Psicóloga: Exactamente. Pero no en tu equipo, ni tú en el de él. En un nuevo team de los dos. El amor no debería sentirse como una competencia, sino como una colaboración. Ambos deben trabajar juntos hacia un propósito común, como construir una relación basada en respeto, apoyo y amor mutuo.
Yolanda: Me llevo muchas ideas. Pero, en resumen, ¿cuál sería la línea maestra?
Psicóloga: Juega con autenticidad y vulnerabilidad, pero también con inteligencia emocional. Observa las jugadas de tu pareja, evalúa si está dispuesto a cooperar, y alinea tus propósitos con los de esa persona. Al final, el amor es un juego donde todos ganan si ambos están dispuestos a jugar con sinceridad.
Yolanda: ¡Gracias! Me voy con una nueva perspectiva y más confianza. Nos volvemos a ver…
Psicóloga: Me alegra. Así será.
El dilema de la pareja ambiciosa
Seguimos con un caso de teoría de juegos aplicado a una pareja con metas compartidas y personales.
Escenario: Margarita y Carlos están casados y comparten un propósito común: construir una familia estable y feliz. Sin embargo, ambos tienen ambiciones profesionales que requieren tiempo y esfuerzo individual. Margarita aspira a convertirse en una líder bancaria, mientras que Carlos desea destacar como investigador académico. Ambos reconocen que el éxito de uno puede implicar sacrificios del otro en términos de tiempo, recursos y apoyo emocional.
Este escenario presenta un dilema estratégico, ya que ambos desean maximizar tanto el éxito de su matrimonio como sus objetivos personales. Sus decisiones pueden afectar tanto la relación como sus logros individuales.
Las opciones estratégicas de cada miembro de la pareja son dos básicamente: Una, cooperar priorizando el éxito de la relación y apoyándose mutuamente en sus propósitos personales, aunque esto pueda retrasar sus logros individuales.
La otra, competir y enfocarse en maximizar el propio éxito individual, aunque esto implique reducir el tiempo y la energía dedicados a la relación familiar.
Lo cual nos brinda solamente la opción del equilibrio para lograr resolver el dilema
Análisis del dilema de pareja
El mejor resultado colectivo es el de cooperación mutua. Si ambos eligen cooperar, pueden equilibrar sus metas personales y familiares, aunque el progreso en sus carreras sea más lento. Este resultado requiere comunicación y acuerdos claros, como turnarse para asumir más responsabilidades familiares.
El resultado de alto riesgo es el de competencia mutua porque si los dos deciden competir, pueden alcanzar el éxito individual más rápido, pero es probable que su relación se deteriore debido a la falta de apoyo y tiempo compartido.
El desafío radica en que, desde una perspectiva individual, competir puede parecer la mejor estrategia a corto plazo. Sin embargo, esto puede llevar a un resultado perjudicial para ambos en el largo plazo con falta de equilibrio emocional y una relación dañada o fallida.
Cómo resolver el dilema
La primera clave es la comunicación abierta. La pareja debe discutir regularmente sus metas personales y familiares para evitar malentendidos.
La segunda son los acuerdos explícitos, como establecer reglas claras, dividir responsabilidades familiares o alternar períodos de enfoque en sus carreras.
La tercera es la valoración del éxito conjunto porque al reconocer que el éxito de uno depende del apoyo del otro, esto da solidez en la relación. El éxito de cada uno depende de los dos.
La última clave es la flexibilidad, lo que significa que cada uno debe estar dispuesto a ajustar prioridades según las circunstancias, como el nacimiento de un hijo o una oportunidad profesional única.
Una estrategia de cooperación dinámica
Este dilema muestra cómo la teoría de juegos puede aplicarse para entender las tensiones entre metas individuales y conjuntas en una pareja. Actuar estratégicamente no implica competir todo el tiempo, sino encontrar formas de cooperar que beneficien a ambos. Al final, el éxito personal y familiar no son mutuamente excluyentes, siempre que la pareja vea su relación como un equipo en lugar de un juego de suma cero.
Un consejo a quienes buscan enamorarse
En el camino hacia el amor, actuar estratégicamente puede marcar la diferencia entre una relación plena y una decepción inevitable. El primer paso es reflexionar y definir claramente con quién se desea compartir la vida: ¿Qué valores, intereses y objetivos considera imprescindibles en una pareja ideal? Una vez identificado esto, el enfoque debe estar en las interacciones iniciales. Durante la primera cita o encuentro, es esencial hacer preguntas clave para conocer aspectos fundamentales de la otra persona, como su visión de la vida, intereses y metas personales. Por otro lado, debe explorar —en su momento— si las creencias de cada quién son aceptables, o al menos adaptables, o si son rígidas, como puede ser el caso de diferentes credos. Porque en esta situación, los dos tendrían que aceptar que cada uno siga practicando su religión, y tendría que haber acuerdos como en el caso de tener hijos, se debe sondear en cual creencia se les educará… Indagar sobre la pareja permite conocer y evaluar si existen puntos —“si y solo si”— de conexión significativos. Por lo que es bueno establecer parámetros claros: tres o cuatro características indispensables que debe cumplir esa persona para avanzar. Si no las cumple, es mejor detenerse, incluso si hay atracción. Enamorarse es un proceso, no una urgencia, y actuar con lógica desde el principio evita comprometerse en relaciones que no alineen con lo que realmente se busca. La clave está en escuchar tanto las emociones como la razón.
