Muchos en el país vivimos como en dos realidades. Una, la de la actividad diaria en una empresa o institución en la que trabajamos, y otra, la del país; una incertidumbre total con respecto a lo que pasará antes y después del 10 de enero. En la empresa o institución en la que se trabaja se nos motiva a ser mejores, a crecer, a vivir con un significado y fuera, una vez terminada la jornada laboral, vemos que en muchos cunde la desesperanza por no saber qué hacer con sus vidas, pues esto de trabajar en una empresa no es generalizado. Hay muchos desempleados, pasando hambre y dificultad; niños fuera del sistema escolar, deambulando por las calles, inutilizando las horas del día. Gente, en definitiva, que vive una sola realidad: la del país.
Esto de las “dos realidades” es, por supuesto, una forma de hablar: de decir que algunos tenemos una actividad que estimula y da sentido a nuestras vidas y que ocupa gran parte del día. Nos topamos, sin duda, con el “problema” país en cualquier momento, pues vivimos en el lugar donde trabajamos. La escisión no es nunca tan absoluta. Lo que quiero decir, sin embargo, es que pasamos gran parte del día imbuidos en una realidad y en una empresa o institución en la que se nos motiva como si no pasara nada en el país o como si el país, a decir verdad, dependiera de nuestro trabajo entusiasta. Esto último es, tal vez, lo más cercano a la realidad.
Lo interesante es que trabajar con entusiasmo es una forma de resistencia. Es una forma de sacar adelante al país en un sector determinado: es un modo de construir país. ¿Cómo hacer, sin embargo, con ese grueso de la población que no tiene la gracia de trabajar en uno de estos sectores ordenados? ¿Cómo hacer con los que pasan hambre? ¿Con los que pierden el tiempo por no estar escolarizados? La única manera es que esos que vivimos en lo que he llamado las “dos realidades” nos involucremos con los que viven una única y aplastante realidad llena de problemas. Muchos podrán involucrarse desde la propia organización en la que trabajan, ayudando en iniciativas que ya existen en las empresas. Otros podrán ayudar en alguna de las tantas asociaciones nacidas con este fin. Hay muchas, grandes y pequeñas iniciativas, que han nacido para apoyar a niños y adolescentes de escasos recursos y a familias en situación de riesgo. El país ha despertado y está tendiendo a unirse gracias a muchos de los que, viviendo esas “dos realidades” de las que he hablado, han vuelto su rostro y su compasión hacia aquella otra realidad que no conoce de entusiasmo.
Cuando trascendamos estos tiempos tan nefastos nos encontraremos con una población sufrida, ciertamente, pero resiliente, emprendedora e independiente del Estado. Constataremos cómo tantas iniciativas que han nacido para ayudar a los que más lo necesitan han ciertamente logrado su fin tras largos años de esfuerzo. Nos encontraremos con una población solidaria, compasiva y más profunda, todas virtudes que otros países han logrado después de sus guerras mundiales.
Dios quiera que estos tiempos estén por pasar y que podamos celebrar nuestros esfuerzos.
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