El poder fundamentado en el autoritarismo solo se puede mantener con opresión, persecución y coacción hacia todos los ciudadanos que decidan enfrentarlo; es una máxima, una regla, una obligación de todo régimen totalitario.
Francisco Franco, el caudillo ibérico, aplicó el paredón de fusilamiento a toda la disidencia de la época; Fidel Castro utilizó el mismo esquema del dictador español y ambos murieron, quizás plácidamente, fomentando sus discursos segregacionistas. En el caso del español, contra todo lo que oliera a comunista y socialista; mientras que el caudillo del Caribe antillano lo hizo con todo lo que tuviera algún tufillo a la derecha gringa.
Ambos personajes fueron crueles, tiranos y déspotas que utilizaron la excusa de perseguir y combatir a través de la ideología para oprimir a sus conciudadanos.
Augusto Pinochet en Chile y Jorge Videla en Argentina se consolidaron en sus respectivas sillas presidenciales utilizando las reglas no escritas en el manual del perfecto dictador.
Parte de los patrones utilizados por todos estos regímenes totalitarios, tanto los de izquierda como los de derecha, incluyen las persecuciones, detenciones arbitrarias, desapariciones forzadas, torturas, tratos crueles, inhumanos, degradantes y hasta la muerte de todo aquel que los adverse o se les enfrente; en algunos casos son víctimas inocentes que estaban en el lugar y la hora equivocada quienes terminaron sufriendo los desmanes de estos gobiernos.
Estas prácticas utilizadas por las dictaduras incluyen los secuestros y desapariciones forzadas con doble intención; la primera, obviamente, callar la voz del disidente y la segunda, quizás de mayor efectividad, es enviar un mensaje alto y claro al resto de la población que se mantiene bajo la bota del opresor o incluso a sus propios miembros y seguidores.
Luego de la invasión a Panamá por parte de las tropas estadounidenses por allá en el lejano 1989 para sacar del poder a Manuel Antonio Noriega, la justicia panameña pudo acceder a los archivos secretos de la dictadura que oprimía al país del istmo centroamericano, dándose a conocer a través de testimonios de los familiares y algunos sobrevivientes que la orden impartida por Noriega incluía, además del secuestro, tortura y desaparición, una práctica conocida como los vuelos de la muerte que consistía en lanzar desde un helicóptero a los disidentes; igual metodología aplicaron en Chile durante el periodo de terror implementado por Pinochet.
La desaparición forzada y posterior desaparición física es otra de las características de las dictaduras. Sin importar la ideología política que profesen, tanto las denominadas de izquierda como de derecha la ponen en práctica con frecuencia y el régimen venezolano bajo la dirección de Nicolás Maduro es un claro ejemplo de ello.
Nicolás Maduro ha ordenado, permitido y utilizado esta praxis con frecuencia; incluso para silenciar a sus propios seguidores; como por ejemplo el líder social y político Luis Alcedo Mora, miembro fundador de organizaciones de izquierda como Ruptura y Tercer Camino y militante del Partido Revolucionario Venezolano, de la Liga Socialista de Venezuela y de la Juventud Comunista de Venezuela.
Alcedo Mora, según el propio testimonio de uno de sus hijos, fue “desaparecido por denunciar corrupción en el gobierno”. Desde el 27 de febrero de 2015 sus familiares no conocen su paradero y las autoridades gubernamentales se han lavado las manos con el argumento dado por Alexis Ramírez, para la época secretario de gobierno de Mérida: “Eso le pasó a tu papá por estar hablando tanta pistolada”.
Igual suerte corrió Hugo Enrique Marino Salas, un buzo profesional ítalo venezolano que realizaba trabajos de exploración marítima para algunos personeros de la dictadura venezolana a través de su empresa denominada Servicios Electrónicos Acuáticos (SEA), en la que fungía como director.
Las labores de exploración que realizaba Marino y su empresa se mantienen en completa confidencialidad, así como las razones de su desaparición desde aquel sábado 20 de abril de 2019, día en que fue detenido por miembros de la Dirección General de Contrainteligencia Militar (Dgcim), cuando se encontraba en el Aeropuerto Internacional Simón Bolívar, en La Guaira.