La esencia de la Teoría de Juegos
El sentido del balance es uno de los más destacados de esta teoría. Se refiere a una circunstancia en la que, en un juego estratégico, ningún jugador tiene incentivos para cambiar su estrategia, siempre y cuando los demás jugadores mantengan las suyas. En otras palabras, es un punto en el que las decisiones de todos los participantes se encuentran en balance, dado lo que saben de las decisiones de los demás.
En el corazón de la teoría de juegos está el concepto del equilibrio de Nash, ese punto en el que las decisiones de cada jugador se equilibran con las de los demás, creando una especie de “acuerdo tácito”. En nuestra vida cotidiana, este equilibrio se manifiesta continuamente. Pensemos en algo tan sencillo como conducir: respetar las señales de tránsito no solo nos beneficia a nosotros, sino que también garantiza un flujo ordenado para los demás. Si uno de los jugadores decide ignorar las reglas, el equilibrio se rompe y el caos se hace presente.
En nuestras relaciones personales, también jugamos. En el clásico “Dilema del Prisionero”, cada jugador debe decidir si coopera o traiciona. Este dilema es un espejo de nuestras decisiones diarias: ¿confío en mi pareja para construir un futuro juntos o priorizo mis intereses individuales? Las estrategias que elegimos, basadas en expectativas sobre el comportamiento del otro, pueden determinar el éxito o el fracaso de nuestras conexiones
El Equilibrio de Nash
El «Dilema del Prisionero«, explica cómo las personas tienden a elegir opciones individuales racionales —como traicionar a un compañero— aunque estas decisiones puedan llevar a un peor resultado colectivo —como ambos recibir castigos más severos—. Este dilema es usado en psicología, sociología y economía para entender la cooperación y la competencia, y lo vemos claramente presentada la serie del Juego del Calamar.
Estos son los escenarios:
1. Si el delincuente I y el delincuente II son leales el uno al otro, los pueden condenar a los dos, pero solo a un año por falta de pruebas.
2. Si alguno de los dos traiciona al otro, saldrá libre pero al compañero lo condenan por 7 años en prisión.
3. Si los dos se traicionan mutuamente, los dos serán condenados aunque por solo 3 años.
Obviamente el escenario de cooperar ambos es el mejor de los escenarios para los dos delincuentes.
Teoría de Juegos y comportamiento humano
La teoría de juegos ha sido usada para explicar diversos comportamientos en negociaciones y conflictos, y en cómo los países o empresas toman decisiones estratégicas durante negociaciones o competencias. En los comportamientos sociales la teoría explica por qué las personas cooperan o compiten en diferentes contextos, como en el trabajo o en comunidades. En la evolución y la biología la Teoría de Juegos Evolutiva indica estrategias de supervivencia y reproducción en distintas especie. Esta es una extensión de la teoría de juegos tradicional que aplica conceptos y principios matemáticos al estudio de comportamientos en poblaciones biológicas y sociales. Combina la teoría de juegos y la teoría evolutiva de Darwin para analizar cómo surgen y se mantienen ciertos comportamientos o estrategias en el tiempo, basándose en la supervivencia y la reproducción.
La Teoría de Juegos Evolutiva es una herramienta poderosa para comprender cómo las estrategias de comportamiento se desarrollan y persisten en poblaciones biológicas y sociales. Desde el altruismo hasta la competencia por recursos, esta teoría nos muestra que las interacciones estratégicas están profundamente arraigadas en nuestra naturaleza y que la evolución ha moldeado nuestras decisiones mucho más de lo que imaginamos. El objetivo de un estudio entre los juegos con aves fue encontrar una estrategia evolutivamente estable como lo es la muestra de una combinación de halcones y palomas donde perdura el comportamiento como parte de su supervivencia.
El juego del halcón y la paloma
Este es un modelo clásico de la Teoría de Juegos Evolutiva donde se ilustra cómo dos estrategias opuestas, «Halcón» y «Paloma», interactúan en un entorno competitivo, como la lucha por recursos limitados. Se utiliza para analizar el equilibrio entre la agresión y la sumisión en poblaciones biológicas y en sus entornos sociales.
