Restos de carteles de la campaña de Ciudadanos en Madrid / Foto: Diario La Razón

El cúmulo de errores de Ciudadanos y Podemos es tan grande y largo de enumerar que la Epístola de San Pablo luciría como una mínima y corta antífona de respuesta a un salmo responsorial.

Vamos con Ciudadanos y  seguimos con Podemos. A los fans de Albert Rivera e Inés Arrimadas esta cadena de torpezas los ha llevado a desaparecer del cotarro político español.

El primero de los errores fue abandonar, abruptamente, el espacio político que los vio nacer exitosamente en Cataluña, para dar un salto de garrocha a la política nacional, sin estar preparados para ello. Los catalanes los apoyaron porque los percibían como la alternativa al extremismo separatista sin caer en fanatismos centralistas. La alta votación obtenida en esa región obnubiló a sus dos principales dirigentes que creyeron que extrapolar su liderazgo a toda España era de coser y cantar.

En principio no les fue mal. En las elecciones generales obtuvieron 57 escaños, a 7 del PP. Se engolosinaron y ayudaron a defenestrar el gobierno de Mariano Rajoy, para ir a unas elecciones donde le darían el zarpazo al PP para convertirse en cabeza de la derecha española. Pero pisaron el jabón del baño y se dieron de bruces con el piso.

Una cosa es  un coyuntural triunfo electoral y otra, muy distinta, es pretender defenestrar a un partido de raigambre nacional, como el de los populares, con presencia hasta en el más remoto villorrio del reino. Para rematar el exabrupto, se negaron a integrar un gobierno de coalición con Pedro Sánchez, lo que forzó la convocatoria de unas elecciones donde perdieron hasta la manera de caminar. Allí comienza el camino de la amargura del partido que quiso ser la alternativa de centro de la política española.

No cansados de cometer errores, el partido luego dirigido por Arrimadas pactó tardía y estúpidamente con el PSOE una moción de censura en Murcia, para querer extenderla a otras comunidades, como Madrid o Castilla y León. Eso en política y en la vida se conoce como traición o puñalada trapera. Como la de Bruto a César. Porque habían llegado al gobierno de esas comunidades, gracias a alianzas con el PP. En estas elecciones del 28M, Ciudadanos con esa política de inconsecuencias llegó a lo más alto… pero del monte del olvido, donde clavó la cruz de su entierro político definitivo.

El camino de errores de Unidas Podemos es peor que el de Ciudadanos. El primer error de este partido que nació como la insurgencia contra el establishment fue que su líder, Pablo Iglesias, conocido por la chercha popular como “el coleta”, se dejó de malos ruidos proletarios y, en los primeros días de su ascenso al gobierno, se compró un chalet en la urbanización de pijos de Galapagar, sitio donde los vecinos, que no les mola comunistas en su hábitat natural, le hacen escraches día y noche.

“El coleta” empujó a Íñigo Errejón a formar tienda aparte y lo sustituyó con su mismísima pareja, Irene Montero, a quien hizo vicepresidenta y, en un alarde de suprema arrogancia, ella impulsó la aprobación de una ley (la del sí es sí) que obligó al PSOE a reformarla. Con la imprescindible ayuda de su archienemigo, el PP de Núñez Feijóo, para medio enmendar la plana de ese esperpento jurídico.

Los analistas creyeron que el ingreso de UP al gobierno, le otorgaría el carnet de buena conducta que hace presumir el ingreso al selecto club de los decidores de las políticas de Estado. Incluyendo, cómo no, su penetración en los organismos de inteligencia. En los archivos del Cesid hasta hace poco tiempo aparecían estos dirigentes de UP como peligrosos enemigos del Estado y la corona. Surge aquí el viejo empeño izquierdista de pretender comerse la torta antes de la llegada de los invitados y así los ministros, ministras y ministres de UP toman la genial decisión de hacer oposición siendo gobierno. Otra vez, ser policía y ladrón al mismo tiempo.

El resultado es su desaparición del gobierno en las principales comunidades (Madrid, Valencia, Zaragoza) y en casi todas las alcaldías donde compitieron. Los insurgentes partidos producto de la antipolítica, al integrarse a lo más alto de la cúspide del poder, se quedaron allá arriba, en lo más alto, pero también del monte del olvido, con sus dos cruces clavadas.

¿Regresa el bipartidismo a copar la escena política española? ¿Lo impedirá Vox?…Si es que no clava su propia cruz en las elecciones generales del 23J.


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