Se conoce que la empresa dirigida por Hugo Marino estaba participando en la búsqueda y rescate de algunas aeronaves privadas precipitadas al mar en las que viajaban empresarios, turistas y políticos relacionados con la dictadura venezolana.
Según denuncia en las redes sociales su propia madre, la señora Beatriz Salas, ella seguirá exigiendo una rendición de cuentas. “Si no me la dan a mí, si no llego a verla, se la deben dar a la justicia internacional”. Señala además: “A ojos del Estado parece que la desaparición de mi hijo no existe. Quieren que uno se canse de exigir justicia”.
En la cuenta personal de Twitter, ahora denominada X, quedan registradas las opiniones de Hugo Marino, quien dejó fijado en su perfil un mensaje que dice: “Los gritos de libertad amarillo, azul y rojo y las estrellas no son más 7 ni 8 somos millones Viva Venezuela Libre”.
La Organización de Naciones Unidas exige información sobre Hugo Marino, mientras que la procuraduría italiana solicitó al gobierno venezolano la institución judicial de un habeas corpus el cual obliga la presentación de las personas detenidas, pero hasta la fecha, a 5 años de su desaparición, el Estado venezolano ha guardado silencio.
Con las desapariciones no solo se esfuman en el aire las víctimas sino también las explicaciones oficiales de los gobiernos comprometidos con estas prácticas de terror.
Sin duda alguna el caso de más alto nivel de chavistas desaparecidos por sus propios socios es el que se relaciona con Tareck el Aissami, quien a pesar de haber sido parte de la cúpula del terror dirigida por Nicolás Maduro no pudo escapar a la furia del narcoestado venezolano.
El Aissami, graduado de abogado y criminólogo en la Universidad de los Andes, llegó a ocupar altos cargos de poder en la mal llamada revolución bolivariana dirigida por el difunto Hugo Chávez, incluidos la vicepresidencia de la República Bolivariana de Venezuela, ministro de Industria, ministro de Petróleo y vicepresidente para el Área Económica de Venezuela.
De estos dos últimos cargos de poder renunció públicamente al ser acusado de desfalco y corrupción en la empresa estatal Petróleos de Venezuela (Pdvsa) en marzo de 2023.
Tareck El Aissami enfrenta igualmente cargos por narcotráfico ante una corte federal de Estados Unidos, al formar parte de una selecta lista emitida por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas de Estados Unidos en la que están incluidos la mayoría de los altos jerarcas de la cúpula chavista y sus socios relacionados con el tráfico y distribución de drogas en territorio estadounidense.
En el largo expediente -¿o podríamos decir prontuario?- que se le sigue al antiguo hombre fuerte del chavismo también se encuentra la acusación de la presunta venta de pasaportes venezolanos en Irak, según denuncias de Misael López, consejero de la embajada en aquel país árabe cuando El Aissami estuvo a cargo del sistema de inmigración de Venezuela.
El Departamento de Seguridad Nacional de Estados Unidos ha señalado que Tareck el Aissami ha usado su posición de poder para involucrarse en el narcotráfico internacional.
Sin embargo, todo ese poder acumulado se vino abajo cuando en marzo de 2023, luego de unas dudosas diligencias anticorrupción o pudiéramos decir reacomodo de posiciones de poder del narcoestado chavista, fueron detenidos las principales fichas del ahora desaparecido El Aissami.
El poderoso vicepresidente de origen sirio libanés anunció públicamente su renuncia y desde entonces su paradero es desconocido, tejiéndose diferentes hipótesis sobre su situación; aunque a la vista de elementos precedentes de la actuación de la tiranía dirigida por Nicolás Maduro, se puede considerar que Tareck el Aissami forma parte de los desaparecidos por la dictadura venezolana.
Alrededor de estos 3 casos narrados solo quedan dudas, preguntas sin responder, familiares angustiados y la sospecha razonable de la utilización de la técnica de los vuelos de la muerte o cualquier otra opción de esas reglas no escritas en el manual del perfecto dictador.
¿Dónde están los desaparecidos?