El escenario consiste en dos aves que compiten por un recurso valioso como lo es la pareja, la comida, o el territorio. Cada jugador suele adoptar una de dos estrategias. Para el halcón la estrategia es agresiva: Ataca al otro halcón oponente y lucha hasta ganar o resultar herido.
Mientas tanto en las palomas su estrategia es pacífica. Evita el conflicto directo con el otro competidor y se retira si este es más agresivo. Si encuentra otra paloma, comparten el recurso sin pelear.
Imaginemos un grupo de aves que compiten por comida en un área limitada. Si todas adoptan el comportamiento del halcón, las peleas frecuentes resultarán en heridas, reduciendo la supervivencia de la población. Si todas son palomas, no hay conflictos, pero también disminuye la capacidad de defender recursos valiosos. La proporción ideal de halcones y palomas en la población dependerá de los costos y beneficios específicos de los recursos disponibles.
El juego del halcón y la paloma demuestra cómo las estrategias de agresión y sumisión pueden coexistir en una población, ajustándose dinámicamente para maximizar el éxito general. Este modelo no solo es relevante en biología, sino que también ofrece insights sobre el comportamiento humano, la toma de decisiones y la dinámica social. El mensaje es claro.
¿Nosotros somos seres jugadores racionales?
Aunque la teoría de juegos asume una racionalidad en nuestras decisiones, la psicología demuestra que nuestras emociones y sesgos juegan un papel crucial. No siempre tomamos la decisión más lógica, y muchas veces priorizamos sentimientos como la confianza, la empatía o el orgullo sobre el beneficio material. Aquí, la vida se aleja de ser un juego puramente matemático y se convierte en una danza compleja de lógica y emoción.
¿Y el comportamiento de cada quien?
Aunque nació en la economía, la teoría de juegos ha encontrado en la psicología un campo fértil para explorar las complejidades del comportamiento humano. Investigadores como Anatol Rapoport, Morton Deutsch y Daniel Kahneman han enriquecido esta teoría al incorporar factores emocionales, sociales y cognitivos, haciéndola más aplicable a los dilemas cotidianos y a las dinámicas interpersonales.
La forma de ser y el comportamiento de las personas juegan un papel crucial en cómo tomamos decisiones estratégicas y, por ende, en cómo aplicamos la teoría de juegos en situaciones de la vida real. Aunque la teoría de juegos clásica asume que los individuos son racionales y maximizan su utilidad, los estudios en psicología muestran que los rasgos de personalidad influyen significativamente en la manera de elegir opciones, incluso en escenarios similares.
Así, pensamos que una persona con altos niveles de amabilidad tiende a cooperar más, incluso en situaciones donde podría beneficiarse al no hacerlo. Quienes son más responsables suelen pensar a largo plazo y priorizar decisiones estratégicas que beneficien relaciones o resultados sostenibles. Personas con altos niveles de neuroticismo pueden actuar impulsivamente o con desconfianza, afectando su capacidad para cooperar.
Una persona más extrovertida podría ser más propensa a confiar en los demás, mientras que alguien con menos cohesión social podría asumir que los demás actuarán egoístamente y optar por traicionar primero en el caso del dilema del prisionero.
Creemos que las personas más abiertas al cambio tienden a tomar riesgos más elevados, confiando en que podrán adaptarse a los resultados, y quienes asumen una alta responsabilidad deberían analizar más cuidadosamente las consecuencias de sus acciones, evitando decisiones impulsivas.
Un caso basado en el comportamiento psicológico y la teoría de juegos
Imaginemos un escenario en el que Magaly y Mireya tienen la opción de cooperar para compartir los beneficios de un proyecto —ganar ambas 50%— o competir, arriesgando que una gane el 100% y el otra nada.
Magaly es extrovertida y confiada. Es más probable que coopere, asumiendo que la otra persona hará lo mismo. Prioriza las relaciones sobre el beneficio individual.
Mireya es introvertida y desconfiada. Es más probable que compita, temiendo que la otra persona pueda traicionarla y dejándola con nada.
Aunque ambas están en igualdad de condiciones, sus elecciones diferirán por sus rasgos de personalidad. Esto ilustra cómo el comportamiento humano puede alterar los resultados previstos por los modelos de teoría de juegos.
Aunque la teoría de juegos clásica se enfoca en el conducta racional, al incorporar a las ciencias de la conducta, la psicología permite una comprensión más realista del comportamiento humano. Las decisiones estratégicas no se toman en un vacío racional, sino que están ciertamente influenciadas por quién es la persona, cómo percibe el mundo y cómo prioriza sus valores. En igualdad de situaciones, las personas actuarán de manera distinta dependiendo de su forma de ser, de pensar y de actuar. Esto refutaría los supuestos clásicos de la teoría de juegos, pero también la enriquece, ofreciendo modelos más complejos y precisos para explicar el comportamiento humano. Combinar la teoría de juegos con el estudio del comportamiento humano crea un puente interdisciplinario para entender mejor cómo las personas navegan las dinámicas estratégicas y “juegan” en la vida.
