No cabe duda de que la situación de hoy en Venezuela puede ser calificada con una sola palabra, que debería ser: “Esperanza”, pero que en realidad es: “Incertidumbre”. Más que los “rally” o las crisis, la peor situación para el dinero es la falta de claridad sobre el futuro y de allí que todos los factores económicos estén en una agridulce espera. Por ello tuve una nutrida conversación para conocer la opinión de mi amigo el sarcástico economista.
Como siempre, nuestra conversación derivó hacia su ortodoxia neoliberal. “La única manera de lograr el desarrollo es dejar que el capitalismo puro actúe sobre todos los aspectos del país. Milei es nuestro campeón!” sentenció. Y yo, como no quería perder tiempo en retoricas, le respondí: “y que me dices de China?, ¡Economía no es ideología!
Ese país asiático sufrió una de las peores catástrofes de la humanidad, la mal llamada Revolución Cultural. Una vez desaparecido Mao, su sucesor Deng Xiao Ping le planteó dos temas filosóficos al pueblo chino. «¿Qué es el socialismo y cómo hacerlo?”, preguntó, pidiéndole a todos que cuestionaran el camino recorrido hasta ese momento por el país. Y luego les aseveró: “Pobreza no es socialismo”, lo que sentó las bases de la creación de la primera zona económica especial en Shenzhen (1980).
Para poner las cosas en perspectiva, el pueblo costero de Shenzhen contaba entonces con solo 30.000 habitantes y hoy en 2024 es una pujante metrópoli con más de 13 millones de habitantes. Visitando cifras más macro, en 1976, el PIB nominal per cápita de China era de 165 dólares norteamericanos, menos de un decimo del venezolano, que en ese mismo año fue de 2.200 dólares. Tomemos la máquina del tiempo hasta 2024 y, sorpresa, China se convirtió en la segunda potencia económica mundial, contando con un PIB nominal per cápita de más de 12.000 dólares, cuando Venezuela tiene hoy un PIB per cápita de 3.200 dólares, o sea, una cuarta parte del PIB per cápita chino!
La comparación entre las trayectorias de China y Venezuela subraya un punto crucial: la economía debe ser práctica, no ideológica. Las decisiones económicas efectivas requieren flexibilidad y adaptación, no la adhesión rígida a una doctrina particular. La historia de Shenzhen es un testimonio de cómo el pragmatismo económico puede transformar una nación.
El capitalismo y el libre mercado no son ideologías políticas ni pretenden serlo. Para clarificar, el modelo político deseado por occidente es la democracia abierta con alternatividad de poderes basada en el voto y libertad de asociación y expresión. Por el otro lado, el socialismo/comunismo pretende infructuosamente combinar lo político y lo económico en un solo paquete, con las nocivas consecuencia económicas y sociales que ya conocemos.
Los humanos nos movemos por incentivos. Como ejemplo y para concluir, les dejo el chiste favorito en la Unión Soviética durante los años treinta: Agentes de la KGB cuestionan a un granjero en Siberia “¿si tuvieras dos granjas, dieras una al Estado soviético? “Sí, por supuesto”, respondió el granjero. Continuaron, “¿si tuvieras dos tractores dieras uno al Estado soviético? “Sin duda”, respondió de nuevo. “¿Y si tuvieras dos gallinas dieras una a Estado soviético?, “NO”, respondió. ¿Y por qué no?, preguntaron molestos. “Pues porque yo SÍ tengo dos gallinas”.