El tiempo histórico que nos ha correspondido vivir como nación nos pone en el dilema de dar el duro combate o cohabitar cobardemente con la corporación criminal que nos domina, para satisfacer los intereses crematísticos personales y olvidarse del sufrimiento colectivo y las nobles y exigentes causas de lucha que mueven a su liberación. Esta última opción ha sido tomada por un liderazgo quebrado, vencido y expirado, que decidió formar parte de la corporación criminal y alinearse a sus códigos, normas, papeles y procedimientos. Los que hemos optado por librar el duro combate tenemos como objetivo desmontar la corporación criminal, que es un sistema que ha ahogado al país hasta la ignominia, miseria y vergüenza.
Hay que insistir mientras se ejecuta el buen combate el surgimiento de un liderazgo inspirador que actúe bajo códigos éticos. La lucha por la verdad y la libertad está llena de sentido y conduce a la liberación.
Nos ubicamos en la trinchera del duro combate, pues la sabiduría es más fuerte que todo. Colocados sobre una línea recta, respondiendo a unos cursos de acción estratégica. Dispuestos a ejercer siempre un pensamiento crítico y realizar los mejores esfuerzos de comprensión para lidiar con la inevadible realidad. El duro combate traducido en actuaciones que afirmen valores y principios dará al traste con la repudiable farsa. Al seguir el verdadero camino, observando sus preceptos, órdenes, instrucciones y sentencias, alcanzaremos el éxito en lo que emprendamos con constancia y firmes convicciones.
Lo que aglutina, el liderazgo que llega, es el testimonio de vida. No es tanto lo que decimos sino el estilo de vida. La credibilidad se basa en la coherencia entre lo que decimos, lo que hacemos y los medios que utilizamos. Perfectos son los caminos de la justicia y la verdad, de la denuncia incómoda y arriesgada. Elegimos el camino de la palabra y el testimonio cargado de coherencia de una actuación íntegra.
Estamos persuadidos de los escollos que dificultan el surgimiento de un liderazgo inspirador, coherente y resteado con el curso de acción que conduce a la libertad y al cese de la usurpación.
La hegemonía comunicacional impuesta por la corporación criminal hace que de cada 100 personas solo a 1 le llegue a duras penas el mensaje alternativo. Hay una desconexión y déficit comunicacional estructurales. Por eso jamás entenderemos que se negocie y cohabite sobre la base de una realidad desigual aunada al exabrupto de 242 presos políticos.
Son muchas las causas por las cuales empinarse sobre cualquier clase de dificultades, que no hay tiempo que perder para desalojar a los bandidos del poder. Basta con señalar los ultrajes que se llevan a cabo por mercenarios en la minería criminal del sur: Bolívar y Amazonas. El equivalente a 40.000 campos de fútbol, devastados por la explotación del oro. Toda una afrenta a la soberanía. No hay convivencia posible con el crimen y la impunidad.
¡Libertad para Javier Tarazona! ¡No más prisioneros políticos, torturados, asesinados, ni exiliados!
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