Conocimientos, creencias, leyes, libros religiosos
El comportamiento humano no solo está determinado por estrategias racionales individuales, sino también por un conjunto de factores externos que moldean las decisiones. Las creencias personales, la religión, la historia, las ideologías políticas y filosóficas, así como la cultura y la dinámica de las comunidades, actúan como influencias clave en cómo evaluamos nuestras opciones y anticipamos las respuestas de otros. La educación recibida y las condiciones socioeconómicas proporcionan el marco desde el cual se perciben las recompensas y riesgos, mientras que la conducta de los grupos con los que interactuamos define las normas implícitas que rigen nuestras acciones. Estos factores externos convierten los juegos estratégicos en dinámicas complejas y profundamente humanas, donde las selecciones no solo reflejan cálculos matemáticos, sino también valores, identidad y pertenencia social.
Las creencias personales influyen en cómo los individuos perciben las recompensas y los costos de sus acciones, moldeando sus decisiones estratégicas según sus valores y expectativas. Las religiones, por su parte, actúan como sistemas normativos que guían comportamientos, promoviendo la cooperación, la reciprocidad o la obediencia según sus preceptos, lo que puede alterar los equilibrios estratégicos previstos en un juego. Las leyes, como marco institucional, establecen las reglas del juego, imponiendo sanciones a ciertas estrategias como la traición y recompensas para otras, como sería la cooperación. Juntas, estas fuerzas no solo estructuran el entorno estratégico en el que operan los jugadores, sino que también definen las opciones disponibles y las consecuencias asociadas, añadiendo capas de complejidad a las decisiones en dilemas sociales, económicos y políticos.
La filosofía de vivir «jugando»
Reconocer que vivimos «jugando» no significa que nuestra existencia sea superficial o mecánica. Por el contrario, entender nuestras decisiones como parte de una estrategia más amplia nos invita a reflexionar sobre nuestras prioridades y valores. Las preguntas que debemos hacernos son: ¿Qué tipo de jugador quiero ser? ¿Estoy buscando ganar solo para mí, o estoy dispuesto a crear un equilibrio donde todos podamos prosperar?
La humanidad siempre ha buscado qué jugadas hacer por razones de supervivencia. Quizás por ello siempre intuyó la existencia de un supremo orden universal. Algunos buscaron dioses en las religiones politeístas, otros credos como los abrahámicos han sido monoteístas. Uno de ellos, el filósofo y matemático Blaise Pascal (1623-1662) decía que “la vida era una apuesta”. Para él su envite era si Dios existe o no, como señala su credo religioso. Pascal indicaba que si alguien no creía que Dios existe, la persona tendría las pérdidas como placeres y lujos o desmanes, pero si Dios existe, recibirá ganancias infinitas como la eternidad en el cielo y evitaría pérdidas infinitas en el caso de una eternidad en el infierno.
En el presente, nos preguntamos desde lo más trivial como que ropa vas a usar hasta lo más complejo como ¿Qué o quién es el Universo? y si este ente omnipotente e inmanente es el supremo ser consciente e infinito que denominamos Dios.
Al principio de cada proceso o de decisiones necesitamos escoger un camino tomando en cuenta quienes somos o quienes deseamos ser. De elegir dónde colocar nuestras fichas, cuándo y cuanto arriesgar o cuándo retirarnos. Son decisiones que definen no solo nuestro destino, sino también quiénes somos como personas. La teoría de juegos nos ofrece otra perspectiva atrayente para comprender nuestras vidas. Aunque no siempre somos conscientes de ello, nuestras decisiones estratégicas forman parte de un entramado social más amplio, donde cada acción cuenta. Si logramos combinar la lógica estratégica con la empatía y la generosidad, quizás podamos construir un tablero de juego donde no solo ganemos nosotros, sino también los demás. Al final, vivir “jugando” no significa tomarlo todo a la ligera, sino ser conscientes de nuestras decisiones y del impacto que tienen en quienes comparten esta partida con nosotros sin olvidar un principio clásico: Dar para recibir… La verdadera maestría de la vida no está en ganar siempre, sino en jugar bien y en que todos seamos felices.
Si deseas profundizar sobre este tema o consultarnos, puedes escribirnos a psicologosgessen@hotmail.com. Que la Divina Providencia del Universo nos acompañe a todos. Nos vemos en la próxima entrega.
María Mercedes y Vladimir Gessen son psicólogos. Autores de Maestría de la felicidad, Qué cosas y cambios tiene la vida y de ¿Quién es el Universo?