Los venezolanos no requerimos cursar una maestría o un doctorado para analizar, evaluar y sacar algunas conclusiones sobre lo que ha sido el devenir del país en estos últimos años de revolución bolivariana. Entiéndase que no se trata de mal poner a nadie o asumir un debate o yuxtaposición entre la cuarta y la quinta república.
La realidad es que muchos venezolanos votaron por un proceso de cambio al estar en desacuerdo con algunas de las condiciones que mostraba la Venezuela de los años noventa y ciertamente se produjo el cambio, no sólo por tener un presidente distinto primero con Hugo Chávez y luego con Nicolás Maduro, sino que sin lugar a dudas Venezuela cambió, pero cambió para mal. El estado de deterioro que registra el país y los venezolanos no tiene comparación con ningún otro periodo o etapa. Los indicadores socio-económicos son lo de un país en ruina y en guerra.
Estimado lector, tiene usted la libertad de evaluar y sacar sus propias conclusiones al analizar al azar temas como seguridad, educación, salud preventiva y curativa, infraestructura, inflación, empleo, sueldos y salarios, industrias, electricidad, alimentación, acceso a la justicia, agricultura, poder adquisitivo, salubridad, inversión, productividad, ahorro, etc, etc, etc.
Donde ponga la mirada salimos raspados y por ende debemos aceptar que hemos retrocedido en muchos órdenes; pero lo que no podemos es justificar lo injustificable y afirmar que los indicadores y cifras negativas que tenemos son consecuencia únicamente de las “sanciones”. Eso es una gran mentira y estafa, sin negar que las sanciones tienen una incidencia negativa en muchos aspectos de nuestra economía. Sin embargo, las sanciones son recientes y los problemas de Venezuela y de los venezolanos son de décadas. Las estadísticas son el reflejo y expresión de que el gobierno ha sido, por decir lo menos, ineficiente e incapaz en verdaderamente producir un cambio en beneficio de todos los venezolanos.
Hay estados y ciudades en los Andes, como el caso de Mérida, donde los doce meses del año transcurren en una suerte de tortura o maltrato generalizado al que comúnmente le llaman “dosis de patria” o “amor patrio”. Un trimestre son los cortes de luz que ya alcanzan el récord de 12 horas diarias, otro trimestre es el agua, le sigue la escasez de gas y finaliza la pesadilla para surtir gasolina, pero podemos tener meses donde se juntan todas, es decir, ausencia de luz por corte, gas, agua y gasolina. A esto no se le puede decir ni siquiera “subdesarrollo” son indicadores de la africanización de Venezuela y de un rotundo retroceso.
Un país, su economía y sus ciudadanos necesitamos para vivir -no sobrevivir en condiciones de cierta normalidad- de electricidad, agua potable, gas, salarios dignos, control de la inflación, inversión pública y privada, buenos empleos, productividad, seguridad, educación, acceso a la justicia y Estado de derecho, salubridad, buena alimentación, infraestructura, transporte, vigorosos sectores productivos como construcción, agricultura, pecuario, manufacturas, necesitamos institucionalidad, necesitamos respeto a la constitución bolivariana de Venezuela de 1999 como norma fundamental de la república, necesitamos funcionarios probos, formados, responsables y eficientes ante los ciudadanos, sin estos elementos esa patria que tanto se pregona es una patria vacía, hueca y sin substancia.
Nuestra ciudad de Mérida acaba de concluir sus carnavales y festejos carnestolendos 2025 y no estamos para nada en contra de desfiles, exposiciones, corridas de toros, espectáculos musicales, tarimas y grandes conciertos, pero tal vez esas actividades, que son además costosas, no sean una prioridad en la ciudad y el estado. Los retos y desafíos tienen que estar puestos en mejorar la infraestructura de nuestros hospitales y ambulatorios, liceos y escuelas, recuperar nuestras autopistas, avenidas, calles, puentes, viaductos operativos y pavimentados, iluminación de todas nuestras vías de tránsito y demarcación de las mismas.
Mérida es hoy un referente por la calidad de su terminal, su mercado principal, somos una referencia por la recolección y manejo de los desechos sólidos (basura) y eso lo aplaudimos, pero falta muchísimo por hacer. Nuestras autoridades llaméense gobernadores, alcaldes, diputados, directores, concejales tienen que separar el grano de la paja, tener menos miopía y una visión más amplia e integral en la procura de establecer prioridades, trazar metas comunes, sumar esfuerzos que repercutan en mejorar el ornato, la infraestructura, los servicios públicos, y en líneas generales elevar la calidad de vida de sus respectivos ámbitos (estado, ciudades, pueblos, parroquias, etc.) en beneficio de los ciudadanos que legítimamente aspiran a una vida digna, no estamos hablando de lujos sino de cometidos que el estado a través de sus autoridades está obligado a garantizar.
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