El Museo Marino de Margarita comenzó su construcción con el objetivo de complementar las obras universitarias realizadas entre 1974 y 1978, con la visión de transformar Boca del Río en una ciudad universitaria, como comenté en un artículo anterior. Este proyecto incluía escuelas de ciencias aplicadas del mar, piscinas para acuicultura marina y una planta de tecnología de alimentos.
El museo, con más de 1.500 m² de construcción, es un espacio de historia natural y marina. Se caracteriza por su impecable organización y cuenta con grandes exhibiciones de fauna marina, muchas de las cuales han sido donadas por pescadores locales de Cubagua y Boca del Río. Estas piezas, de gran calidad y valor, representan una contribución significativa por parte de los pescadores de la región.
Hoy en día, el Museo Marino de Boca del Río lleva el nombre de Museo Fernando Cervigón en honor a su fundador, quien dedicó grandes esfuerzos para hacer de este espacio una referencia en ciencia y turismo en la región. Concebido como un movimiento futurista y de buen gusto, este proyecto sigue teniendo un gran potencial. Cualquiera que visite sus espacios tendrá a la vista un ejemplo real de lo que se puede hacer cuando se tiene un verdadero sentido del tipo de obras que se requieren para apuntalar el progreso de un país.
La construcción del museo comenzó con recursos económicos muy limitados. Se adquirió el terreno y se inició la edificación, pero en julio de 1992 estuvo a punto de paralizarse debido a la falta de financiamiento. En ese momento, yo presidía la Comisión de Energía y Minas del Senado, y mi amigo el doctor Cervigón me contactó, muy preocupado, para pedirme ayuda. Me explicó que debía 35.000 bolívares al contratista Jaime Aparicio y no tenía cómo saldar esa deuda, lo que hacía inviable continuar con la obra.
Le respondí a Fernando que mantuviera la calma, que buscaríamos una solución. Me puse en contacto con algunas personas, entre ellas Emilio Abouhamad, presidente de Maraven y más tarde director de Pdvsa, quien me manifestó su total apoyo. También contacté al ingeniero Julius Trinkunas, presidente de Lagoven, quien accedió a reunirse con nosotros. Durante la reunión, le explicamos los beneficios del proyecto desde la perspectiva de la educación en ciencias aplicadas del mar, conectada con otras iniciativas en Boca del Río y la Escuela de Turismo de la Universidad de Oriente en Porlamar. El ingeniero Trinkunas entendió la relevancia del proyecto y, tras consultar con Vicente Llatas, alto funcionario de Lagoven, la empresa decidió respaldar la finalización del museo.
Gracias a esta colaboración, el Museo Marino fue inaugurado el 19 de noviembre de 1994 con la presencia de la directiva de Lagoven y del presidente de la República de ese momento, Rafael Caldera.
Este noviembre se cumplirán 30 años desde la finalización del museo. Las áreas de exhibición incluyen: en la planta baja, la sala 1 dedicada a organismos planctónicos, la sala 2 a los invertebrados (moluscos, caracoles, conchas y crustáceos), la sala 3 a peces y reptiles, las salas 4 y 5 a mamíferos marinos, la sala 6 a pesca y acuicultura, la sala 7 a embarcaciones y carpintería de ribera, la sala 8 a la Laguna de La Restinga, y la sala 9 a la explotación de la perla, con exhibiciones de buzos y escafandra. Además, cuenta con un acuario virtual, espacios de paleontología, arqueología y una sala dedicada a la historia de la carpintería marina.
El museo trabaja en colaboración con especialistas como la doctora Estrella Villamizar (corales, UCV), la doctora Cristina Díaz (esponjas), el profesor Juan Carlos Capello (manejo de colecciones científicas), y está bajo la dirección de Marisol Salazar y Pablo Rodríguez, curador general del museo. Sus grandes colaboradores fueron y siguen siendo José Rafael Márquez, Chanito Marín, Vladimir Rodríguez, Alfredo Gómez, Elizabeth Méndez, Verni Salazar y David Bottome. Hay que destacar la contribución a la vida de este museo de la señora Tita Mendoza, quien se ha convertido en la gran mecenas. Gracias a su generosa intervención, Empresas Polar ha podido mantener con vida el museo marino.
Recuerdo una experiencia especial durante uno de nuestros paseos por las playas de Macanao y La Restinga, en compañía de mi querida esposa y del doctor Cervigón. Mientras nos bañábamos, él encontró una moneda de oro del tamaño de un bolívar en la orilla de la playa, un hallazgo que siempre le intrigó y le llevó a buscar una explicación.
Otra de las grandes pasiones del doctor Cervigón fue su participación en la creación de la Universidad Monteávila, junto con el doctor Enrique Pérez Olivares, bajo la prelatura del Opus Dei. En 1998, ambos me visitaron en el Congreso Nacional para explicarme la situación que enfrentaba la universidad. Aunque todos los permisos estaban en regla, faltaba la aprobación final del Consejo Nacional de Universidades. Tras una conversación con la doctora María Eugenia Morales, secretaria permanente del Consejo, los trámites fueron acelerados, permitiendo que la Universidad Monteávila abriera sus puertas el 2 de octubre de 1998 en su sede de Boleíta Norte, en Caracas.
La Universidad Monteávila comenzó con programas de Derecho, Educación, Ciencias Administrativas y Comunicación Social, y con el tiempo ha ampliado su oferta académica, incluyendo posgrados en periodismo digital, comunicación organizacional, derecho procesal constitucional y atención psicoeducativa al autismo, única en Venezuela y Latinoamérica. También firmó un convenio con el municipio de El Hatillo para la construcción de su futuro campus.
Entre los pioneros de esta universidad, además de Cervigón y Pérez Olivares, se destacan el presbítero doctor Rafael de Balbin Berhman y la arquitecta Alicia Álamo Bartolomé. Su legado en la educación venezolana es invaluable y hoy continúa su crecimiento, convirtiéndose en una de las instituciones más prestigiosas del país.
La Universidad Monteávila, al igual que las demás universidades en Venezuela, representan una gran esperanza para la juventud venezolana. La educación debe ser, y seguir siendo, el pilar de nuestro futuro. Debemos consolidar nuestro porvenir con universidades que estén al servicio de todas las clases sociales del país, para así reducir nuestras carencias y vencer la pobreza. La Universidad Monteávila continúa innovándose, encontrando nuevos espacios y contribuyendo a un mejor destino para nuestra nación.
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