«Soy profesor en un liceo oscuro» (NICANOR PARRA)
Nadie podía imaginar la respuesta final de gente a la que nunca interesó la iconografía religiosa al trabajo de restauración artística de un ecce homo en un santuario de Zaragoza realizado de forma desinteresada por una desconocida. Ocurría en el año 2012 en Borja, un pueblo de Zaragoza. Una feligresa de las que acude a misa a diario, devota de vírgenes y estampas de Jesús, lleva semanas lamentándose a solas del mal estado de la pintura original del año 1930 de Elías García Martínez inspirado en un cuadro de Guido Reni que representa a Jesús.
Se promete a sí misma hacer algo para arreglarla. En su cabeza, el paso de los años y el aliento de los fieles orantes podrían haber afectado a la nitidez primera de la imagen que, a sus ojos, aparecía borrosa. La mujer, Cecilia Giménez, retocó el original a su manera. La verdad es que no quedó muy bien. Daba la impresión de ser la travesura de un gamberro porque la cara se veía emborronada como si se tratase de un monigote. La autora dijo que la pintura no estaba todavía terminada. Sea como fuere, la obra no dejaba visible el rostro humano de Jesús. En la iglesia del santuario de la Misericordia de Borja (España) la sorpresa de los parroquianos primero, y la indignación después, motivadas por la «restauración amateur»* del patrimonio religioso y cultural del pueblo tomaron forma de disgusto y enfado monumental- perdón por el equívoco- llegando a manifestarse en los medios de comunicación.
Estos se hicieron eco del desastre y estalló la controversia. Hubo españoles que se erigieron en defensa de la buena -aunque desafortunada- intención de Cecilia y hubo quienes volcaron toda la crueldad en el empeño restaurador de esta mujer. No es fácil posicionarse en un lado o en el otro. Por un lado, pensé yo igual que los que suelen citar el refranero nacional: «zapatero a tus zapatos», es decir, si no sabes hacer algo, no te metas. Y por el otro lado, la educación católica tradicional recibida desde mi infancia me colocaba de parte de la bondad de la señora. Permítame confesar ahora, amable lector, que escribo acerca del ecce homo porque hace días mientras veía una serie de televisión de Estados Unidos –Hacks– me alegró atisbar una réplica de nuestro ecce homo borjano impreso en la camiseta de una actriz. Me vino a la cabeza entonces lo que había sucedido en la iglesia de Borja, en la vida de Cecilia y en el país entero. La aragonesa fue insultada y ridiculizada. El ingenio de la gente creó memes y burlas. Se buscaron celebridades semejantes al Cristo de la pintura. En realidad, se trata de una pintura en una pared interior del santuario. Nuestra restauradora no tomó la precaución de trabajar en copia aparte y realizó su trabajo sobre el mismo original. No había vuelta atrás posible.
En nuestra idiosincrasia siempre encuentran cabida la risa y el llanto. Saber reírse de uno mismo es bueno. Saber llorar y sufrir también. El caso es que en un giro inesperado de las cosas la gente quiso viajar al lugar, ver la obra in situ. En este tiempo si hablamos de algo nadie nos cree a menos que presentemos una prueba como un selfie, por ejemplo. Muchos fueron los visitantes de la pequeña iglesia de Borja. La prensa colocó el pueblo en el mapa y ya no solo en España, sino en Europa y, por lo visto en el mundo, la fealdad o el «arreglo» del Cristo gustó a la gente y le hizo un hueco en la galería universal del arte. Algunos valientes levantaron la voz a favor de la restauradora y defendieron el acabado de la imagen. El cuadro final fue un icono, el símbolo de la devoción religiosa de una mujer, Cecilia Giménez. Ella es hoy quizás una de las mujeres más queridas de Borja, y probablemente de Zaragoza. Desde luego, Cecilia Giménez es una de las mujeres más famosas del país. Aquel año, los hombres y las mujeres de buena fe convirtieron esa pintura de aparente derrota en una victoria nacional
*restauración del ecce homo (Borja, Zaragoza)