La definición de ecléctico es “obra o pensamiento que trata de reunir, procurando conciliarlos, valores, ideas, tendencias, etc. de sistemas diversos”. El eclecticismo fue una escuela filosófica griega.
Ser ecléctico a veces está visto como una postura débil, que no se decanta por las opciones opuestas. Sin embargo, hay muchos ejemplos a lo largo de la historia, donde posturas eclécticas han supuesto un avance en distintos campos.
Descartes era racionalista y Hume empirista. Ambos filósofos fueron de gran importancia en la historia. Kant, sin embargo, consiguió aunar y superar a ambos con su sistema filosófico. En cierto modo todo se basa en la idea de la tesis, la antítesis y finalmente la síntesis, que aúna y supera a ambas.
Políticamente, se puede aplicar el eclecticismo a la posición normalmente conocida como de centro. El origen de izquierda y derecha políticamente viene de la Revolución francesa, cuando los jacobinos, representantes de las clases más humildes, se sentaron en la izquierda de la Asamblea Nacional. Los girondinos, representantes de las clases más pudientes, se sentaron a la derecha. Muchos asamblearios se sentaron en el centro.
Es lógico que cuanto más tenso sea el enfrentamiento entre los extremos, más difícil son las posiciones de centro, puesto que premia la radicalidad frente al consenso. Así, en momentos de crisis crecen las posturas más radicales.
Esto es lo que actualmente está ocurriendo a nivel internacional, donde las posturas más radicales de izquierda y de derecha están consiguiendo cada vez más apoyos.
Pero, ¿qué significa ser de centro políticamente? En primer lugar, estaría ser capaz de aunar políticas de izquierda y de derecha según su función y eficacia y no sólo según su origen.
Así, el estado debería intervenir o dejar de intervenir en la economía si se creyera oportuno y no sistemáticamente. Por ejemplo, no hay que olvidar que el Internet fue en su origen un proyecto del gobierno de Estados Unidos y, tampoco, que la intervención del Estado en la economía fue una de las cosas que llevó a la Unión Soviética al desastre.
Los impuestos, para los centristas, deberían tener un punto de equilibrio en el que la eficacia económica fuera la mejor. Ni muy altos, que ahoguen la iniciativa privada, ni muy bajos, que hagan que no haya servicios públicos de calidad suficiente.
La igualdad, del mismo modo, debería tener también un punto de equilibrio, donde no se ahogase el esfuerzo de los ciudadanos por acumular riqueza, lo que tiene consecuencias positivas para todos, ni se permitiese que ciudadanos estancados en la pobreza sufrieran de las consecuencias que, quizás el destino, sin ser culpa suya, les haya deparado.
Pero, ¿es que no tiene personalidad propia el centro político? Al igual que Kant superó a Hume y a Descartes, y la síntesis supera a la tesis y a la antítesis, de igual manera el centro político superará a la izquierda y a la derecha. La nueva doctrina será superior, no de una ni de otra, sino mejor. Se luchará, quizás, por la clase media, ni de izquierdas ni de derecha.
Lo normal es que surjan en el futuro de nuevo dicotomías que dividan a la población. Por ejemplo, quizás, los partidarios de colonizar Marte y los que no. Y, de nuevo, con una tesis habrá una antítesis y finalmente una síntesis. Y así se progresará.
De momento, seguimos en la fase de la izquierda y la derecha, surgida de las divisiones de riqueza producidas por la Revolución Industrial. Sólo a través del centrismo, la moderación, la inteligencia y el acierto se podrá salir de ese enfrentamiento estéril, mientras tanto, habrá que conformarse con una alternancia política que haga que, por lo menos, los errores de unos eliminen los de los otros, y ninguno de los dos bandos se hagan con una victoria totalitaria.
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